Se ha convertido rápidamente en una de las imágenes más espeluznantes de la peor crisis migratoria de Europa en 70 años: la fotografía de un niño ahogado en la arena de una famosa playa turística.
El chico sin identificar, en una polera roja y pantalón azul, yacía sin vida con las olas cubriéndole cuando un policía recogió cuidadosamente su cuerpo. Se presume que este niño, cuya imagen dio la vuelta al mundo en las redes sociales ayer, es un refugiado sirio tratando de llegar a la isla griega de Kos desde Turquía.
Los refugiados de las guerras en Siria, Iraq y otros países de la zona están llegando a la costa turca en cifras récord para arriesgar sus vidas cruzando el mar Mediterráneo y recorrer a pie Europa desde Grecia.
Según Reuters, dos botes con alrededor de 23 personas salieron de Akyarlar, en la península de Bodrum en Turquía, y por el momento cinco niños y una mujer han muerto. Según oficiales navales turcos, siete personas fueron rescatadas mientras que dos, con chaleco salvavidas, llegaron a tierra. El destino de los demás se desconoce, pero parece crecientemente triste.
La explosión de emigrantes y refugiados buscando un nuevo hogar en Europa ha avivado el debate sobre cómo manejar la crisis.
En sus 20 años de existencia, la mayor área sin fronteras del mundo, el espacio Schengen, ha resistido fuertes controversias. Pero ahora que la Unión Europea enfrenta el mayor flujo migratorio en sus fronteras en medio siglo, uno de los mayores logros del bloque, la eliminación de las fronteras en 2,7 millones de kilómetros cuadrados, está bajo mayor presión que nunca.
Incluso los partidarios de Schengen reconocen que la enorme cantidad de migrantes ha expuesto un sistema inadecuado de gobierno, en especial el de las solicitudes de asilo, lo que socava el proyecto idealista del bloque sin fronteras. Alemania espera recibir a 800 mil personas en asilo este año, más que todo el bloque combinado en un todo un año, mientras que algunos países del sur luchan para afrontar el flujo de emigrantes en sus fronteras y otros se muestran reacios a recibir más que unos pocos miles. Algunos de los puntos más débiles de la frontera Schengen, en particular Grecia, son administrados por los gobiernos más frágiles de la Unión.
Este desequilibrio llevó a que la canciller alemana Angela Merkel advirtiera el lunes que el espacio Schenghen estaría en peligro a menos que se compartiera la carga de refugiados, justo el tipo de "solidaridad" que ha irritado a los votantes y gobiernos en los países orientales de la Unión Europea, donde el sentimiento antiinmigración es elevado.
Parte del problema es que el acuerdo Schengen unifica las fronteras del bloque, pero no tiene un ministro del Interior en común que supervise la seguridad o gestione las peticiones de asilo de forma equitativa entre los países.
Se han tomado medidas para fortalecer el régimen. La Comisión Europea es más activa persiguiendo las infracciones a las normas de asilo, que estipulan cómo deben tratarse a los refugiados y gestiona sus reclamos. La agencia de la Unión que gestiona las fronteras, Frontex, se ha fortalecido. Sin embargo, con una oficina para gestionar el asilo en Malta, con sólo 80 empleados, el bloque europeo parece enfrentar un desafío abrumador.
Gran parte del problema proviene de los acuerdos de asilo firmados por los países del bloque en los años '90. Los países del sur de Europa se veían a sí mismos como un punto de emigración, no como la primera línea de una crisis migratoria. Aun así, firmaron felizmente un acuerdo relativamente desfavorable, que requería que las peticiones de asilo fueran procesadas por el país de entrada.
Sus sistemas parecen ahora tan colapsados que los emigrantes no están siendo correctamente registrados, grandes masas de emigrantes se dirigen hacia el norte de la región y el principio de repatriar a sus países de origen no es ejecutable.
Sergio Carrera, del Centro de Estudios Políticos Europeos, considera que la raíz del problema era la enorme variación de los enfoques nacionales para afrontar la situación. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, presentará nuevas modificaciones a las normas de asilo la próxima semana, que incluirá un régimen más permanente para compartir refugiados entre los países en situación de emergencia. Esto enfrentará una feroz oposición política. Pero incluso si se aprueban, se quedan cortas en la necesidad de centralización de la gestión del asilo que los expertos ven necesaria.