En la calle 255-257 Pearl Street, en la parte baja de Manhattan, hay una discreta placa de bronce que honra a uno de los sitios con más historia del mundo: la primera planta eléctrica comercial centralizada. Thomas Edison inauguró su primera central allí en 1882 para servir al distrito financiero de Nueva York, y la difusión mundial de la electrificación, con todos los enormes cambios que ha traído, ha seguido mayoritariamente su modelo. Hasta ahora.
Empujados por la caída de los costos y los incentivos del gobierno, los hogares estadounidenses y las empresas están produciendo cada vez más su propia energía, una tendencia que amenaza el modelo de negocio de generación centralizada que ha dominado la industria desde hace 130 años.
Un documento del Edison Electric Institute (EEI), la asociación de la industria de EEUU, ha advertido que las compañías eléctricas enfrentan un "desafío perturbador" comparable a la forma en que la industria de los teléfonos fijos fue sacudida por la móvil. Las empresas de servicios públicos están preocupadas de que a medida que más compañías y hogares utilicen energía solar, eólica y otras fuentes para generar su propia energía, ellas perderán clientes e ingresos, al tiempo que tendrán que hacerse cargo de los costos de funcionamiento de la red eléctrica. En la industria, la llaman la "espiral de muerte".
Hasta el momento, los inversionistas han restado importancia a la amenaza de personas que producen su propia energía, lo que se conoce como la generación distribuida. Pero los ejecutivos de las compañías eléctricas cada vez ven más amenazado el futuro de la industria.
Puede que no sea una "espiral de muerte", dice Lyndon Rive, CEO de SolarCity, una empresa solar, pero es una "espiral de cambio". Y añade: "Cuando has tenido un monopolio durante cien años, y nunca has visto el cambio, el cambio puede parecer la muerte".
Las eléctricas europeas ya han sido maltratadas por la débil demanda y el apoyo de la UE a la energía renovable, y han perdido cientos de miles de millones de euros en capitalización de mercado. Las firmas estadounidenses es probable que tengan que hacer cambios radicales si quieren evitar un destino similar.
Para entender la revolución que está sufriendo la industria de la electricidad en Estados Unidos, basta con mirar a la sucursal de Brooklyn de Whole Foods, la cadena de supermercados de lujo. La iluminación del estacionamiento está propulsada por energía renovable, a partir de paneles solares en los techos y turbinas de viento en los faroles, con baterías para almacenar energía suficiente para cinco días. La imagen de marca no es la principal justificación de la inversión, dice Nick Blitterswyk, presidente ejecutivo de Urban Green Energy, la empresa que proporciona el sistema. Whole Foods ha ahorrado cerca de 20% del costo de la conexión de las luces a la red local, dice, y está consiguiendo lo que todo cliente quiere: "Electricidad más barata sin ningún sacrificio".
En EEUU, aproximadamente 45.300 empresas y 596.000 hogares tienen paneles solares, de acuerdo con GTM Research. Durante los últimos cuatro años, las cifras se han triplicado para las empresas y cuadruplicado para los hogares, con el costo de la energía solar hundiédose gracias a las mejoras en la eficiencia y a la sobrecapacidad de fabricación de paneles en China.
En las últimas décadas, el consumo de electricidad de EEUU ha seguido de cerca el crecimiento económico, pero en los últimos años, ese vínculo se ha roto. La Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA) espera que los generadores a gran escala del país produzcan menos energía en 2015 que en 2007, a pesar de años de recuperación económica. El aumento de la generación distribuida, junto con mejoras en la eficiencia energética, es una de las razones.
Para los ejecutivos que han sido reacios a aceptar que sus negocios están en riesgo, la fuerte desaceleración en el crecimiento de la demanda les está obligando a hacer frente a la realidad. "Hay consenso de que estas tendencias sociales y tecnológicas están aquí, y van a crecer", dice Casey Herman, de PwC.
Las economías de la generación distribuida varían según la región, pero a menudo es una opción de costo más alto que la energía centralizada. Sin embargo, está fuertemente subsidiada por los gobiernos federal, estatales y locales.
También hay un subsidio implícito proporcionado por la existencia de la red eléctrica. El almacenamiento de la electricidad es caro, e incluso cuando los clientes tienen paneles solares con una batería de respaldo, están nerviosos pues podrían no ser capaces de obtener energía cuando la necesitan, por lo que la mayoría de ellos permanecen conectados a la red.
El problema es que si los clientes solares utilizan menos energía, pagarán menos en concepto de operación, mantenimiento y desarrollo de esa red. Si los clientes tienen "medición neta", que les permite vender el exceso de energía que generan a la red al mismo precio que pagan por sus propios suministros, el problema se agrava.
Las eléctricas son cada vez más claras en sus protestas. "Estamos diciendo: pagar su parte justa", dice David Owens de la EEI. Si los clientes quieren salirse de la red y "vivir en la oscuridad", dice, es cosa de ellos, pero "si dependen de la red, entonces tienen que pagar por esos servicios".
La presión de los servicios públicos ha desencadenado batallas políticas y de regulación en EEUU. En 2013, Arizona fijó una tarifa de US$ 5 mensuales para los hogares con energía solar, después de rechazar una propuesta de carga mucho más grande.
La American Legislative Exchange Council, un lobby de libre mercado, ha estado haciendo campaña para la restricción de la medición neta, y hace un año publicó una resolución para los responsables políticos estatales pidiéndoles imponer cargos fijos o cargos similares a los usuarios de la generación distribuida.
Las empresas de energía distribuida son mordaces acerca de esos movimientos. "La idea de que el mundo no va a cambiar si golpeas el puño sobre la mesa es simplemente incorrecta", dice John Berger, presidente ejecutivo de Sunnova, una empresa de energía solar residencial en Houston, Texas. "Si a los servicios públicos se les permite hacer algunas cosas anticompetitivas, entonces yo creo que se les volverá en su contra".
Financial Times