El deterioro de la economía de Estados Unidos,
como evidencia la pérdida de más de medio millón de puestos de
trabajo en noviembre, es un poderoso argumento a favor del rescate
de la industria automotora por parte del Congreso, afirmó hoy el
legislador demócrata Barney Frank.
"El fracaso, hasta cierto punto, de tres de nuestros principales
fabricantes sería un problema muy serio. En medio de la peor
situación económica desde la Gran Depresión, sería un desastre
absoluto", advirtió Frank, presidente del Comité de Servicios
Financieros de la Cámara de Representantes.
Señaló que el informe sobre la pérdida de 533.000 empleos el mes
pasado -1,9 millones en lo que va del año- ofrece un "contexto muy
difícil" y desalentador de la economía, que solo enfatiza la
urgencia de ayudar a la industria.
Agregó que, a este ritmo, cuando se conozcan las cifras de
desempleo de diciembre, la economía estadounidense habrá perdido más
de dos millones de empleos desde diciembre de 2007.
"Dada la situación, debemos abandonar cualquier esfuerzo de
minimizar el impacto negativo de los recortes económicos en esta
industria. Estamos operando, como dije, en un contexto muy difícil",
enfatizó el legislador.
Frank hizo esas declaraciones al inicio de una audiencia que
convocó precisamente el Comité que preside para analizar la crisis
de liquidez de General Motors, Ford y Chrysler, y el papel del
Congreso y del Gobierno para mitigarla.
Los máximos ejecutivos de los Tres Grandes de Detroit, presentes
en la audiencia junto con otros expertos del Gobierno y del mundo
académico, ya habían acudido el jueves a una audiencia en el Senado
para defender sus planes de reestructuración y su pedido de auxilio.
Las tres empresas automotoras han regresado al Congreso esta
semana para pedir US$34.000 millones en préstamos y líneas
de crédito para evitar la bancarrota y continuar sus planes de
reforma.
En ese sentido, el principal ejecutivo de Chrysler, Robert
Nardelli, dijo a los congresistas que el salvavidas que el sector
pide al Congreso es, en todo caso, "la alternativa menos costosa",
tomando en cuenta que el colapso del sector aumentaría las filas de
desempleo.
Frank asintió y repitió que permitir la bancarrota o colapso de
una o las tres empresas sería un "desastre".
Sin embargo, el republicano de mayor rango en el Comité, Spencer
Bachus, dijo que "la obligación número uno" del Congreso es velar
por los intereses de los contribuyentes, aunque reconoció que el
desplome de los Tres Grandes de Detroit "tendría un efecto
devastador" en EE.UU.
"A título personal, el único derrotero que yo podría apoyar sería
una asistencia transitoria limitada, para que la industria
automotriz estadounidense recupere su solvencia y rentabilidad, pero
solo si hay expectativas razonables para su éxito", explicó.
En los pasillos del Congrseo hay consenso sobre la urgencia de
ayudar al sector, pero los legisladores distan de lograr un acuerdo
sobre el alcance y contenido de un posible plan de rescate, y cómo
ejecutarlo, así como la injerencia que pueda tener el Gobierno en su
manejo.
El Congreso y la Casa Blanca siguen enfrascados en disputas sobre
la procedencia de la ayuda para el sector: los demócratas quieren
que el dinero salga del plan de rescate financiero de US$700.000
millones, mientras la Administración alega que se puede
usar un fondo ya disponible y a cargo del Departamento de Energía.
Además, ante el recelo de la opinión pública, el temor
generalizado en el Legislativo es que no se debe "echar dinero en un
barril sin fondo".