María de los Ángeles Fernández: “Es posible constatar una evidente miopía de una izquierda octubrista”
La doctora en Ciencia Política y presidenta de Hay Mujeres desgrana las elecciones generales del 21 de noviembre, dice que cierta parte de la oposición “no ha trepidado en usar el estallido con fines electoralistas” y, desde España, repasa las similitudes de Boric con Podemos y de Kast con Vox.
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María de los Ángeles Fernández, luego de 32 años viviendo en Santiago, regresó a España en 2017. Pero entre A Coruña y Salamanca, está siempre mirando Chile. Española nacionalizada chilena, la doctora en Ciencia Política, autora de libros como "Sueños de igualdad. Crónicas sobre feminismo en Chile" y columnista frecuente en medios locales, analiza el actual panorama a nueve días de las elecciones presidenciales y parlamentarias que acompañarán el cierre del proceso constituyente. La presidenta de Hay Mujeres, la plataforma que promueve la voz y el discurso público como una dimensión del liderazgo femenino, dice que "a estas alturas, hablar de incertidumbre resulta una obviedad".
–¿Qué otros elementos caracterizan este momento político?
–Se observa una conflictividad que no cesa, con distintos niveles de velocidad e intensidad, pero que está lejos de estar circunscrita a un solo lugar como la Araucanía. Por otra parte, se suponía que el proceso constituyente serviría para mantener el conflicto más o menos controlado y eso no está sucediendo. Además de la destrucción material que deja la violencia, hay otro tipo de conflicto que libran entre sí las instituciones, como el caso del Poder Ejecutivo y Legislativo. Bajo la conflictividad en aumento, se esconde un clima cambiante que escapa a marcos de interpretación rígidos y tradicionales –algunos de los cuales han demostrado ser claramente sesgados– y a predicciones simplistas.
–¿Hay una fractura mayor?
–Evidentemente, el fenómeno social por el que atraviesa Chile expresa una fractura mayor, aunque previsible, porque teníamos señales de ella a cámara lenta. Nadie parece acordase de los saqueos post terremoto del 27-F ni de las manifestaciones estudiantiles de 2006 y 2011. Había señales de la "fatiga de material" del modelo que la clase política no quiso ver o no entendió. Lo cierto es que Chile atraviesa un "umbral crítico" a partir del cual puede experimentar un nuevo despegue o una decadencia a cámara lenta.
–¿Existen similitudes con otros períodos de la historia de Chile?
–La pandemia y la crisis económica demostraron que el sujeto social chileno post octubre de 2019 no es del Chile pre 1973, un tanto romantizado, sino uno reconfigurado por las lógicas de la modernización capitalista y por el mercado. Algunas mentes lúcidas lo han advertido, como Kathya Araujo o Lucy Oporto.
–¿Cómo definiría las tensiones actuales que están en juego en Chile, sobre todo en la presidencial?
–Es posible constatar una evidente miopía de una izquierda octubrista, que no ha trepidado en usar el estallido con fines electoralistas. Se ha hecho, en general, una lectura voluntarista y utilitaria de las necesidades y anhelos de los chilenos, que son mucho más complejos (y también volátiles) que lo que están dispuestos a aceptar cierto tipo de análisis. Sin embargo, el vandalismo que rodeó el segundo aniversario del 18-O parece haber marcado una frontera de tolerancia a ciertas cosas. Ad portas de las elecciones, pareciera ser que una dirección de interpretación de lo que supuso el 18-O presenta sus límites. La elección está abierta al día de hoy y jugándose en los extremos del arco político.
–¿Podría haber sido de otra forma?
–No podría ser de otra forma porque todo lo que es acuerdo, pacto, acercamiento y moderación que es propio de la política democrática se ha reducido a esa idea de "cocinería" que se aprovecha de una sociedad que, ya antes del estallido, llamaba la atención por sus niveles de desconfianza.
Y aunque llegara a ganar la izquierda, el desafío no sólo supone gestionar las expectativas que ha despertado el proceso constituyente (cada vez más bajas a juicio de ciertas mediciones, lo que tampoco supone algo para alegrarse) o lidiar con el impredecible clima social, sino que posicionarse frente a temas complejos, como inmigración, crecimiento económico, orden público.
–Es decir, que la izquierda gane La Moneda no supone necesariamente una victoria cultural...
–Puede que la izquierda ahora gane, pero si no lee a tiempo las contradicciones actuales (necesidad de cambio, pero incertidumbre frente a inseguridad social y económica, temas que pueden definir una elección), más temprano que tarde ese "vacío" de indefinición frente a temas que son clave para la vida cotidiana, puede ser perfectamente llenado por un populismo de derecha. Da la impresión de que Boric tiene capacidad de lectura compleja, pero se percibe muy influenciado por el PC.
–¿Podría describir qué representan Vox y Podemos –de las puntas de la derecha y la izquierda, respectivamente–, en el escenario político español?
–Son dos formaciones de nacimiento relativamente reciente, pero en tiempos distintos. Suponen una reacción a las últimas crisis que ha vivido la sociedad española. Podemos es una respuesta por la extrema izquierda a la crisis económica del año 2008 y, junto con otro partido, Ciudadanos, fueron catalogados como parte de la llamada "nueva política" que irrumpía en el escenario español.
–¿Y Vox?
–Mientras llamaba la atención que España suponía una excepción en Europa, porque carecía de una expresión de extrema derecha que había surgido en otros países como respuesta a esa misma crisis, tuvo que suceder el referéndum unilateral de independencia catalán, el 1 de octubre de 2017, para que Vox saliera de los márgenes en los que parecía estar colocado, dando canal a un sentimiento nacionalista español latente por muchos años frente a las sistemáticas concesiones que el gobierno ha ido dando, tanto al separatismo catalán como al vasco. Ese acontecimiento sucedido en Cataluña permitió que emergiera un sector de España que quizás había vivido acomplejado por mucho tiempo, ya que la izquierda ha contribuido a generar el mito según el cual ser español significaría ser, dicho un tanto burdamente, facha.
–¿Que tiene Kast de Vox?
–Aunque es el recurso más fácil, cuidaría especialmente de asociarlo de manera mecánica con el fascismo. Lo relacionaría más bien con una derecha nacionalista de raigambre pinochetista pero, al mismo tiempo, cuidaría de definirlo, como lo han hecho otros, de defensor del modelo neoliberal. Su agenda es claramente regresiva para las minorías, pero es innegable, al ver su crecimiento, que está tocando un nervio de tradicional subestimación por parte de la izquierda como es el orden y la seguridad.
–¿Se está subestimando al votante de Kast, como lo ha reconocido el propio Boric?
–Como aprendimos con Trump, lo peor que puede hacerse es subestimar a sus posibles votantes, definidos por el progresismo social como "fachos pobres" y que no son otra cosa que personas en estado de incertidumbre y necesidad ante el aumento de inseguridad, del vandalismo, del desempleo, del avance del narco y del terrorismo en la Araucanía. Pero asumir que parte de la población, que hace poco había "despertado", puede llegar a votar por un candidato de derecha, implicaría asumir las propias miserias del sector. El indicador más claro es el grado de segregación mental, ya no solo territorial, de parte de cierto progresismo chileno que parece en estado de negación ante el fenómeno que supone Kast.
–¿Y qué tiene Boric de Podemos?
–Los vasos comunicantes entre ambas formaciones son evidentes ya que hay muestras públicas de aprecio y de complicidad entre sus líderes. Coinciden en que emergen en períodos de crisis y parecen beber de las mismas fuentes intelectuales. Aunque Podemos entró a formar parte del gobierno luego de las elecciones generales del 10-N de 2019, generándose así el primer gobierno de coalición de la historia reciente de España, lo hizo más por necesidad, ya que en esas elecciones ese partido perdió siete escaños, logrando 35 y manteniéndose como la cuarta fuerza a nivel nacional, siendo superado por Vox que hoy es la tercera.
–¿Qué ocurrió entonces?
–A partir de ese momento, Podemos insistió en negociar con el socialista Pedro Sánchez ante lo que llamó una "necesidad histórica para frenar a la ultraderecha". Hoy, Unidas Podemos es un partido de izquierda reaccionaria que está a favor de la desintegración de España y que alienta la autodeterminación. Actúa como anti establishment desde el gobierno, dando alas al discurso del nacionalismo independentista, cuestiona la monarquía como forma de gobierno y las emprende contra el Poder Judicial que, en España, se ha mantenido como un bastión que resiste a los intentos de control del gobierno. Quisiera creer que Boric es distinto y que tiene verdadera convicción democrática como lo demostró apoyando el acuerdo para abrir el camino del proceso constituyente. Optó por la política mientras muchos se frotaban las manos viendo cómo Chile ardía.
–Sus críticos le sacan en cara las ambivalencias...
–No debieran preocupar tanto sus ambivalencias como su inexperiencia política, así como la impresión de su escasa o nula autonomía con relación al PC lo que, claramente, no auspicia lo mejor para el complejo escenario en que le tocará gobernar, por muy acotado y breve que éste pudiera ser.
–En España, ¿Podemos logró sobrepasar a los socialistas, como parece estar sucediendo en Chile actualmente?
–Podemos tuvo un momento expectante, casi de gloria, a partir de 2015. Sin embargo, todo su potencial ha terminado sofocado por una mala estrategia de implantación territorial y por un liderazgo cesarista, por no decir caudillista, encarnado en la figura de Pablo Iglesias. Como herederos del movimiento 15-M supieron entender el potencial de la protesta y, claramente, han modificado los equilibrios internos en el PSOE, favoreciendo la victoria de Pedro Sánchez quien, a su vez, ha depurado ese partido de todo elemento crítico. La izquierda que se asocia con la "era dorada" del PSOE de Felipe González, de clara raigambre constitucionalista, está hoy prácticamente silenciada.
–¿Ve semejanzas y cercanías entre sus líderes, a uno y otro lado del Atlántico?
–Hay sintonía ideológica y generacional, sin duda, pero si el Frente Amplio chileno quiere tener proyección en el tiempo, quizás le convendría escuchar al ex director de El País Antonio Caño que, recientemente, ha señalado que "Podemos no solo es un mal modelo para el Frente Amplio, sino que es un mal modelo de gobierno en general", al punto que hoy se encuentra en declive. En todo caso, armar coalición con dicho partido fue la decisión de Pedro Sánchez, que gobierna con la menor cantidad de escaños que ha tenido nunca el PSOE desde que se inició la transición a la democracia en España.
–Respecto a Vox, ¿a qué familia política europea pertenece? ¿A la ultra?
–Con relación a Vox, vale la pena resaltar la visión de Félix Ovejero, profesor de Filosofía Política de la Universidad de Barcelona. Hombre de izquierda y que ha logrado desmontar al nacionalismo separatista usando sus mismos argumentos, señala que "Vox es heterogéneo. En Cataluña, es España. Es un partido reaccionario conservador como la Democracia Cristiana tradicional, pero no es un partido fascista". Y, lo más interesante que señala es que "tiene una calidad democrática muy por encima de Podemos, que ha sido un partido escuadrista que ha tenido gente que le ha reído las gracias a los terroristas, que ha amenazado a la gente y que su secretario general (Pablo Iglesias, ya retirado de tal cargo) dijo que se alegraba de que le patearan la cabeza a un policía". Señala que Vox sí, quiere cambiar cosas, pero a través de los mecanismos democráticos que hay y no mediante su intento de subversión desde adentro, a diferencia de Podemos.
–Kast hizo una gira europea donde visitó a Vox, en España, y también Italia y Polonia...
–Su gira es algo normal ya que, aunque nadie apostaba por él antes del segundo aniversario del 18-O, busca conexiones internacionales en una lógica de reagrupamiento a nivel global que, en el mundo de habla hispana, es claramente alentado por Vox. Se trata de una derecha extrema que puede ser muy antiglobalista, pero que entiende las bondades de la globalización para articularse por encima de las fronteras y que, en ese sentido, están resultando buenos discípulos de estrategias internacionalistas en las que siempre ha llevado ventaja la izquierda.
–¿Qué papel está jugando hoy Vox en la política española y europea?
–En la política española, tiene hoy la oportunidad de capitalizar el descontento frente a la crisis sanitaria y económica generada por el Covid-19 frente a un Podemos desgastado y que, aunque se comporte como antisistema desde el gobierno, es visto hoy como parte del oficialismo. Los de Santiago Abascal siguen manteniendo su lugar de tercera fuerza en el Congreso si hoy hubiera unas elecciones generales y ha encontrado un filón a explotar: la defensa de varias causas ante los tribunales. Fue quien presentó la demanda contra los protagonistas del referéndum unilateral de independencia (querellas por el "procés") llevándolos a la cárcel hasta que el gobierno de Pedro Sánchez los indultó.
–¿Observa similitudes entre Abascal y Kast, ambos firmantes de la llamada Carta de Madrid, para frenar el comunismo en Iberoamérica (o la "Iberosfera", como le llaman)?
–Desde el punto de vista de la personalidad son distintos, pero ambos corresponden al anhelo de prefigurar liderazgos conservadores fuertes cuya convergencia en la firma de la llamada Carta de Madrid se explica por el deseo de instalarse como contrapeso a cónclaves progresistas ya existentes como el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla y, desde allí, obtener una vitrina política que les permita transformarse en referentes.