En su última reunión de política monetaria, el Banco Central
decidió por la unanimidad de sus miembros mantener en 8,25% la tasa de interés.
Así se desprende de la minuta que publicó el organismo en su sitio web.
En el documento, el Central dijo que todos los Consejeros coincidieron
en que la principal noticia del mes eran las dificultades por las que
atravesaba la economía mundial. Además, coincidieron que dada la dinámica de
los acontecimientos no era posible determinar, por ahora, cuál era el nuevo
escenario externo que se enfrentaba, pero que este sería más adverso que el
presentado en el IPoM de septiembre.
"Todos los Consejeros destacaron que internamente el
principal impacto de la crisis en las economías desarrolladas se había
observado en las variables financieras, en particular en la depreciación del
peso y las restricciones de crédito y liquidez que se daban en algunos
segmentos del mercado", dijo en el documento.
Un Consejero agregó que, a su juicio, las condiciones
financieras enfrentadas por hogares y empresas se habían deteriorado
significativamente. Otro Consejero destacó que la crisis financiera
internacional y las reverberaciones observadas en Chile hasta ahora, no debían
evaluarse como un ajuste normal. Ello, porque habían características de
racionamiento en el acceso al crédito que eran anormales en el mundo
desarrollado y que correspondía monitorear eventuales señales al respecto en el
mercado chileno.
Todos los Consejeros destacaron el deterioro en el panorama
de inflación de corto plazo, en particular por la abrupta y significativa
depreciación del peso. Al mismo tiempo, coincidieron en que, por el contrario,
los cambios en el escenario macroeconómico probablemente reducirían las
presiones inflacionarias de mediano plazo, favoreciendo la convergencia de la
inflación a la meta en el horizonte de política. Destacaron que ello había sido
ya en parte recogido por las expectativas de inflación que se habían ajustado a
la baja para el mediano plazo.
Otro Consejero agregó que le parecía claro que, pese a la incertidumbre
que persistía en torno a la crisis financiera internacional, sus efectos reales
iban a contribuir a la tarea de enfriar la economía y generar las holguras
necesarias para garantizar la convergencia de la inflación a 3%.