Los cuantiosos costos de los tiempos de sequía
Chile será el único país en la región que en 2040 enfrentará estrechez hídrica.
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Comenzó la cuenta regresiva. Nos restan apenas 21 años para que Chile se enfrente al llamado estrés hídrico y deba elegir a qué destinará el agua, siendo el único país de América Latina en dicha situación.
Aunque no será el escenario extremo planteado en Mad Max, la película protagonizada por Mel Gibson, la tensión socioambiental irá en aumento como se ha observado en episodios previos.
Y hay precedentes. La gran sequía de 1968-1969 fue uno de los detonantes del levantamiento social que culminó en la reforma agraria.
El 1 de enero de 1968 los termómetros se dispararon hasta los 35 grados en la zona central. Con el avance del verano y el calor, los incendios devastaron la Región de O’Higgins.
Las pérdidas en el agro fueron millonarias. “La producción de cereales y hortalizas decreció 65%, las áreas de riego disminuyeron 40% y el ganado del país se redujo en 45%”, detalla el ministro de Agricultura, Antonio Walker.
Ya en noviembre de ese entonces los chilenos debieron adelantar sus relojes una hora, medida que se mantiene hasta hoy. Un año antes, la baja presión de las cañerías había obligado a establecer horarios para el consumo de agua.
Veinte años más tarde, Santiago se quedó a oscuras: 81 días de razonamiento eléctrico debido a la sequía y a la falla en la central Nehuenco, llevaron a la población a manifestarse en las calles, mientras los precios saltaron y la inflación terminó muy por sobre 5%. A esto se sumó el golpe de la crisis asiática y, como el resto del mundo, caímos en recesión.
“Entre 1999 y 2000, el Fenómeno de La Niña contribuyó a volver más crítica la situación en comparación a sequías anteriores, que habían logrado atenuarse gracias a temporales de lluvia”, dice la autoridad.
Los precios también subieron en 2015 por la sequía. Las paltas y tomates desaparecieron de las mesas. Ese año, la inflación cerró en 4,4% y el país creció 2,3%.
Para localidades como Petorca, las alzas fueron el menor de sus males. Ellos se quedaron sin agua y comenzó el desfile de los camiones aljibes. Más tarde se sumaron Salamanca y Las Cabras. Los vecinos se agolparon a las calles culpando a los palteros y mineras en un conflicto que sigue latente.
Entre 2010 y 2016 el Estado gastó $ 92 mil millones -US$ 130 millones- en el arriendo de camiones aljibes para abastecer a 400 mil personas.
Ahora, el gobierno se ha hecho eco de la megasequía que abarca desde Coquimbo al Maule. Es la nueva realidad que enfrenta junto al mundo y el cambio climático, pues en los últimos 50 años estos períodos secos han sido más frecuentes y prolongados. Si antes su promedio de aparición era de 40 años, hoy es de 10 e, incluso, menos.
En el verano pasado varias localidades en Chile rompieron récords y superaron los 40º. Hay déficit de lluvia y se estima que de aquí a 2050 la temperatura subirá entre 0,5 y 2 grados, dependiendo de la zona, con menores precipitaciones, pero más intensas.
“La problemática hídrica está instalada, dejando al país con una vulnerabilidad en lo ambiental, social y económico, aumentando la exposición a eventuales conflictos sociales y económicos”, advirtió el estudio “Transición hídrica” de Fundación Chile.
Golpe para el PIB
El sector agropecuario representa el 3% del PIB nacional. “Si se consideran los encadenamientos hacia atrás y hacia adelante de los sectores primarios, la participación ampliada se encuentra en torno al 14%”, puntualiza Walker.
El secretario de Estado indica que es posible que este año la contribución de la agricultura al PIB cambie. Hasta ahora, la baja en los cultivos se ha dado hacia el sur, donde ha habido lluvias. “Si la sequía continúa hasta el próximo año, será más probable que se afecte la producción de varios rubros”, explica.
De acuerdo a la información de Cuentas Nacionales, en los años que han seguido a un año seco en las últimas dos décadas, el PIB del sector agropecuario creció en promedio 5,9% menos que en un año normal, advierte el economista de Santander, Fabián Sepúlveda, precisando que para el ejercicio consideró como años secos 1998, 2007, 2011, 2013 y 2018.
“Dado que la agricultura representa en torno a 3% del Producto total, dicha diferencia podría significar hasta dos décimas menos de crecimiento del total. El impacto podría ser menor en la medida en que la tecnificación del riego permita al sector agrícola gestionar de mejor manera los recursos hídricos en períodos de escasez”, apunta el economista.
Si bien este año aún está en marcha, la sequía sí irá restando décimas a la actividad futura. El mismo Banco Mundial ya advirtió que “algunas regiones podrían ver sus tasas de crecimiento disminuidas en hasta 6% del PIB a 2050 como resultado de problemas relacionados con el agua”.
En el otro extremo, la inflación sigue la tendencia opuesta. Un análisis técnico de Santander señaló que por efecto de la sequía el precio de las frutas y verduras prácticamente se duplicó en la última década. Si entre 1999 y 2009 su valor subió 2,4%, desde 2010 hasta ahora lo ha hecho en 6,9%.
¿Y la próxima cosecha?
En el segundo trimestre del año la actividad agropecuaria-silvícola se contrajo 5%, según las cifras del Banco Central, reflejo de caídas de todas sus agrupaciones.
Hubo menores cosechas de maíz y remolachas y de hortalizas de consumo fresco, bajó la producción de kiwis, uva y manzanas y hubo menor producción de leche, aves, cerdos y ovinos.
Las mermas se produjeron por la menor superficie sembrada ante deficientes resultados económicos de la temporada anterior.
De ahí la inquietud por el futuro. En la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA) están preocupados. Su secretario general, Juan Pablo Matte, recalca que más allá del alto déficit de precipitaciones en la zona central -en torno al 70%-, la bajísima acumulación de nieve, que luego se transforma en el agua de riego para la agricultura en primavera y verano, les quita el sueño. “Aún no hay daño y esto debiera reflejarse a partir del inicio de las cosechas, con menores ofertas o bien con calibre relativos de la fruta más pequeños”, sostiene.
Si bien es muy aventurado precisar el completo efecto en el PIB agrícola y nacional, no duda del efecto.
Opinión compartida por el presidente de Fedefruta, Jorge Valenzuela, quien menciona que trabajar los huertos con esta emergencia hídrica es delicado, dado que en el caso de la uva de mesa es un producto que es 90% agua. “Tenemos que ver cómo se viene la primavera, cómo van a ser las temperaturas, y si tendremos o no eventos climáticos que puedan impactar la producción”, agrega.
¿Y el consumo humano?
Por Ley las empresas de servicios sanitarios deben garantizar la continuidad del servicio. Desde Essbio explican que la falta de precipitaciones en los últimos años se ha traducido en menores caudales de agua en las fuentes superficiales y bajas en los niveles de los pozos en las zonas donde operan. No obstante, precisan, sus sistemas de producción de agua potable están funcionando con normalidad.
"En Essbio abordamos la continuidad de servicio como desafío estratégico, ya que no podemos interrumpir el suministro de agua potable producto de la sequía ni aceptar que nuestros clientes se vean afectados por este fenómeno. Por eso, diseñamos y estamos implementando un plan de eficiencia hídrica con foco en la disponibilidad y calidad del agua de aquí a tres décadas", agregan.
El plan contempla una inversión de $ 183 mil millones a 2023 y considera, entre otras cosas, la construcción de nuevas plantas de producción y ampliación de otras.
Definiciones en el Río Elqui
Esta semana los dirigentes de la Junta de Vigilancia del Río Elqui y sus Afluentes definirán la oferta del recurso para los próximos 12 meses. El valor de los caudales en la cuenca está bajo el promedio en los distintos sectores, lo que obedece a que 2029 es el segundo año seguido con un alto déficit en precipitaciones nieve/agua.
"La situación no es favorable y creemos que es fundamental mantener todas las acciones del ámbito público y privado en términos de un uso eficiente", señaló el directorio, cuya organización debe realizar un reparto de las aguas de la cuenca entre los usuarios.
Dicho manejo, apunta el directorio, ha permitido que pese al desalentador escenario hídrico, los embalses estén en una condición de acumulación que supera el 90% de su capacidad total.
No obstante, el déficit de precipitaciones en la Región de Coquimbo (enero-julio) es más del 80% para las tres provincias. Las dotaciones de agua para la próxima temporada se proyectan muy deficitarias, por lo que se profundizará el déficit y eso podría aumentar el impactos productivo. Este escenario no excluye a la cuenca del río Elqui.