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Relato desde el epicentro de la crisis de Trump

Mauricio Campusano, periodista y exgerente de comunicaciones de Codelco, vive en Washington. Dice estar convencido de que lo ocurrido en el Capitolio, la caótica presidencia de Donald Trump y el proceso electoral de 2020, se transformarán en una película. Este es su relato.

Por: Por Mauricio Campusano | Publicado: Sábado 9 de enero de 2021 a las 04:00 hrs.
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El asalto al Capitolio no comenzó el miércoles. Con mi familia vinimos a Washington a estudiar inglés y a vivir un año sabático. En estos meses hemos sido testigos de hechos que quedarán en la historia mundial. Hemos estado en las manifestaciones del movimiento Black Lives Matters (BLM), en las celebraciones del triunfo de Joe Biden y hasta tengo una foto con Kamala Harris cuando me la encontré trotando en el East Potomac Park. Nunca, sin embargo, esperamos ser testigos del asalto al Capitolio del miércoles 6 de enero.

Llegamos el 1 de junio pasado en medio de las protestas tras el asesinato de George Floyd. Antes de ir al departamento que arrendamos, lo primero que hicimos fue ir al centro de Washington para buscar algo de comer. Y lo que nos encontramos ahí fue como estar en el centro de Santiago post estallido social, con ese ambiente de protesta, manifestantes en las calles y cientos de policías y efectivos de seguridad resguardando las esquinas y edificios emblemáticos. Ver la Casa Blanca, el Capitolio, la Corte Suprema y los monumentos nacionales con un perímetro de seguridad no es algo que esté en la imagen colectiva.

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Estaba en una de mis clases diarias de inglés, cuando alrededor de las 14 horas del miércoles comencé a recibir mensajes simultáneos de mis amigos y familia en Chile. "¡Cuídate!", me repetían. "¡No se te ocurra ir a reportear!", me decían otros. "Las niñas, ¿cómo están?", nos preguntaban mi mamá y mi suegra. Prendimos la televisión y quedamos sorprendidos. Desórdenes y violencia que habitualmente vemos en Sudamérica, se desencadenaban a sólo cinco kilómetros de mi casa, en la capital de la democracia mundial.

No dudé un minuto: "Tengo que ir". Hace mucho que no trabajo en periodismo, pero ésta era una noticia internacional en la que había que estar. Pero era bastante peligroso. El temor de mi esposa, y también el mío, no era a quedar atrapado en un enfrentamiento con la policía, sino a ser atacado por algún grupo de manifestantes pro Donald Trump, quienes ejercen un discurso antiinmigración y suelen andar armados en cada manifestación.

Me abrigué y viajé hasta DC en un carro de Metro que iba vacío. La estación más próxima a la Casa Blanca queda a solo tres desde donde vivo. Una vez en Pennsylvania Avenue comencé a caminar el trecho que lleva al Capitolio. No vi policías desplegados en las calles como fue en BLM, pese a que ya se había producido el asalto al Capitolio y que se sabía desde hacía dos semanas que los grupos pro Trump se reunirían en Washington el día en que el Congreso certificaría el triunfo de Joe Biden.

De hecho, el Hotel Harrington -donde suelen alojarse los seguidores de los Proud Boys, el grupo más radical de los seguidores de Trump- cerró sus puertas esta semana para evitar que sus líderes se quedaran ahí.

Cientos de personas que estuvieron en la manifestación llegaron a Washington en buses desde otros estados. Hubo muchos que llegaron la noche anterior y desde muy temprano ya se les veía en los alrededores del monumento a George Washington, el icónico obelisco que caracteriza la ciudad. La razón era sencilla.

A sólo metros de ahí estaba el escenario en el que hablaría Donald Trump; su hijo mayor del mismo nombre y el exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani. Sus discursos no variaron de lo que ya habían repetido desde la elección, salvo porque al concluir el propio Presidente norteamericano incitó a sus seguidores a caminar hacia el Capitolio para "acompañar" a algunos de los senadores republicanos que se opondrían a la certificación del resultado electoral.

Arribé ahí cerca de las 16 horas. Los manifestantes más radicales ya habían irrumpido dentro del edificio, se habían sacado fotos en el asiento que ocupa Mike Pence y habían destrozado varias cosas en su interior, los congresistas habían sido evacuados y había quienes escalaban las paredes para ingresar.

Como cientos igual que él, un profesor jubilado de Ohio marchaba con una pancarta con la leyenda "Stop the steal". "No quiero que EE.UU. viva lo que ha sucedido en países de Sudamérica con regímenes de la izquierda socialistas. Joe Biden, Kamala Harris y los Demócratas abrazan y promueven ideas de izquierda. Tenemos que defender a América de China y Trump ha demostrado un liderazgo sólido para hacerlo", me dijo.

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"Estas elecciones fueron fraudulentas, injustas y robadas por los demócratas. No podemos permitir que este fraude se concrete y quede impune, porque significará que nuestro sistema electoral nunca más será limpio. Vamos a seguir luchando para defender la democracia de este gran país", me comentó un hombre que rondaba los 35 años, proveniente de Carolina del Norte.

Los "primera línea"

Los alrededores parecían una fiesta multicolor, porque había mucha gente disfrazada de superhéroes, de Village People, forrados en banderas de Estados Unidos, de Trump y de la Confederación. Así también había otros con ropa militar, rodilleras, coderas y escudos protectores listos para el enfrentamiento, similares a los que se ven en Plaza Italia.

Algunos critican que la policía no los detuvo o no los reprimió. Pero otros creen se evitó el enfrentamiento porque se tuvo en cuenta que muchos de los Proud Boys tienen formación militar y circulan con armas por las calles del país.

Debido a los enfrentamientos, una mujer murió por un disparo ocurrido dentro del Capitolio (luego se confirmó la muerte de otras cuatro personas, una de ellas un policía), la policía también usó bombas de humo y gas pimienta para tratar de desalojar a los que lograron entrar a los despachos de Nancy Pelosi (líder demócrata) o hasta la propia sala del Senado.

Alrededor de las 17 horas mucha gente comenzó a abandonar el lugar. Sucedió después de la viralización de un video en el que Trump les pedía manifestarse en paz y del anunció de que el toque de queda comenzaría a las 6 de la tarde. Como es invierno, además, a esa hora ya estaba oscureciendo. Y aunque muchos se quedaron hasta incluso el anochecer, cientos se fueron en los buses que los habían traído a DC o utilizaron el metro que conecta con Virginia, Alexandria, Maryland y otros lugares cercanos a Washington. Entre ellos, yo.

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Mi señora constantemente me preguntaba dónde y cómo estaba, y me avisó de la hora del toque de queda. Así que busqué una estación de metro, que esta vez sí iba con muchos pasajeros que venían de la manifestación, la mayoría de los cuales no utilizaba mascarilla y mantenían escasa distancia social. El ambiente era de tal euforia entre ellos –"well done, good job", se felicitaban unos a otros-, que temí llamar la atención, tanto porque iba usando tapabocas -se transformó en una señal política- como por mi evidente apariencia de extranjero.

El jueves volví al Capitolio, pero esta vez con mi familia. La ciudad ya había recobrado la "normalidad" en pandemia y se había quedado prácticamente vacía de manifestantes pro Trump. Había más policías desplegados y también todos los corresponsales de medios extranjeros que viven en esta ciudad.

Quedan menos de 2 semanas para el cambio de mando y, al parecer, se desarrollará con normalidad. En un video divulgado por Twitter, Trump se comprometió a realizar una entrega ordenada y habló que es tiempo de unidad y reconciliación. Según se sabe, ese 20 de enero realizará un acto con sus seguidores en Florida en lo que podría ser el comienzo de su campaña para repostular en 4 años, basado en los más de 74 millones de votos que obtuvo en la reciente elección.

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