El sueño americano de los Ceja: De recoger uvas a tener una viña en California
Amelia Ceja y su familia son el vivo ejemplo del American Dream. Ese que muchos dicen que ya no existe, y que Joe Biden ha prometido revivir.
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Era el primer sábado después de su llegada. Amelia arrastró el canasto -casi tan alto como ella- y comenzó a cosechar uvas, tal como su padre le acababa de enseñar. No recuerda cuánto le pagaban por cada cesto, pero sí que al final de aquella tarde el capataz de la viña puso en sus manos US$3.
"Me sentía millonaria. Esa misma tarde le dije a mi papá: Esto es lo que quiero hacer y un día tendré mi propia viña", cuenta Amelia Morán Ceja, desde su casa en el Valle de Napa.
Amelia llegó a Estados Unidos a los 12 años, junto a su madre y hermana, desde un "ranchito pequeñito, sin escuela, y sin agua potable" ubicado en Jalisco, México. Era 1967. Dos años antes, el gobierno del demócrata Lyndon B. Johnson había logrado pasar por el Congreso el Acta Hart-Celler, que permitiría a miles de migrantes indocumentados obtener la residencia para ellos y para llevar sus familias a Estados Unidos.
Uno de ellos era el mexicano Felipe Morán. "Mi papá no tenía papeles... No era ilegal, nadie es ilegal. Pero no tenía documentos", aclara Amelia. La viña en la que Felipe Morán era mayordomo estaba en el mismo valle donde hoy se levantan las 47 hectáreas de Viñas del Sol y Ceja Vineyards, las dos empresas que preside su hija.
El apellido Ceja lo aportó Pedro, esposo de Amelia, y a quien conoció aquel sábado de 1967, también recolectando uvas. Al igual que ella, Pedro tenía 12 años y acababa de llegar junto a sus seis hermanos. Uno de ellos, Armando, es el enólogo de la familia, y se ha especializado en la elaboración de vinos boutique.
"Podríamos producir hasta 100 mil cajas, pero no lo haremos nunca. No nos interesa", declara Amelia muy segura. Ceja Vineyards produce hoy unas 7.000 cajas de botellas que se venden cada una por entre US$30 y U$56. El negocio lo componen también una sala de cata y un restaurante de comida mexicana.
Hijos de inmigrantes, combinaron la cosecha de los campos con los estudios. Mientras otros adolescentes se divertían, Amelia y Pedro, y sus hermanos, cosechaban uvas, aprendían de cepas y cómo sembrar y cuidar de los viñedos. Fueron a la universidad, en el caso de Amelia con una beca por sus buenas notas.
Pedro hizo carrera en Silicon Valley, donde trabaja hasta hoy. Adquirieron su primer terreno en 1983, gracias a una costosa hipoteca y las utilidades de unas modestas inversiones de sus padres. Los tres hijos de Amelia y Pedro también estudiaron en la universidad, pero ya no cosechan los campos. Los Ceja son la viva imagen del "American Dream".
El término lo acuñó el historiador James Truslow Adams, hijo de un inglés-venezolano, en su libro "The Epic of America" (1931). "No se trata de un sueño de coches y salarios elevados, sino de un sueño de orden social; en el que cada hombre y cada mujer puedan alcanzar lo máximo de lo que son capaces por naturaleza, y ser reconocidos por lo que son, independientemente de las circunstancias fortuitas de su nacimiento o posición", escribió Truslow. O como lo resumen migrantes o hijos de migrantes en EE.UU: "Si cumples las normas, si estudias y trabajas mucho, tendrás éxito".
Esa es la gran promesa sobre la que se ha construido la imagen de EEUU como tierra de oportunidades. No solo para los inmigrantes, también para sus residentes blancos. Una imagen que se vio fortalecida por la mejora en las condiciones de vida de la clase trabajadora de la posguerra. ¿Es así? La ahora presidenta de Ceja Vineyards afirma que el deterioro en las oportunidades para los inmigrantes y la clase media en general se ha acelerado en la última década.
Las cifras acompañan su percepción. Un estudio del Centro de Investigación Pew reveló que la población perteneciente a la clase media en ese país se redujo de un 61% en 1971 a 51% en 2019. Peor aún, si en 1971, el 62% del ingreso agregado estadounidense estaba en manos de la clase media, en 2018 era solo el 43%. Este deterioro se debió al acelerado aumento del patrimonio promedio de los hogares de mayores ingresos en la última década.
"Podemos superar este mortal virus, reconstruir el empleo y reconstruir la clase media", prometió Joe Biden en su toma de posesión.
Este fue uno de los ejes de su campaña. Entre las primeras medidas anunciadas, y que forman parte del plan en respuesta a la crisis provocada por la pandemia, Biden propone la distribución de cheques por US$1.400, el aumento del crédito fiscal por cada hijo, la condonación de US$10.000 de deuda estudiantil y el aumento del salario mínimo a US$15 por hora.
La efectividad de las medidas es cuestionable. Se teme que el aumento del salario mínimo perjudique la contratación de los más jóvenes; y se puede argumentar que no todos los hogares requieren de un cheque por US$1.400, cuando datos hasta octubre (los últimos disponibles) muestran que la tasa de ahorro sigue duplicando el promedio registrado previo a la pandemia.
En sus primeros días en la Casa Blanca, el mandatario ha dejado en claro que no le preocupa aumentar el déficit fiscal (ya en 15% del PIB), ni la deuda pública (131% del PIB), con la teoría de que el dinamismo económico de estas medidas pagará los costos en el futuro. Pero también buscará otra fuente de financiamiento. El corazón del plan de Biden es una reforma tributaria, en la que se buscará aumentar los impuestos a las familias con ingresos por sobre los US$400 mil, el mismo grupo que según la Comisión Tributaria Bicameral del Congreso estadounidense identificó como el principal beneficiario de los recortes tributarios aprobados durante el gobierno de Donald Trump.
Durante su campaña, Biden anunció que buscará elevar los impuestos al 1% de mayores ingresos del 37% al 39,6%, y a las empresas de 21% a 28%. En este último caso, la tasa todavía estará por debajo del 35% vigente previo al recorte de Trump.
Hay dudas de que la reforma tributaria pase por el Congreso tal como lo planea Biden. Los demócratas requerirían para ello el apoyo de, al menos, 10 senadores republicanos para lograr el quórum necesario. Biden ha decidido esperar y entre sus primeros anuncios no mencionó el alza de impuestos, que quedaría postergada para cuando la economía se haya recuperado del impacto de la pandemia.
Para Amelia, más que el tema tributario, lo importante son otras políticas, como el acceso a la salud y la educación. "Cuando recién llegué, sí había más preferencias para los blancos, pero también había muchas oportunidades de educación, de aprender el idioma, y otros idiomas. Yo en la escuela pude estudiar francés", relata, y reconoce que la clave del éxito de su familia es la importancia que sus padres dieron a la educación, incluyendo a las mujeres.
Los Ceja no son solo críticos de Donald Trump, sino de todos los gobiernos republicanos que han visto pasar. No ocultan su apoyo por el Partido Demócrata, lo que se explica muy bien por la oportunidad que significó para ellos su política migratoria.
Ahora tienen sus esperanzas puestas en Biden. En su pasado como hijo de un vendedor de autos, y -sobre todo- en su gesto de llevar hasta su oficina un busto del sindicalista y activista mexicano-americano César Chávez. "Tenemos esperanza", sonríe Amelia.