¿Es posible usar tecnologías emergentes para elaborar la nueva Constitución de Chile?
Expertos opinan que es útil para sistematizar y priorizar las conversaciones de los cabildos, descartan otros usos como levantar información individual.
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A casi un mes del estallido del conflicto social en Chile, la demanda ciudadana por una nueva Constitución podría hacerse realidad, luego que el domingo pasado, el ministro del Interior, Gonzalo Blumel, confirmara que el gobierno iniciará un proceso para una nueva Carta Magna.
Y aunque hay diferentes vías para abordarla, como Asamblea Constituyente, como propone la oposición o un Congreso Constituyente o Convención Constituyente -integrada por parlamentarios y representantes de la sociedad civil-, que sería la alternativa del Ejecutivo, ambos sostienen que el diálogo y la participación ciudadana son necesarios en la redacción del nuevo documento.
Expertos analizan las ventajas y riesgos que implicaría introducir tecnología en el proceso constituyente y coinciden en plantear que uno de los espacios propicios para usarla, son los cabildos ciudadanos.
El abogado y académico del programa Derecho, Ciencia y Tecnología de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica (UC), Matías Aránguiz, explica que en el proceso de elaborar una nueva Constitución hay varias fases. La primera corresponde a educar sobre qué debiese tener una Carta Fundamental. "Vamos a tomar una decisión como país, y siempre las decisiones tienen que ser informadas", afirma el abogado. A su juicio, los espacios para tener las conversaciones son los cabildos, pero las discusiones que se llevan a cabo en ellos "son difíciles, no son sólo un catálogo de derechos", asegura.
Por lo tanto, propone incorporar mecanismos interactivos de e-learning y aprendizaje para educar sobre lo que significa una nueva Constitución y lo que se tiene que definir en ella. Explica que el mayor valor de la tecnología en el proceso constituyente es justamente educar, pues con este paso, "se estandariza que todos discutamos lo mismo" en los cabildos, lo que garantiza el nivel de la conversación.
Respecto a los cabildos, Aránguiz también propone "digitalizarlos", o sea, "darles herramientas para estandarizar los procesos".
Una visión similar tiene el investigador de TrenDigital, el think tank de la Facultad de Comunicaciones de la UC, Daniel Halpern, quien plantea la posibilidad de grabar los cabildos, para luego, a través de un análisis con Inteligencia Artificial (IA), ordenar por temáticas lo conversado, lo que permitiría mostrar lo más comentado o por orden temático las mayores preferencias.
Para Halpern se trata de levantar, sistematizar y priorizar información. La tecnología "facilita procesos, levanta mejor información, prioriza, sistematiza", explica el experto, quien sostiene que esta es sólo una de las formas de aplicar tecnologías. "En estricto rigor, la tecnología permite tener mayor información, ordenarla y visualizarla, entonces uno debería tomar mejores decisiones", comenta.
El investigador del Instituto Milenio Fundamento de los Datos, Jorge Pérez, dice que hay múltiples herramientas que se podrían aplicar al proceso, como tecnologías para hacer resúmenes automáticos, clasificar propuestas y fundamentos discutidos, y crear cúmulos de temas similares para entender lo que la gente piensa como conjunto.
Plantea que estas tecnologías deben usarse como apoyo de las personas que procesarán discusiones, y explica que se hizo un ejercicio con el proceso constituyente impulsado por la expresidenta Michelle Bachelet en 2016.
También hay riesgos
Pese a las oportunidades, los académicos también advierten que su utilización conlleva riesgos.
Aránguiz identifica como un eventual problema usar tecnología para levantar información, ya que podría significar marginar a grupos con menor penetración digital y más vulnerables. "La mayor parte de las urgencias de la democracia están en ellos hoy día", por lo que rechaza de plano, por ejemplo, desarrollar una aplicación para móviles en la que la ciudadanía priorice sus demandas.
"Ningún sistema es perfecto", afirma Halpern, quien explica que se podría introducir el uso de bots, que una persona vote varias veces en una misma pregunta, e incluso, que individuos con una agenda particular intenten imponerla usando la tecnología a su favor.
Pérez también descarta usar la tecnología para levantar información de forma individual respecto a la Constitución, ya que significaría eliminar "todo el proceso que enriquece la política y la democracia". Pero afirma, que "el riesgo principal es pensar que la tecnología va a resolver los problemas políticos". El investigador se define como "de tecnología", pero asegura que "la política no puede ser reemplazada ni por la más avanzada tecnología actual" ni en un futuro cercano. "Debemos entender que la tecnología es una herramienta y el proceso al que nos enfrentamos es esencialmente humano, de discusión y de acuerdos", sostiene Pérez.
Análisis de los datos
Respecto a qué hacer con la información que se obtenga de los cabildos, los expertos manifiestan diferentes opiniones. El director de Estadística en la Facultad de Matemáticas y Estadísticas UC y director del Laboratorio Interdisciplinario de Estadística Social (LIES), Ernesto San Martín, advierte como una preocupación la necesidad de sistematizar la información para que "quede en la nube".
"Desde la tecnología podemos ayudar a analizar toda la información escrita", "se producirán cientos de miles de textos", afirma San Martín.
El académico explica que mediante análisis estadístico de datos textuales, se puede "extraer la información relevante que podría después servir para alimentar una redacción de una nueva Constitución". Si bien hay varias formas de hacer este análisis, aclara que se trata de identificar los ejes temáticos que tendrían las discusiones.
Para San Martín, es fundamental tomar en cuenta los aspectos contextuales en el análisis de textos, pues una palabra puede estar mencionada muchas veces en situaciones distintas. Para lograrlo, es necesario que el grupo que estudie los datos sea interdisciplinario, y cuente con estadísticos, lingüistas y cientistas sociales.
Aránguiz, en tanto, advierte que en el análisis de datos existe cierta "presunción de cientificidad", por lo que propuso que el proceso sea "lo más sencillo posible".