¿Cuál es el propósito de las empresas? Muchos ejecutivos dirían que su función es maximizar los rendimientos para los accionistas atendiendo a las necesidades de los clientes, quizá con beneficios sociales como efecto secundario.
Sin embargo, un creciente número de compañías cree que su propósito principal es servir al bien común, y la forma en que comunican sus actividades al mundo necesita cambiar para reflejar esta función.
Uno de estos idealistas es Vaude, una empresa familiar que fabrica ropa deportiva de montaña con su matriz en el sur de Alemania, cerca de la idílica costa del Lago Constanza. Tiene 1.600 empleados y aspira a convertirse en la marca para actividades al aire libre más sustentable de Europa.
"Soy totalmente crítico con el sistema y la manera en que se aprende economía; esta noción de "homo-económico" que se esfuerza sólo en maximizar beneficios es una forma unidimensional de pensar en los negocios", dice su directora ejecutiva, Antje von Dewitz. "Las empresas deben hacerse responsables de sus acciones hacia sus empleados, la comunidad o el medio ambiente".
Para vivir sus ideales de forma completa, Vaude está a punto de generar su primer "balance de bien común" adicional a la hoja de balance convencional que lista sus activos y costos.
Esta innovación en el reporte se entiende quizá mejor como una tarjeta de puntuaciones. Premia con puntos a las compañías participantes según cómo han actuado en una forma humana, cooperativa, sustentable y democrática. Y hay puntos negativos para las violaciones de los estándares laborales, contaminación, la desigualdad de salarios para las mujeres y el uso de paraísos fiscales.
Un auditor externo evalúa los acuerdos de la compañía con proveedores, inversionistas, personal, clientes y comunidad, según una matriz de criterios preexistente, y concede una puntuación general, siendo el máximo 1.000 puntos.
Todo esto no significa abandonar una mentalidad pro-beneficios, insiste von Dewitz: "Por supuesto, no puedo tomar una decisión sin considerar sus implicancias económicas. Somos un negocio, no una ONG". Y añade: "Trabajamos muy duro para lograr excelentes resultados financieros que nos den la libertad de ser sostenibles y cumplir nuestras responsabilidades sociales".
El balance del bien común fue desarrollado por Christian Felber, un activista austriaco y fundador de Economía por el Bien Común (ECG, su sigla en inglés). Él explica que este balance señala a las compañías más éticas y espera que algún día llegue a sentar precedente entre los reportes financieros tradicionales.
Alrededor de 1.700 compañías, principalmente de Alemania, Austria y Suiza, han declarado su apoyo. Más de 200 han realizado una y han sido evaluados externamente. ECG ha mantenido conversaciones informales con cuatro compañías listadas sobre unirse al esquema. Aunque no quiso dar sus nombres indicó que la mayor da empleo a 350.000 personas.
"El dinero es sólo el recurso, no el objetivo", explica ante una taza de café en un hotel a unos kilómetros de la torre de Frankfurt, monumento al capitalismo. "El eslogan del sistema actual es: el negocio de la empresa es el negocio. Mi visión alternativa dice que el propósito de las empresas es el bien común".
Felber, un activista barbudo y pelirrojo que practica danza contemporánea en su tiempo libre, podría haber sido tachado de excéntrico. Pero la conversación sobre un triple resultado "personas, planeta y beneficios" ya no está confinado a un grupo marginal. Una de cada siete startups en Reino Unido son empresas sociales y en Estados Unidos las corporaciones benéficas con fines de lucro, comprometidas con crear un impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente se están convirtiendo en algo común.
Un creciente número de pensadores, liderados por el economista y premio Nobel Joseph Stiglitz, argumentan que el PIB es un criterio pobre para medir el bienestar porque falla en diferenciar entre lo bueno para la sociedad y lo malo.
Lo mismo podría decirse sobre la rentabilidad financiera. Varias iniciativas que promueven un enfoque más completo y transparente para el reporte de sustentabilidad de las empresas buscan llenar este vacío. Se incluyen aquí la Iniciativa del Reporte Global, que Vaude también apoya, Sustainability Accounting Standards Board (SASB) y el International Integrated Reporting Committee (IIRC) . ECG es considerada la más radical.
La cooperativa Sparda-Bank Munich fue una de las primeras en adoptar su hoja de balance del bien común, publicando una en 2011. Esto no fue tan inusual para el banco y sus 750 empleados ya que comparten los principales valores del movimiento, explica su director ejecutivo, Helmut Lind. "Planeamos durante mucho tiempo publicar un reporte de sustentabilidad. Pero no nos convencimos hasta que tomamos conciencia de la economía del bien común".
Sparda-Bank Munich es un banco local enfocado en productos financieros básicos. Creen que contribuir al bienestar de sus cooperativistas es más importante que maximizar sus beneficios. Su eslogan es: "Amigable y justo". "Parte de nuestro equipo preguntó al principio si su trabajo estaría a salvo si nos enfocábamos en cuidar del bien común, pero todos los empleados están convencidos y todas las reacciones han sido positivas", explica Lind. Y añade: "Es un trabajo duro, no puedes hacer un balance del bien común en dos horas, pero vale la pena para compañías que se toman en serio su responsabilidad hacia la sociedad".
Las aspiraciones de ECG son radicales: quieren llevar a cabo una revisión integral de nuestro sistema económico actual. Felber quiere ver límites en la propiedad privada y las ganancias, la prohibición de adquisiciones hostiles, dividendos y la especulación financiera. También cree que las compañías éticas deberían conseguir préstamos más baratos, pagar menos impuestos y tener prioridad en adquisiciones públicas.