El país ha incumplido sus obligaciones de bonos, la economía es un desastre, la inflación es galopante y el peso continúa depreciándose. Aún así, desde el pasado otoño se ha estado acumulando una sensación de optimismo en lo que respecta a Argentina, que durante tanto tiempo ha sido considerada un caso perdido en América Latina. Eso ha provocado que sus bonos –e incluso sus acciones– superen a los de sus vecinos regionales y a los de la mayoría del mundo de los mercados emergentes.
Sin duda ha ayudado que la economía y el peso se han estabilizado últimamente; la inflación bajó a sólo 29% desde más de 40% el año pasado. Pero el factor más importante ha sido la política: las elecciones de octubre marcarán el fin del mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y, en opinión de los mercados, cualquier otra persona será mejor.
Sus políticas, eufemísticamente descritas como "heterodoxas", han variado desde falsificar las estadísticas económicas hasta imponer controles de capital y extorsionar al capital privado (sólo pregúntenle a Repsol de España); y son, en gran parte, responsables de convertir la que antes era la nación más rica de América Latina en una de las más necesitadas.
No es de extrañarse que los inversionistas no puedan esperarse a que "CFK" se haya ido y ya estén elevando los activos argentinos con anticipación.
El repunte fue mayor entre septiembre del año pasado y abril de este año, conforme Mauricio Macri, uno de los tres candidatos presidenciales con posibilidades que más favorece al mercado, subía en las encuestas de opinión.
El equipo económico de Macri le ha dicho a Medley Global Advisors, un servicio de investigación propiedad del Financial Times, que se propone comenzar por todo lo alto si le favorecen las elecciones: levantaría de inmediato los controles de capital y las restricciones cambiarias, diseñaría una gran devaluación del peso para restaurar la competitividad de las exportaciones y trataría de llegar a un acuerdo rápido con los acreedores "holdout" de bonos con el fin de recuperar el acceso a los mercados internacionales de capital.
También eliminaría toda una gama de tarifas y la burocracia que ha frenado a la iniciativa privada, mientras que aumentaría los precios de la energía y el transporte a niveles realistas con el fin de estimular la inversión.
Aunque esto suene muy atractivo, las últimas encuestas muestran que Macri tiene una dura batalla contra Daniel Scioli, el candidato del partido gobernante. Aunque Scioli no es la opción personal de CFK –es un peronista convencional en lugar de un leal seguidor de CFK– no hay dudas de que va a estar bajo su influencia hasta cierto punto.
Y tampoco hay dudas de que ella hará lo que pueda para gobernar entre bastidores después de ceder el puesto formalmente. Esto significa que aunque Scioli y su campamento también están planeando regresar a la economía razonable, esto sucedería de forma más gradual que bajo el mandato de Macri.
Según las encuestas, ambos hombres recibirían alrededor del 35 por ciento de los votos cada uno, por lo tanto, la clave será lo que ocurra con Sergio Massa, el tercer candidato principal, cuya suerte se ha desvanecido rápidamente. Sus números han caído a menos del 15 por ciento y, si le va mal en las elecciones primarias de agosto, sus partidarios desertarán en masa. Lo que no está claro es si van a favorecer más a Macri o a Scioli o si se dividirán uniformemente. Si bien cualquiera de los dos representaría una mejora, el riesgo de una victoria "institucional" de Scioli ya no se está considerando en el precio de los activos argentinos.