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Óscar Romero es beatificado, pero no hay paz en El Salvador

En la víspera de su asesinato, Romero pronunció unas palabras que muchos creen que sellaron su muerte: "Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios", apremió a las fuerzas de seguridad. "Terminen con la represión".

Por: Jude Webber, Financial Times | Publicado: Martes 26 de mayo de 2015 a las 04:00 hrs.
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Treinta y cinco años después de que el arzobispo de San Salvador fuera asesinado por un escuadrón de la muerte de derecha mientras celebraba misa, Óscar Romero ha sido declarado un santo en ciernes.

En medio de globos, pancartas y un mar de camisetas festivas, cerca de 300,000 peregrinos se reunieron bajo el ardiente sol para ser testigos de la ceremonia de beatificación este sábado. Muchos en la congregación, sin embargo, sentían que el honor debería haberse otorgado mucho antes para un sacerdote que se había atrevido a hablar contra el régimen militar, la pobreza, la injusticia social, los asesinatos y la tortura.

En la víspera de su asesinato, Romero pronunció unas palabras que muchos creen que sellaron su muerte: "Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios", apremió a las fuerzas de seguridad. "Terminen con la represión".

Pero con un promedio de 22 muertes al día, y mayo que parece ser el mes más violento en una década, la paz por la que Romero oraba, es elusiva en El Salvador.

La violencia entre dos brutales pandillas, la Mara Salvatrucha, o MS-13, y Barrio 18 ha escalado en lo que Insight Crime, una consultoría, describe como una "guerra de baja intensidad" marcada por una cada vez mayor confrontación con fuerzas de seguridad desde el colapso de una tregua entre las pandillas al fin del año pasado.

En un video que supuestamente era un mensaje de las dos pandillas hacia el gobierno, transmitido en los medios sociales el mes pasado, una figura enmascarada, con un AK-47 dice que se están preparando para un "diálogo o guerra". Para el gobierno de izquierda, que la semana pasada estrenó su primer batallón antipandillas para desarticular la violencia, la decisión es difícil, la figura vestida de negro dice: "Diálogo o plomo, ustedes deciden".

Juan José Valle, un jardinero en Altavista, un barrio pobre en las afueras de la capital, que está bajo la garra del Barrio 18, dice que la violencia está peor ahora que durante los 12 años de guerra civil que se intensificaron después del asesinato de Romero, y que reclamaron 75,000 vidas.

"No puedo ir a la pastelería de allá arriba porque es el territorio del otro bando", dice, resignado a ser un prisionero en su propio barrio. "Si voy, irán tras de mis hijos".

Como la mayoría del país, la deteriorada periferia de San Salvador – donde muchas casas tienen techos de lámina acanalada y hay vigías con teléfonos móviles en callejones o en las esquinas – ha sido reclamada por las pandillas. Marcan sus territorios con las letras "MS" o con el número "18".

San Salvador tiene un estimado de 20,000 o más miembros de pandillas, de los cuales muchos han caído en el crimen por la falta de trabajos y oportunidades.

"Aquí es un crimen ser joven", dice Berta Álvarez, la encargada de una tienda en el barrio de Villa Lourdes. "Son sólo los jóvenes los que mueren".

Las alianzas pueden cambiar de una calle a otra; las pandillas marcan su territorio con grafiti en prácticamente todos los muros, matando rivales que se atreven a incursionar en su territorio así como a los locales que no cumplen el pago de la extorsión – o "renta" – que las pandillas requieren.

"Tienes que ver, escuchar y callarte", dice Valle.

Pero algunos dicen que las fuerzas del estado también son malas. Alma Elizabeth Gómez, que dirige una pequeña tienda en Campos Verdes, otro baluarte de Barrio 18, dice que la policía la amenazó después de que su hija reportó un teléfono celular robado.

"Recibí una llamada diciéndome que si no les daba $500 dólares ese día, matarían a mis hijos", dice. "No era la voz de un bicho," añade, usando el apodo comúnmente usado para describir a los miembros de una pandilla. "No era su forma de hablar. Aquí, no puedes ni siquiera confiar en las autoridades".

Enfrentando cerca de 2,000 asesinatos este año, Presidente Salvador Sánchez Cerén, anteriormente un líder izquierdista de guerrillas, ha promovido un 'Plan El Salvador Seguro', que incluye políticas sociales. El presidente ha inflamado tensiones al regresar a algunos de los jefes mayores de las pandillas a la prisión de Zacatecoluca, llamada "Zacatraz', después de que habían sido desplazados a sus prisiones ordinarias durante la tregua.

Pero su estrategia de enfrentarse a las pandillas puede ser contraproducente, advierte José Miguel Cruz, un experto en pandillas en la Universidad Internacional de Florida. "Los batallones antipandillas que el gobierno ha comenzado a usar son una táctica que ha fallado en el pasado ... no creo que funcione. Solamente escalará el conflicto entre las pandillas que atacan a los militares y a los oficiales de policía", dice.

Muchos, como la Sra. Gómez, parte de un creciente número de cristianos evangélicos, creen que la respuesta está en la oración. Este sentimiento lo comparte el Monseñor Rafael Urrutia, quien ha impulsado desde hace mucho el caso de la beatificación del arzobispo asesinado a pesar de la preocupación del Vaticano de que era simpatizante marxista. El Papa Francisco aceleró el proceso.

"Creo que la intercesión del Monseñor Romero puede ayudarnos a encontrar la paz", dice.

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