Por Gillian Tett
¿Ha vuelto Frankenstein? Esa es una pregunta que algunos inversionistas podrían hacerse al estudiar el universo de las Obligaciones de Deuda Garantizadas (CDO, su sigla en inglés). Después de todo, hace tan sólo tres años parecía que los engendros de CDO que proliferaron durante la burbuja crediticia habían desaparecido.
Pero ahora esos CDO aparentemente están empezando a dar señales de vida nuevamente. La emisión de obligaciones de préstamos garantizadas (CLO, su sigla en inglés) ha aumentado este año a US$ 37 mil millones. Y un informe del Wall Street Journal sugiere que algunos bancos de inversión están también considerando la emisión de CDO sintéticos, o grupos de derivados corporativos.
El punto clave a entender acerca del tema no es que la tecnología de CDO en sí sea un problema, sino más bien es la forma en que se utiliza a veces o cómo se abusa por parte de los bancos y los inversionistas adictos al arbitraje y a la búsqueda desesperada del rendimiento.
A mediados de los ‘90, cuando los banqueros de JPMorgan desarrollaron los CDO sintéticos a gran escala, estos instrumentos se utilizaban principalmente para “reempaquetar” la deuda corporativa. JPMorgan quería reducir el riesgo crediticio en sus propias cuentas y se dio cuenta de que si convertía este riesgo crediticio en derivados, podía crear títulos con diferentes niveles de riesgo, y venderlos a distintos inversionistas.
Pero a comienzos del siglo XXI, los bancos comenzaron a reempaquetar el riesgo hipotecario conjuntamente con los riesgos corporativos, en los CDO; los bancos y las aseguradoras comenzaron a explotar las lagunas en las regulaciones de manera tan agresiva que redujeron sus reservas en caso de pérdidas; los propios CDO se volvieron tan complejos y tan apalancados que se hizo difícil ver los riesgos inherentes en los dos primeros puntos; y hubo un colapso de los diferenciales de crédito. Para cuando la tasa de emisiones de CDO alcanzó su punto máximo a principios de 2007, los márgenes eran tan delgados y el apalancamiento tan alto, que una pequeña oscilación de los precios era suficiente para generarles grandes pérdidas a los inversionistas. Entonces ¿ha cambiado algo ahora? En cierto sentido, sí.
En estos días, los inversionistas y las agencias de calificación están vigilando las entradas de datos y manteniendo en balance el apalancamiento. Los reguladores también están luchando por frenar instancias atroces de arbitraje. Por lo que no es de extrañarse que el segmento de CDO que ha vuelto a la vida -los CLO- se centre en el riesgo empresarial y no hipotecario.
Y los bancos que participan en estos trámites ya no los colocan en sus portafolios con reservas mínimas. En cambio, estos CDO se venden a inversionistas que aparentan ser más sofisticados y conocedores que en 2007.