Por John Gapper
Por dondequiera que uno mire, Google está haciendo cosas extraordinarias. Pronto podría sobrepasar a Apple en el número de aplicaciones descargadas; está desarrollando automóviles autónomos; la gente usa sus excéntricos anteojos de realidad aumentada Glass; está firmando contratos de energía renovable en Sudáfrica y Suecia.
De ser una empresa con un solo producto en el que encontró una fuente de riqueza, las búsquedas de Internet, Google ha pasado a surgir, junto con Amazon, como la compañía dominante en tecnología de consumo del siglo XXI. Fred Wilson, un importante capitalista de riesgo, se pregunta ¿Quién va a parar a Google?
Mi respuesta es: nadie, o no muy fácilmente. En realidad, a mi parecer, la mejor comparación para Google no es Microsoft en los años ‘80, sino General Electric a fines del siglo XIX – la era de la electrificación. Como GE, Google es una empresa industrial multifacética en el peak de una ola de tecnología, con una habilidad asombrosa, no sólo para inventar productos de gran alcance, sino además para producirlos comercialmente.
Esto coincide con el ascenso de Larry Page, un líder indiscutido de la compañía que fundó hace quince años en la Universidad de Stanford con Segey Brin. En vez de manejarla como lo hicieran los “tipos de Google” –Page, el Brin y Eric Schmidt, su ex director ejecutivo y actual presidente – como si fuese una mezcla de empresa y caótico laboratorio de investigación, Page la ha convertido en una empresa formidablemente enfocada.
El creciente liderazgo de Google en el análisis de datos e inteligencia artificial quedó muy claro en mayo en la conferencia para desarrolladores. “Es fácil para los consumidores cambiarse a otro motor de búsqueda, pero es difícil hacer algo tan bueno,” dice Benedict Evans, un analista. “Google es un masivo proyecto de aprendizaje de máquina, y ha estado alimentando a la máquina durante una década.”
Todo esto sucede en un momento de creciente escepticismo sobre Silicon Valley: sus pretenciosas declaraciones de estar cambiando el mundo para mejor cuando quienes más se benefician son sus propios multimillonarios; su uso de jurisdicciones de bajos impuestos para evadir tributos corporativos; las maneras dudosas en que muchos de sus servicios gratuitos obtienen y aprovechan información personal; y la trivialidad de varias nuevas empresas.
El auge de las redes sociales que empezó hace una década está disminuyendo, con Zynga, la compañía de juegos de Internet despidiendo a 18% de sus empleados.
Google no está libre de pecado: enfrenta fuertes críticas por evadir impuestos y, a pesar de que proclama ser una compañía de estándares públicos, pelea tan duro como Microsoft para mantener a otros dependiendo de su plataforma. Pero a Page no se le puede acusar de carecer de propósito ni de visión.
Ha extendido su liderazgo en motores de búsquedas al área de telefonía celular, a través del software Android y Chrome, y no da señas de estar satisfecho. “No hemos visto este ritmo de cambio en tecnología en mucho tiempo, probablemente desde el nacimiento de la computadora personal”, comentó feliz durante la conferencia de mayo.
Mientras tanto, otros gigantes de Silicon Valley enfrentan diversos grados de dificultades. Los inversionistas han perdido el entusiasmo por Apple desde que Tim Cook se convirtió en el director ejecutivo, desalentados, entre otras cosas, por su fallido intento de competir con Google Maps. Yahoo, que está bajo la dirección de Marissa Mayer, anteriormente parte de Google, lucha por replicar sus logros en ingeniería, mientras Facebook trata de pasar a móvil.
Ninguno puede competir con su capacidad de investigación en informática o su habilidad de convertir ideas en productos. La más clara manifestación es Google X, su laboratorio de investigación tipo “lanzamiento lunar” que está desarrollando computadores de vestir y automóviles “autónomos”. Pero la investigación en el área de software e inteligencia artificial son el corazón de Google.
La que fue una vez una compañía de búsqueda de datos se ha convertido en una compañía de Internet, datos y software con ambición ilimitada y la capacidad de generar un flujo de productos inesperados. En ese sentido, Page es un Tomás Edison moderno, un inventor comercial caracterizado por el “totalmente intrépido alcance de sus actividades experimentales,” según lo describe el biógrafo Randall Stross.
Comparado con los años 1890, Google se parece a GE, mientras Amazon se parece a Sears Roebuck, la compañía de ventas por catálogo que transformó el comercio estadounidense. GE fue fundada en 1892 y Sears Roebuck en 1893, en la época cuando el continente fue transformado por el telégrafo y la electricidad. Page frecuentemente habla de su fascinación por Nikola Tesla, el serbio que inmigró a los EEUU, trabajó con Edison, y luego peleó con él en lo que se conoce como “la guerra de corrientes eléctricas”. La batalla entre Edison y Westinghouse para decidir si los EEUU deberían adoptar corriente AC o DC. Al leer la biografía de Tesla de niño“lloré porque al final me di cuenta que puedes ser el mejor inventor del mundo y aún así ser un fracaso”, dice.
Tanto Tesla como Edison eran por partes iguales inventores y empresarios, y ninguno fue un éxito completo en los negocios. GE se formó en una fusión de empresas donde Edison perdió el control. Se dice que Henry Ford lo calificó como “el mejor inventor del mundo y el peor hombre de negocios del mundo”. Page, quien tiene una fortuna de US$ 20 mil millones, califica mejor.
Pero la electricidad afectó a las industrias tanto como Internet. GE tenía muchos rivales, sin embargo, su combinación de ingenio y perspicacia comercial la hizo sobresalir de la manada, poniéndola en posición de explotar durante el siguiente siglo, la tecnología de la que Edison había sido pionero. Lo inquietante de Page es que estudia historia.