En el mundo occidental, los políticos izquierdistas están más o menos en retirada. EEUU es la excepción. Bernie Sanders, el senador de Vermont, con un 15 por ciento en las encuestas demócratas, es más popular que ningún socialista en EEUU desde que Eugene Debs se postuló para la Casa Blanca hace un siglo.
El hecho de que Sanders tenga muy poca probabilidad de desbancar a Hillary Clinton no tiene importancia. Su popularidad la está arrastrando hacia la izquierda. Mientras Clinton más adopte el lenguaje de Sanders y otros en la izquierda, más difícil será para ella regresar al centro el año que entra. Sin embargo, sólo está siguiendo a la mayoría. Una sorprendentemente gran parte de los demócratas se sienten felices de romper con el tabú de EEUU contra el socialismo.
Para la mayoría de los estudiosos de la política de EEUU, la frase socialismo estadounidense es un sinsentido – como carbón limpio o la marina boliviana. Hace un siglo Werner Sombart, un académico alemán se preguntaba "¿Por qué no hay socialismo en EEUU?" Era una cuestión que confundía a los marxistas. De acuerdo a su teleología, ya que tenía la más avanzada sociedad capitalista, EEUU estaba listo para una revolución proletaria.
Sin embargo EEUU se negó a cumplir este papel. Los mejores intelectuales de Europa deberían haber escuchado a aquel inmigrante irlandés que al atracar en los muelles de Boston en 1893 proclamó: "Si hay un gobierno aquí, estoy en su contra".
También, podrían haber leído las primeras tres palabras de la constitución de EEUU: "Nosotros el pueblo". Aún con todos los crímenes cometidos contra los pueblos nativos y los estadounidenses negros, la república de EEUU se desarrolló sin una aristocracia ni servidumbre feudal. Nació como un país de clase media con la igualdad de oportunidades como su credo. Eso hizo que fuera un lugar diferente al viejo mundo que había dejado atrás.
Esas diferencias ya no son tan obvias. Nadie, incluyendo a Sanders, habla de nacionalizar partes de la economía estadounidense. Y sin embargo, sus políticas son radicales para el estándar estadounidense. Él quiere un sistema de salud con un sólo pagador, como en Canadá o el Reino Unido. Aboliría las tasas académicas para la educación superior en cada estado. Sacaría los intereses del gran dinero de la política, redistribuiría el ingreso, ordenaría que se pagaran los días libres y aumentaría los beneficios del seguro social. Dividiría los bancos de Wall Street que son "demasiado grandes para fallar" también. "¿Estamos preparados para enfrentarnos al enorme poder económico y político de la clase multimillonaria?" pregunta Sanders.
Una muy energizada minoría de demócratas están respondiendo a su mensaje. Sanders ha recolectado US$1.5 millones de pequeños donantes desde su lanzamiento a principios de mayo. Aunque Sanders va muy atrás de Clinton, su apoyo excede el de casi cualquier candidato republicano en la contienda. ¿Será un voto temporal de protesta? O ¿deberían los donantes de Clinton comenzar a preocuparse?
La respuesta a la primera pregunta vendrá cuando los demócratas participen en su primer debate presidencial. Como un expositor franco con una auténtica personalidad, el septuagenario Sanders podría ser un contraste incómodo para Clinton. Porque Clinton está asociada fuertemente con los conceptos de dinastía y riqueza – los Clinton ganaron más de US$25 millones en honorarios por dar conferencias desde el principio de 2014 – se verá necesitada de apropiarse de la retórica de Sanders. Pero eso será correr el riesgo de hacerla lucir menos auténtica. Una mayoría del público de EEUU ya dice que encuentran a Clinton poco confiable. Sanders no llegará a ser el 45° presidente de EEUU, pero su campaña puede herir fatalmente la oportunidad de Clinton.
La respuesta a la segunda pregunta es sí – Sanders continuará siendo relevante. El socialismo no encontró seguidores en EEUU porque la mayoría de los estadounidenses sentían que eran de clase media. Las grandes tasas de movilidad social le dieron a la gente la impresión de que su sociedad era excepcional – y con razón. Como Richard Hofstadter, el historiador estadounidense, dijo: "Ha sido nuestro destino como nación no tener ideologías, sino ser una".
Eso está siendo cuestionado ahora. Tan recientemente como 2008, 63 por ciento de los estadounidenses se identifican como clase media o clase media alta. Eso ha caído a 51 por ciento. Mientras tanto, la porción de estadounidenses que se identifican como "clase trabajadora y baja", de acuerdo con Gallup, se ha elevado de 35 por ciento a 48 por ciento desde 2008. La porción de estadounidenses que se identifican como clase alta sigue sin cambiar en 1 por ciento. Y la creencia de que el sistema está siendo manipulado por ese 1 por ciento es compartida por la mayor parte de los estadounidenses.
Para aclarar, no estoy pronosticando un cambio hacia el socialismo en EEUU. Es difícil de concebir que aun una pequeña porción de la agenda de Sanders se pudiera llevar a cabo. Pero el aumento de la izquierda democrática es tan real como el surgimiento del Tea Party entre los republicanos. Hasta ahora, los politólogos hablaban de una "polarización asimétrica" – significando que los republicanos se estaban desplazando más hacia la derecha que los demócratas hacia la izquierda. Ahora los demócratas están acercándose. A la vez, más y más estadounidenses profesan intolerancia hacia las posturas políticas de otras personas. Conforme a las tradiciones estadounidenses, la elección del año entrante va a presentar un inusualmente duro choque entre ideologías. Y sin importar lo que haga a partir de ahora, Sanders ya se ha asegurado de eso.