Fue un ataque de proporciones brutales. En junio de 2011 Jochen Sanio, el entonces presidente del BaFin, el regulador financiero alemán, advirtió a sus homólogos de la Autoridad Bancaria Europea (EBA) que carecían de legitimidad y que corrían el riesgo de quedar “desacreditados”.
Las críticas estaban motivadas por las “pruebas de esfuerzo” de la EBA a los bancos de la UE, que amenazaban con sacar a la luz grandes agujeros de capital en los balances de las entidades de crédito en un momento en el que las tensiones en la zona euro estaban alcanzando su punto álgido.
Supervisores como Sanio querían suavizar el ejercicio de la EBA para que no penalizara en exceso a los bancos bajo su control. A grandes rasgos lo consiguieron. Las pruebas realizadas fueron ridiculizadas posteriormente por su falta de rigor. Se determinó que la entidad franco-belga Dexia era sólida, y después requirió un tercer rescate. Bankia, cuya posterior caída obligó a España a pedir un rescate, salió indemne del análisis.
Ahora, Europa asegura haber aprendido la lección de su fracaso en el saneamiento de su banca. El bloque va a llevar a cabo una de las revisiones de la salud de la banca más complejas y exhaustivas de la historia, dentro de sus planes para lanzar una unión bancaria.
Hay mucho en juego. Los mercados financieros de la eurozona siguen muy fragmentados. Los políticos creen que al convertir al Banco Central Europeo en un supervisor único al frente de un sector bancario revisado, podrían derribar las barreras reguladoras y de capital que han surgido en el mercado único.
El ejercicio pondrá a prueba la credibilidad del BCE, pero su calidad la determinarán las medidas empleadas para abordar las necesidades de capital que exponga.
¿Qué hará con los bancos que suspendan? Cuando se conozcan los resultados, Europa carecerá de un mercado único para liquidar entidades y de fondos de resolución comunes, o de un banco malo central para almacenar los activos tóxicos. Frankfurt tendrá que depender de un mosaico de autoridades nacionales, de las normas de Bruselas para supervisar los rescates bancarios y de programas de apoyo nacionales si los inversionistas con menor prioridad de cobro no pueden asumir los costos.
Golpe definitivo
Para complicar la situación, el BCE no tiene experiencia institucional en materia de supervisión bancaria. Pese a todo, la entidad sigue adelante. Su presidente, Mario Draghi, pretende asestar el “golpe definitivo” que acabe de una vez por todas con los males que afligen a sus bancos y afiance la credibilidad de su propia institución como supervisor. La evaluación mostrará los riesgos que albergan los bancos, a lo que seguirá una revisión en profundidad de la calidad de los activos y una prueba de esfuerzo que evalúe la resistencia de los bancos a sorpresas inesperadas.
Las expectativas del mercado sobre el resultado varían considerablemente. Un sondeo a inversionistas realizado por Goldman Sachs sugería que once bancos suspenderían la prueba, y que habría que recaudar 75.000 millones de euros de capital. Los bancos italianos, alemanes y españoles podrían estar en la línea de fuego. Otro sondeo de Morgan Stanley sugería que el capital a reunir ascendería a 40.000 millones de euros. Esto se debe en parte a que los banqueros aún tienen preguntas importantes sobre el proceso, principalmente las secciones de sus balances que serán analizadas y los parámetros del test de solvencia que el BCE está acordando con la EBA. El examen intenta ofrecer una imagen de la resistencia de los bancos, pero aún se discuten las tensiones que tendrán que resistir los bancos.
Muchas autoridades consideran que Italia es especialmente vulnerable. Mientras que España, Irlanda, Portugal y Grecia han sido investigados dentro de sus programas de rescate, los bancos de Italia aún no se han visto sometidos a un control externo.
Pero la debilidad de los bancos se debe especialmente a la contracción económica ininterrumpida de Italia. La Comisión Europea prevé que su producto interno bruto decrezca un 1,8% en 2013 y que se expanda sólo un 0,7% este año, lo que amenaza con aumentar las pérdidas derivadas de los préstamos. Los bancos italianos poseen grandes participaciones de bonos del Estado, que podrían dejarles expuestos dependiendo del diseño de las pruebas. Si los resultados son peores de lo previsto, Italia podría verse presionada a solicitar dinero para efectuar una gran recapitalización.
Teniendo en cuenta que los resultados de la pruebas no se esperan hasta septiembre, y que los planes de una resolución centralizada siguen cambiando, fuentes cercanas al proceso exponen que la confianza de los inversionistas en los bancos podría disminuir en los próximos meses si se filtra información.
El BCE es consciente de ello y está discutiendo la posibilidad de informar de forma trimestral sobre los progresos, probablemente a finales de enero o principios de febrero. Pero el largo período de incertidumbre podría hacer que los bancos se muestren aún más conservadores a la hora de dar créditos.
Lorenzo Bini Smaghi, miembro del consejo del BCE, advierte que los planes para imponer un descuento a los acreedores de los bancos si hace falta dinero público, podría aumentar el riesgo de que cunda el pánico en el mercado. Pero el requisito de imponer pérdidas a los acreedores con menor prioridad de cobro tal vez sea el principal mecanismo defensivo si los inversionistas no cubren las necesidades de capital. Algunas autoridades piensan que puede bastar para proteger a los contribuyentes.
Presión por parte de Draghi
Esto muestra la importancia que Frankfurt da a la red de seguridad pública detrás de este proceso. Draghi ha presionado sin tregua para que los ministros del euro ofrezcan seguridad sobre los fondos que tienen que apuntalar el ejercicio. Los ministros han prometido hacer las “disposiciones necesarias” a nivel nacional, pero no se han concretado las sumas. Los préstamos de la zona euro estarían disponibles para los países que afronten dificultades. Los fondos podrían inyectarse directamente en un banco, pero Alemania no aceptará las normas. En resumen, la zona euro ha aclarado sus actuales mecanismos; no hay nada nuevo con respecto a la revisión de la calidad de los activos.
El BCE está adoptando una actitud valiente sobre el resultado del largo debate sobre el mecanismo. Sin embargo, sus líderes saben que no pueden decepcionar de nuevo con los test de estrés. Si gestiona con torpeza este intento de solucionar los problemas de la banca europea, la reputación de una de las pocas instituciones de Europa que ha sobrevivido a la crisis sin perder peso, y que ha visto aumentados sus poderes, se vería dañada.