Bajo cielos lluviosos en la costa oeste de Noruega, Thor Halvor Nygaard examina los peces en las jaulas que flotan en Sognefjord, el fiordo más grande del país. Si bien es más conocido por su paisaje imponente, el fiordo también es uno de los mejores ejemplos del crecimiento de la acuicultura.
Los salmones cultivados en esta zona contribuirán al punto de inflexión en la oferta global de alimentos: por primera vez, el consumo de peces y mariscos de cultivo superará este año al del pez salvaje, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Hace tres décadas, sólo 11% de los pescados y los mariscos consumidos provenían de cultivos. Este cambio asegura una oferta más estable de pescados para la creciente población mundial, pero también tiene riesgos medioambientales.
El cultivo de los peces lleva siglos, pero ha sido en la última mitad de siglo que la acuicultura se convirtió en una industria. La producción de peces cultivados ha aumentado trece veces desde 1980, con la industria produciendo US$ 144 mil millones en 2012. La cantidad de peces salvajes capturados se ha mantenido estancada desde los '90 en cerca de 90 millones de toneladas al año por la destrucción de suelo marino clave y la introducción de cuotas.
El alza constante en la demanda de mariscos catapultó la producción de peces cultivados por sobre la producción mundial de carne en términos de volumen en 2010.
Los ejecutivos de la industria manifiestan que el cultivo ha traído dos cambios cruciales que han apuntalado el crecimiento: consistencia en la oferta y precios al consumidor mucho más bajos.
Pero luego de dos décadas de fuerte desempeño, la industria de cultivos marinos está enfrentando problemas de desarrollo. El cultivo de peces fue inicialmente visto como una manera amigable con el medio ambiente de producir alimento usando recursos limitados y residuos agrícolas.
Pero ya no más. En los '80, estuvo bajo presión por la sobreutilización de antibióticos en los alimentos para los peces y por temas medioambientales como la destrucción de manglares y la contaminación de aguas residuales.
A miles de kilómetros de los fiordos de Noruega, un vuelo sobre Surat Thani, en la parte sur de Tailandia, revela los desafíos más graves que enfrenta la industria.
En el Mar del Sur de China, el impacto devastador del llamado síndrome de muerte temprana que golpea a los camarones es claro. La enfermedad ha arrasado a la industria tailandesa desde 2012. Pero es sólo una señal de un problema mucho más grande: el cultivo de alta intensidad contamina y puede fomentar la propagación de enfermedades.
Esta epidemia, junto con la enfermedad del punto blanco que golpeó a los camarones en los '90 y la anemia de salmón (virus ISA) que devastó a la industria chilena hace cuatro años, ha ayudado a convertir en prioridad la salud de los peces. Pero mientras el desafío de las enfermedades ha aumentado, la práctica veterinaria ha tenido problemas.
Frank Asche, un economista marino y profesor de la Universidad de Stavanger de Noruega, argumenta que la industria aún está aprendiendo a lidiar con las enfermedades.
La ciencia está comenzando a ayudar. En Japón, se está combinando la información genética y los métodos clásicos de cultivo para desarrollar cepas de peces menos susceptibles a las enfermedades.
Junto con la enfermedad y la contaminación, el otro gran problema son los crecientes costos. Rick Barrows, investigador del Departamento de Agricultura de EEUU, ha estudiado alimentos alternativos a los tradicionales, cada vez más caros: otros peces.
Si bien las compañías han logrado reducir el contenido de pescado en el alimento a cerca de un cuarto del total, aún dependen del pescado salvaje para el Omega-3.
La experiencia de la agricultura y del ganado muestra que los desafíos pueden tener solución. Pero los años fáciles de crecimiento, cuando la producción registraba un auge y los precios declinaban están definitivamente en el pasado. El sector está navegando ahora en aguas inexploradas.