La semana pasada supimos que China está cerca de superar a Estados Unidos como la mayor economía del mundo. Como la potencia norteamericana ha detentado el título de la economía más grande del mundo desde comienzos de 1870, este es un momento digno de atención. Pero no es tan digno como muchos temen y otros esperan.
Lo primero es qué significan estos cálculos, derivados del Proyecto de Comparaciones Internacionales de larga data del Banco Mundial. Este es un intento de comparar estándares de vida en distintos países. En 2011, el Producto Interno Bruto per cápita de China a tipos de cambio de mercado era de sólo 11% el de Estados Unidos. Pero una vez que los bajos precios de muchos de los bienes y servicios no transables de China son considerados, esto subió a un quinto del poder adquisitivo per cápita de EEUU.
Sin embargo, China aún es un país pobre: el poder adquisitivo de su PIB per cápita era número 99 a nivel mundial. Como China también invierte cerca de la mitad de su producción, el consumo per cápita relativo es más bajo aún.
Sin embargo, China es un enorme país, con una población de 1.340 millones en 2011. Comparado con esto, incluso Estados Unidos, con 312 millones de habitantes, es un pez chico. Por lo tanto, a pesar de ser mucho más pobre, el poder adquisitivo del PIB agregado chino era 87% del de Estados Unidos en 2011. El poder adquisitivo del PIB de China sin duda ya ha superado los niveles estadounidenses a estas alturas.
Es posible debatir si acaso las nuevas cifras revisadas están correctas. La respuesta es que son razonables. Pero una pregunta más importante es qué es lo que significan estas cifras. Lo que no significan es que China sea ya la mayor potencia económica del mundo.
China es una enorme potencia comercial. Sus exportaciones de bienes el año pasado fueron 14% mayores que las de Estados Unidos. Pero sus importaciones de bienes fueron 31% menores. Es el tamaño del mercado que ofrece un país lo que determina su poder en las negociaciones globales. China no es el mayor importador del mundo aún. A medida que su economía sigue creciendo relativamente rápido, se convertirá en el mayor del mundo pronto.
Una diferente dimensión del poder económico son las reservas de divisas extranjeras. Y las de China son gigantescas, con un total de
US$ 4 billones (millones de millones) en marzo. Pero esta es tanto una fuente de fortalezas como de debilidades. Durante muchos años, China ha acumulado activos que los bancos centrales de occidente pueden crear en un segundo presionando unas pocas teclas. Sí, China podría deshacerse de estos activos. Pero sería la más perjudicada. En nuestro mundo hambriento de ahorros, EEUU podría encontrar otros compradores sin problemas.
Los mercados financieros y las empresas financieras de EEUU están al centro del sistema financiero global. Esto da a EEUU una influencia excepcional sobre la forma de las finanzas globales y detalles de la regulación global.
La probabilidad es que esto se mantenga cierto por un largo tiempo, en parte porque el sistema financiero china enfrenta muchos desafíos para manejar su salida de un auge crediticio gigantesco.
Otra dimensión de la influencia económica global es la tecnología. Un indicio de que China se mantiene bastante atrás es que la productividad promedio de la economía se mantiene en un quinto de los niveles de EEUU. Incluso más importante es la ausencia de compañías tecnológicas chinas que sean líderes a nivel mundial, con la excepción de Huawei. EEUU, en comparación, tiene varias compañías que son líderes globales.
La ventaja tecnológica y la escala del gasto estadounidense en defensa entregan a sus Fuerzas Armadas un alcance y poder global. Es probable que eso se mantenga por un buen tiempo. EEUU es también, en efecto, una gran isla, con vecinos relativamente débiles y amistosos en el norte y en el sur. China, por otro lado, está rodeada de países poderosos y celosos. Y EEUU ha sido capaz por largo tiempo de crear sistemas de alianzas poderosos. China no ha podido igualarlo.
EEUU posee además ventajas “blandas”: una cultura popular influyente; las instituciones de educación superiores más importantes del mundo; una base científica sin igual; y un compromiso con los ideales de libertad y democracia que se mantiene atractivo para la mayoría del mundo. Para gran parte del resto del mundo, sin embargo, el sistema político de China es mucho menos atractivo y su cultura histórica es mucho más ajena que la de EEUU.
En el futuro, podemos esperar confiadamente que la economía china siga creciendo en tamaño relativo. Lo mismo es cierto del nivel tecnológico del país y su capacidad militar. Pero pasará un largo tiempo antes de que el coloso en ascenso iguale la habilidad de EEUU de influenciar al mundo, siempre y cuando este último sea sabiamente gobernado.
Pero también es cierto que nos estamos moviendo hacia una era en la cual el creciente poder e influencia de China debe ser reconocido y adaptado, especialmente en la gobernanza global. Esas transiciones en poder son difíciles.
En este caso, es probable que sea particularmente complicada, dado lo diferentes que son estos dos poderes. El último anuncio es otro paso en lo que será un gran y sinuoso camino.