Por Dan McCrum
Nueva York
En 1981, Wall Street Week, un popular programa de televisión del viernes por la tarde, mostró a un operador de bonos de un prometedor fondo de la costa oeste. William Gross de Pacific Investment Management (Pimco) dijo a los televidentes que esperaba el comienzo de un mercado alcista para los bonos.
Fue un momento decisivo y creó la reputación de Gross como un hombre audaz que podía hablar de bonos en un lenguaje sencillo. En medio de una inflación rampante, los temerosos inversionistas cayeron rendidos a su estilo y sus fondos.
En aquel momento se equivocó: de hecho los bonos no despegaron hasta 1984. No fue la última vez que erró. Un pronóstico de los ‘90 de un auge del mercado de bonos tampoco acertó, ni su advertencia de hace dos años sobre los peligros de la deuda pública local, que equiparó a “nitroglicerina”.
“Equivocado a veces, pero siempre seguro, supongo”, dice Gross, un hombre de 69 años lleno de vida y de voz suave, de pelo largo y las maneras relajadas de un viejo californiano que ahora prefiere Bill a William.
A pesar de sus errores, también ha tenido suficientes aciertos para asegurar su reputación como rey indiscutido del mercado de bonos, al presidir el mayor fondo del mundo, de más de US$ 293.000 millones.
Su pronóstico más reciente -entregado vía Twitter- sobre el fin del mercado de bonos que apuntaló una era definitoria de crecimiento del crédito, puso a hablar a todo el mundo. De acertar, significa que los inversionistas y la economía global pronto podrían verse obligados a ajustarse a un ambiente de crecientes costos financieros que pocos han experimentado profesionalmente.
La sensación de que un cambio profundo está a la vuelta de la esquina es impulsada por el pronóstico de que a medida que la economía estadounidense mejore, la Reserva Federal comenzará a desacelerar el programa de alivio cuantitativo que adoptó tras la crisis financiera. Si la Fed empieza reducir la compra de bonos, los precios caerán, empujando las tasas de interés de largo plazo.
Los deudores hipotecarios de EEUU ya han comenzado a sentir los efectos con el aumento de las tasas. Gross y sus pares también empiezan a sufrir pérdidas. Los inversionistas que buscaban la seguridad de los bonos tras la crisis financiera comienzan a ponerse nerviosos. Cualquier salida apresurada podría causar inestabilidad en un mercado que ahora es mucho mayor y más complejo que cuando el aumento de tasas desató el caos en 1994.
Gross no está tan alarmado. Dice que los intereses más altos aún están a uno o dos años de distancia porque la economía global aún tiene problemas para crecer, por lo cual las tasas de interés oficiales probablemente seguirán bajas. Y aunque hace dos años evitaba la deuda pública estadounidense, ahora la ha incorporado en su fondo como uno de los activos menos malos en tener en un mundo financiero lleno de burbujas.
Para sus pares es algo típico de un hombre que combina una apertura inicial a nuevas ideas con la capacidad de cumplir con una decisión tomada.
“Ayuda que nunca fui sobreeducado”, dice Gross. Tras graduarse en sicología en la Universidad de Duke en 1966, pasó tres meses ganando dinero jugando a las cartas en casinos de Las Vegas. Tras reprobar en la escuela de vuelo, la Marina lo envió a Vietnam. Al volver estudió inversiones en una escuela de negocios en Los Angeles.
Rechazado por las firmas de Wall Street, en 1971 entró a Pacific Life Insurance, una aseguradora, donde ayudó a crea la filial administradora de activos que terminó siendo Pimco. Sus capacidades de inversión, una combinación de observación de las grandes tendencias económicas e innovación, pronto atrajo el interés de grandes fondos de pensión.
Sus comentarios en vivo, a su modo tan particular, fijaron el patrón de lo que los vendedores de Pimco dicen se ha convertido en su lema extraoficial: “predica miedo, vende seguridad”.
En los años ‘80 se introdujo rápidamente en los productos derivados, en aquel momento la última moda. Complementó su gusto por experimentar con una obsesión por competir dentro y fuera de la oficina. En 1983, un Gross recién divorciado fue desafiado por una amiga a correr 156 millas desde el puente del Golden Gate Bridge a Carmel en seis días, una carrera que dijo estaba decidido a terminar aunque se le “reventaran“ los riñones a dos millas de la meta.
Jugando al golf tampoco es diferente. “Cuando enfrenta un golpe corto, lo hace con su enfoque de siempre: ¿cuál es el riesgo y cuál el lado negativo?”, cuenta Bill Thompson, un ex CEO de Pimco. Abandonó rápidamente el golf cuando Mohamed El-Erian, actual co jefe de Pimco, volvió al grupo en 2007 tras trabajar en Harvard. Gross admite haber estado decidido a igualar las largas horas de trabajo de El-Erian.
Y aunque Newport Beach, la ciudad de origen de Pimco, al sur de Los Angeles, posee un aire tranquilo, casi anestésico, la firma siempre ha sido una institución de competencia carnívora dominada por Gross, incluso tras ser comprada por la aseguradora alemana Allianz en 1999.
Un ejecutivo de Pimco dice que la cultura intelectual de la firma se parece a la fantasía feudal “Game of Thrones”: “si estás en el lugar equivocado en el momento incorrecto y dice algo errado, estás muerto”. Los subordinados dicen que Gross es admirado y temido de igual manera.
De hecho, el tener la razón es lo que más importa a Gross, que describió su año de errores en 2011 de “bodrio”. Un hombre con la disciplina de despertar cada día antes del amanecer sin una alarma no tiene intención de renunciar antes de probarse a sí mismo frente a un mercado pesimista, escribiendo a los financistas que un gran inversionista debe ser juzgado por sobrevivir distintas épocas.
Bill Miller de Legg Mason, un gerente de activos, no piensa así. “Lo ayudó un mercado de bonos en auge por tres décadas pero todos en el mercado tuvieron eso y nadie más construyó la firma que él tiene, o tiene el historial que él tiene”.