Esta semana, cuando los mayores prestamistas de España participaron en una conferencia telefónica para discutir la reestructuración de 5 mil millones de euros de la deuda de El Corte Inglés, la mayor cadena de tiendas por departamentos del país, los banqueros recordaron nuevamente una incómoda realidad.
Desde que el carrusel de la construcción en España llegó, después de una década, a su abrupto final en 2008, los bancos se preocuparon por recuperar las pérdidas relacionadas con el sector inmobiliario. Ahora que el país sigue sumido en la recesión, la atención se centra cada vez más en las deudas de empresas con poca o ninguna conexión directa con el sector de la construcción.
Con el desempleo en España en 27% y el colapso de la demanda del consumidor, este año ha registrado un fuerte aumento en las quiebras de empresas en todo el país, ya que las compañías chocan con un sector bancario renuente a refinanciar antiguas deudas.
“Los bancos se enfocaron en los préstamos inmobiliarios durante los primeros años de la crisis, esa era la prioridad, pero ahora, después de cinco años de profunda recesión, los préstamos corporativos son mucho más preocupantes”, dice Ignacio Méndez Terroso, jefe de investigaciones de Mirabaud en España. “Es muy poco probable que salgamos de la crisis sin ver al menos una gran empresa que cotiza en la bolsa de valores yéndose a la quiebra”.
Según las estimaciones de Nomura, si las quiebras en los sectores no ligados a la construcción siguen el mismo ritmo del primer trimestre del año, se elevarán a 8.000 en 2013, en comparación con 5.500 el año pasado y 4.000 en 2011. Se espera que este ritmo siga acelerándose a medida que España permanezca en recesión.
La necesidad de El Corte Inglés –empresa de propiedad privada y la tercera cadena de grandes almacenes del mundo en términos de ventas, pero enfocada casi exclusivamente en España– por refinanciar su deuda ha servido como un recordatorio de que además de los préstamos a promotores inmobiliarios, que en gran parte han sido aprovisionados por los prestamistas, hay muchas empresas grandes y bien conocidas que están luchando por mantenerse en pie.
El Grupo Prisa, el grupo español de comunicaciones dueño de El País, el periódico líder, está también en discusiones con sus bancos acreedores para refinanciar 3 mil millones de euros en deudas, mientras que empresas de construcción como FCC y ACS continúan intentando vender activos con el fin de reducir los montos de sus pasivos.
El problema para estas empresas es que hace dos años los prestamistas españoles estaban dispuestos a refinanciar aquellos préstamos que violaban las estipulaciones de los acuerdos –una práctica que denominaron “extender y fingir”– hoy en día sucumben a la presión impuesta por el Banco de España y las autoridades europeas para ser más estrictos con sus clientes.
“Los bancos tienen mucho cuidado a quién le prestan”, dice un alto ejecutivo de un banco importante en España. “La gente se queja de que los bancos no están prestando a las empresas, pero el gran problema de la economía española es que está muy apalancada y ese problema no se resuelve simplemente con más crédito.”
La temprana tolerancia de los bancos hacia sus clientes corporativos ha generado dudas entre los analistas, sobre si se concedieron prudentes extensiones a empresas viables, o si algunos prestamistas sucumbieron a la tentación de posponer el doloroso deber de tener que reconocer sus problemas.
Los bancos españoles han reestructurado más de 200 mil millones de euros en préstamos, un 14% del total, con 75 mil millones de euros provenientes de empresas no relacionadas con la construcción, la mayor de todas las categorías, según datos del Banco de España.
Los analistas de Exane BNP Paribas estiman que si el índice de cobertura de estos préstamos aumentara en un 40%, esto requeriría unos 30 mil millones de euros de provisiones adicionales, o sea el equivalente a un 29% de las acciones tangibles de los bancos españoles que cotizan en bolsa.
“En muchos casos, algunos de los clientes que se han reestructurado eventualmente podrán pagar sus deudas”, concluyeron los analistas de Exane en un reporte este mes. “En muchos otros casos se ha hecho la vista gorda y creemos que los bancos necesitarán provisiones significativamente más altas para lidiar con otros créditos reestructurados”.
Esto aumentará el dolor de los inversionistas en los bancos españoles, pero la gran mayoría probablemente podrá generar estas provisiones por medio de ganancias, o emitiendo nuevas acciones en caso necesario. Las soluciones para sus clientes corporativos, sin embargo, son menos simples.
La mayor parte de las empresas españolas son a menudo de propiedad privada, lo que significa que no tienen manera de recaudar más fondos en los mercados bursátiles, y rara vez han obtenido calificaciones crediticias, de modo que los mercados de capital están fuera de su alcance.
Esta necesidad por encontrar nuevas alternativas a los préstamos bancarios se traduce en una cantidad cada vez mayor de empresas, tanto públicas como privadas, que buscan refinanciar deudas mediante los mercados en una u otra forma.
Consecuentemente, en el primer semestre de 2013 se ha visto un aumento de los “bonos chatarra” emitidos por empresas españolas de tamaño mediano, como la compañía de cable Ono, el productor de pasta de papel Ence, y el fabricante de componentes para automóvil Gestamp.
Pero para las empresas más endeudadas de España, muchas de los cuales están intentando vender activos a precios razonables, pareciera que llegó el momento en el que sus banqueros no estarán dispuestos a extender más crédito.
“Hay empresas que en 2008 tenían un fuerte apalancamiento financiero, pero ese nivel de endeudamiento es hoy altamente riesgoso”, dice Méndez Terroso de Mirabaud. “Para varios de ellos, se les está acabando el tiempo”.