Después de vivir dos décadas de estancamiento y de un crecimiento casi nulo, durante el primer trimestre de 2014 la economía japonesa logró avanzar 1,5% con respecto al trimestre anterior, y 5,9% a una tasa anualizada, algo que sorprendió a los analistas. Si la tendencia no se desacelera, Japón podría crecer hasta 6% en 2014, lo que incluso podría superar las estimaciones más pesimistas hechas para China, la segunda economía mundial, que se expandiría 5,7% durante este año, según cifras citadas por El Cronista.
Muchos esperan que este pueda ser el nuevo despegue de la economía nipona. Tras el explosivo crecimiento de la posguerra (con tasas que promediaron entre 5% y 9% en el período 1960-1980), el país cayó en una espiral deflacionaria provocada por el estallido de una burbuja especulativa en el sector inmobiliario.
El Banco de Japón (BoJ) reaccionó tarde a la fuerte caída en la actividad económica de fines de los ‘80, por lo que los incentivos no dieron el resultado esperado y el país entró en una trampa de liquidez que hizo caer el consumo y la inversión.
Cambio radical
Ante esta situación, los japoneses votaron por un cambio de gobierno en 2012, donde fue elegido como primer ministro Shinzo Abe, quien propuso una política económica de estímulo radicalmente diferente a lo conocido hasta entonces.
El resultado de las medidas aplicadas por el gobierno japonés con su plan Abenomics a partir de diciembre de 2012 fue, durante el año pasado, objeto de controversias. Porque si bien la bolsa de Tokio vivió un salto (el índice Nikkei creció durante 2013 un 57%, la mayor racha alcista de los últimos 40 años), los beneficios de Abenomics no habían llegado hasta los consumidores, principales damnificados de los 20 años de estancamiento.
Los analistas coinciden en afirmar que el desastre de la central nuclear de Fukushima también afectó este programa de impulso económico, ya que el país tuvo que destinar una proporción de su gasto público a la importación de hidrocarburos.
Auge del consumo
Sin embargo, ante los resultados del primer trimestre de 2014, los japoneses podrían estar cerca de ver los beneficios del resurgimiento de la economía de su país.
Además del avance de 1,5% en el PIB japonés, el consumo se disparó en el primer trimestre de 2014, con un incremento de 2,1% en el gasto de las familias –que representan un 60% de la actividad económica del país-, lo que significó el mayor avance desde los primeros tres meses de 1997. La ola consumista se explica, según los analistas, por la anticipación al alza del impuesto a las ventas de 5% a 8% que se hizo efectivo a partir del 1 de abril.
A las cifras positivas de consumo familiar se sumó el gasto de capital que se incrementó 4,9% en el mismo período, el mayor avance desde los últimos tres meses en 2011; una demanda que también se habría impulsado antes del alza del impuesto el mes pasado.
“El mantener el crecimiento del gasto de capital será un factor clave”, para continuar la recuperación, comentó a Bloomberg el economista jefe de Japan Macro Advisors, Takuji Okubo.
Manto de dudas
A pesar de estos números, existe una visión pesimista de que la economía se contraerá 3,3% en abril-junio antes de expandirse 2% en el trimestre siguiente, según una encuesta a expertos de Bloomberg. Sin un real repunte en la economía, es poco probable que la mentalidad a largo plazo de la nación cambie, según Yoshiro Tsutsui, un profesor de la Universidad de Konan y director ejecutivo de la Asociación de Economía y Finanzas Conductuales de Japón. “Si la economía real no actúa, hay una alta probabilidad de que las cosas no resulten”, acotó.
Por su parte, el gobierno sostiene que el alza del IVA (necesaria para financiar el sistema de pensiones sin incrementar aún más el enorme nivel de endeudamiento) tendrá un efecto neutro frente al consumo de las familias japonesas.
No son pocos los que ven el futuro del programa económico (y el fin del estancamiento) a través de las prometidas reformas estructurales, que incluyen mayores facilidades para que las mujeres puedan tener hijos y trabajar al mismo tiempo (la tasa de natalidad es cada vez más baja) y para que se instalen trabajadores extranjeros (no superan el 2% de la población activa). El objetivo sería ampliar la base imponible y así sostener el crecimiento que todos están ansiando.