Por Sebastián Vega M.
Un importante desarrollo biotecnológico está impulsando la empresa chilena Proteus en conjunto con la U. de Harvard, al crear un nuevo anestésico a partir de microalgas de agua dulce, una revolucionaria droga cuyas principales características son el control y reducción de dolores agudos post-operatorios y crónicos, además de un mayor tiempo de duración ( 24 a 72 horas).
El procedimiento se basa en el cultivo de células madres de estas algas, desde las cuales se obtiene la toxina con la que concibe el producto. “Tiene un perfil de seguridad de mucho menor toxicidad que los anestésicos locales presentes hasta ahora, que tienen peligro de daño renal, hemorragias digestivas, etc.”, advierte el director científico de la compañía, Julio Valenzuela.
Harvard y estándar FDA
En 2009 se generaron los contactos con el Hospital de Niños de Boston -perteneciente a Harvard-, quienes tenían las patentes de uso, pero no la droga que ellos podían producir de manera estable y con costos más bajos. “Hicimos un acuerdo de colaboración, donde cada uno pone sus activos. Nosotros colocamos la producción, con todas sus patentes, y ellos ponen la patente de uso, más toda una línea investigativa que lleva 40 años”, dice Miguel Sifri, presidente del Directorio de Proteus.
Hasta el momento, las dos fases de testeo en nuestro país han arrojado resultados satisfactorios, con alcances que fueron presentados en el Congreso Europeo de Anestesia en 2010. No obstante, para cumplir con los estándares exigidos por la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés), ambas etapas deben repetirse, pero ahora en EEUU.
“Mientras hacemos eso, que tomará alrededor de seis meses, estamos en conversaciones con multinacionales farmacéuticas para hacer un co-desarrollo. Esto es asociarse a una de ellas para que, en conjunto, sigamos trabajando en esta droga hasta llevarla al mercado”, indica Valenzuela. Un plazo que, si todo anda bien, debería darse en el año 2017.
Proyección
Más de US$ 8 millones ha invertido Proteus, cifra que se suma a los US$ 7 millones puestos por Harvard. También Corfo -en un primer período- aportó con cerca de
US$ 500 mil. Estos números ratifican la relevancia de un desarrollo médico de grandes proyecciones. “Esto se hace inyectable, pero tenemos ideas para uso tópico y oftalmológico, donde también tiene un potencial de utilización”, adelanta Sifri.