El riesgo de una guerra de divisas entre China y Estados Unidos complica el devenir de la abierta economía chilena, cuyo comportamiento está estrechamente ligado a la popularidad tanto del presidente como del Ejecutivo. El Ministerio de Hacienda sigue anticipando para el actual ejercicio un crecimiento de entre un 3,5% y 3%, aunque el escenario internacional dificulte que se concreten las proyecciones de Teatinos 120.
Tanto la CEPAL la semana pasada como la banca de inversión, el miércoles, volvieron a rebajar las perspectivas de crecimiento de 2019 para Chile, a un 2,8%. Nada indica, por tanto, que el respaldo a las actuales autoridades vaya a subir de aquí a final de año –la del presidente Sebastián Piñera ronda el 30%–, porque cuando la economía no va a la altura de las expectativas parecen no importar las explicaciones internacionales ni las comparaciones con el resto de la región.
En esa línea fue que el Gobierno, pese a la reticencia inicial, sorprendió ayer con una indicación a su proyecto de flexibilidad laboral para limitar la jornada a 41 horas semanales. Lo hizo ante el avance de la popular iniciativa de la diputada Camila Vallejo (PC), que propone una reducción de 45 a 40 horas, apoyada por un 70% de la población, según Cadem. Ante una medida con amplio respaldo y con minoría parlamentaria en el Congreso –cuando se votó en la comisión de trabajo de la Cámara, los seis diputados oficialistas se abstuvieron y no se atrevieron a rechazar–, en el Ejecutivo primó el realismo.
El pragmatismo político se cuela, por tanto, en el plan del Gobierno para levantar la economía. Cuando la popularidad se va amenazada, el Ejecutivo parece no permitirse el principismo, lo que quedó en evidencia ayer.
Hasta ahora ni el empleo ni la inflación se han visto afectados, el costo de los créditos están bajos, aunque el dólar se sigue elevando. Ante el recrudecimiento de la tensión entre China y Estados Unidos, ¿en qué se basa, entonces, la esperanza de las autoridades?
El Gobierno insiste en que el segundo semestre será mejor que el primero y apela a que los proyectos de ley pro-crecimiento impulsados por la administración darán mayores certezas a los empresarios para invertir. Aunque con mayor lentitud que lo esperado, el Ejecutivo apuesta a los efectos de proyectos de ley que siguen su marcha en el Congreso, como la reforma tributaria, la de pensiones –la gradualidad en la mayor cotización evitaría que se encarezca la contratación de personal, según defiende el Gobierno–; y el TPP11, que estrecha relaciones comerciales con otras economías y que permitiría atenuar los efectos de la guerra comercial China-EEUU. En el Gobierno esperan a su vez los efectos positivos de la sala cuna universal, que beneficiaría a unas 250.000 madres, y el contrato laboral para jóvenes, que entra en vigencia en septiembre.
Las carteras económicas, en tanto, impulsan iniciativas para ganarle la partida a la ola que viene producto de la guerra comercial. En Economía, por ejemplo, se trabaja en dos líneas: mientras se intenta activar la gran inversión –la Agenda de Reimpulso Económico que trabaja la cartera va en esa dirección–, en el ministerio de Alameda 1449 se busca potenciar el motor interno de la actividad, el emprendimiento.
El ministro Juan Andrés Fontaine dio ayer el puntapié inicial a su plan “Todo Chile emprende” con una reunión de dos días en Santiago con todos los seremis de Economía, a los que se les instruyó a desplegarse en todo el territorio para apoyar, colaborar y motivar a los emprendedores (el año pasado se crearon unas 130.000 empresas en Chile y al menos uno de cada cuatro chilenos está involucrado en un emprendimiento reciente, ha dicho el ministro).
Con el objetivo central de dinamizar la economía desde las regiones a través del impulso emprendedor, Fontaine en un par de semanas arrancará con giras a todo el país para observar la puesta en marcha del plan “Todo Chile emprende”.
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