Se siente más cómodo en bambalinas, por lo mismo no le agradan mucho las entrevistas, prefiere las columnas, pero Gonzalo Cordero -ex samurái de Joaquín Lavín- está preocupado por el desprestigio de las instituciones a que han llevado los casos que mezclan negocios y política, y por la crisis que enfrenta su sector. Por eso, este militante UDI de tomo y lomo conversó con DF.
-¿Cómo ve el escenario político que se ha generado a raíz de los casos Penta, SQM y Dávalos?
-Desde el análisis de los procesos sociales y políticos, me preocupa que haya un creciente grado de deterioro de las instituciones y de la elite en sus distintas acepciones. Hay una falta de credibilidad muy grande en el sistema político; la falta de credibilidad y respeto que ha aumentado mucho respecto de la elite empresarial, a la que se estigmatiza como abusadora, como gente excesivamente codiciosa; en ese mismo sentido ha perdido enormemente influencia y respetabilidad el rol que ha jugado históricamente en la sociedad chilena la Iglesia Católica; también la han perdido los medios de comunicación. Entonces, sitúo lo que sucede con el caso Penta, también con el caso Dávalos, en esta lógica de la pérdida de respetabilidad e influencia de la elite. En el caso Dávalos, en particular, más allá de cualquier diferencia política, me preocupa que la institución Presidencia de la República se vea afectada, cuestionada o se llegue finalmente a una lógica en la que esta institución es considerada como un actor político más, sin esa diferente respetabilidad. Algo que se parece más a lo que es la sociedad argentina.
-¿Le parece que es más grave, desde el punto de vista del deterioro de la institucionalidad, el caso Dávalos porque involucra a la Presidenta?
-Lo sitúo todo en este contexto del efecto que produce. Diría que la institución Presidente de la República es el bastión más importante de nuestra sociedad e institucionalidad por lejos y, por lo tanto, cualquier cosa que afecte a esa institución me parece especialmente grave.
-Entonces, ¿cómo evalúa la forma como la Presidenta abordó el tema?
-Más allá de la contingencia política, hay que evaluar la actuación de la Presidenta en una doble dimensión: considerar los factores humanos –que están presentes y son muy legítimos-; pero lo que me faltó en la intervención de la Presidenta fue algún gesto más explícito de juicio respecto de lo que es correcto y lo que no lo es. Habría bastado con que hubiera reconocido escueta y simplemente que su hijo cometió un error. Porque lo importante y la mayor responsabilidad que tiene la Presidenta de la República es rayar la cancha, estableciendo ciertos criterios que puedan ser aplicables por igual a cualquier persona que ejerza cargos públicos.
-Algunos dicen que en su discurso fijo un estándar.
-Eso es más una interpretación respecto de ciertos mensajes implícitos en la declaración. Yo habría preferido que, aunque de forma muy escueta, ese mensaje hubiera sido explícito.
-Entonces, ¿comparte las críticas que se le hacen al manejo del gobierno?
-No me atrevo a emitir un juicio lapidario. Pero sí creo, objetivamente, que el gobierno nunca ha logrado tener el control y la iniciativa. Cuando está involucrado en una cosa así el hijo del Presidente de la República no es un tema privado, más aún con la función que él ejercía.
-Pero renunció.
-Su renuncia no se hizo ni en la oportunidad ni en la forma que se podría haber hecho. La entrevista que dio, en lugar de cerrar el tema –y esa era una buena oportunidad de cerrarlo- lo abrió más.
-¿Y qué le parece la fórmula elegida de anunciar un marco regulatorio para la relación público-privada?
-De alguna manera, esta reacción es un reconocimiento de que hay un problema institucional y eso es bueno, porque es realista. El problema más grave es el riesgo de que se extienda una percepción de que todo el sistema político está corrupto. Nosotros no estamos inmunes a entrar en la lógica de 'que se vayan todos' y ese es el mejor escenario para populismos extremos y caudillismos. La coalición de gobierno cometería un gran error si se encierra en sí misma y se refugia en su mayoría parlamentaria para legislar prescindiendo de la oposición, este problema no es de un partido ni de un sector, aquí el sistema político tiene que actuar en su conjunto.
-¿Cómo ha afectado a la mesa de la UDI el caso Penta?
-Esta es una directiva que está enfrentando los efectos del problema, pero no era la que estaba a cargo cuando se generaron y, probablemente, no sea una sola directiva, estos son problemas que vienen de antiguo. Entonces, todos los que de una forma u otra somos parte de la UDI tenemos que ser bastante solidarios en reconocer que no podemos achacarle toda la responsabilidad a los que les toca hoy día administrar la crisis.
-¿Cuánto afecta a la imagen del partido que figuras como Novoa y Lavín estén involucrados en el caso Penta y su arista SQM?
-No me quiero concentrar en hacer una análisis pequeño respecto de las personas A,B o Z. En la medida que la investigación ha ido avanzando ha quedado en evidencia que lo que fue la punta de un iceberg que se vio focalizada en la UDI, cuando la situación se empieza a conocer más en su integridad se empieza a ver que estamos más bien frente a un problema de la política en general y tiene que ver con la forma cómo se financia la política en Chile. No es sólo un problema de la UDI.
-Pero en la arista SQM aún no se ha comprobado que haya boletas ideológicamente falsas
-Por supuesto, pero si uno hace un juicio medianamente razonable tendría que reconocer que la cosa se ha movido más bien hacia allá que en el otro sentido. Creo que se ha caricaturizado lo que se ha llamado la teoría del empate, con algo que no es la teoría del empate, se puede mirar de otra manera, con otra expresión gráfica: Una cosa es decir teoría del empate y otra es ley pareja no es dura. Pero el tema de fondo es que todo esto, aumenta el nivel de desprestigio del sistema político con la ciudadanía.
Crisis en la derecha
-¿La derecha estaría en una crisis que va más allá del caso Penta?
-La situación en la que está la derecha, hoy, me atrevo a creer que es la más compleja y difícil probablemente desde la década del '60 del siglo pasado, y se resume en algunos elementos muy claros, como que abandonó progresivamente el debate político propiamente tal y trató de suplirlo con esto de escuchar lo que la gente quiere y de plantearle soluciones específicas o –y lo voy a decir como en algún momento lo dijimos con Joaquín Lavín- soluciones concretas.
-¿Por qué no tiene discurso?
-Se podrían elaborar algunas tesis. Cómo el gobierno militar contaminó el tema de las violaciones de los derechos humanos hizo que, la cancha de la discusión propiamente política se volviera incómoda, hostil, para la derecha por su rol en ese gobierno. Y progresivamente buscó refugio en las políticas públicas, tecnificó su discurso y abandonó esta cancha de la discusión política que le resultaba más ingrata.
-El llamado cosismo.
-Sí, el llamado cosismo que en su momento tuvo grandes virtudes, pero que con el tiempo el cosismo incubó cierta manera equivocada de entender la política.
"La derecha tiene que volver a construir un discurso político"
-¿El discurso del cosismo se alejó de lo político?
-Claro, el cosismo se alejó de lo político, efectivamente. Pero eso no es raro porque en el mundo, la derecha suele ser una alternativa más aterrizada, una opción política que mira más hacia la eficiencia. Lo que no significa que no tenga un relato político.
-Que en Chile no tiene...
-Lo fue abandonando y se fue quedando en las políticas públicas.
-¿Cómo se revierte eso?
-El propio Iñigo Errejón –dirigente del Podemos, movimiento de izquierda español- dice que 'la política no es sólo el arte de escuchar, es la expresión política del clamor popular. Lo que quiere la gente también se construye proponiendo, ofreciendo nuevos liderazgos, nuevos símbolos, diferentes interpretaciones de la realidad. Es mentira que la política sea escuchar solamente lo que emana de lo social, la política es construir sentidos'.
-¿Eso, a su juicio, le calza al desafío de la derecha?
-¡Pero claro!
-¿Actualmente, la derecha no tiene espacio para jugar en el marco de ese concepto?
-Es más, en la derecha cometimos el error de tratar de generar lo que llamo una suerte de oxímoron político, es decir, tomar ciertos conceptos políticos que son propios de la izquierda e intentar articularlos con políticas públicas que son propias de la derecha. Y esa es una contradicción que es imposible que prospere.
-¿Eso es reflejo de lo que pasó en el gobierno de Piñera?
-Es reflejo de políticos de derecha importantes tomando el discurso de la desigualdad, de los abusos empresariales, y al final, en vez de transmitir el proyecto político alternativo a ese, tratan de erigirse como los campeones de la lucha contra el abuso o contra la desigualdad.
-Aterricemos esa crítica, ¿eso pasó en el gobierno de Piñera?
-A mi juicio eso viene pasando en la derecha en los últimos 15 años. Por lo tanto, también pasó en alguna medida en el gobierno anterior. Pero sería injusto decir que sólo pasó en ese gobierno.
-¿O sea que a la actual directiva de la UDI no necesariamente se le arregla el panorama con el cierre del caso Penta?
-El problema nuestro, de la derecha es más profundo, la derecha tiene que volver a construir un discurso político.
-¿En línea?
-Tiene que construir una suerte de entramado social, porque, parafraseando a Churchill, la política es demasiado importante para dejársela sólo a los políticos. Si queremos reconstruir la derecha como opción de largo plazo, una de las cosas que necesitamos es construir distintos discursos que desde sus diferentes disciplinas y ámbitos converjan en una visión de la sociedad.