POr Claudia Rivas Arenas
El pasado sábado 21 de junio, junto con el comienzo del invierno, el ex timonel de Renovación Nacional, Carlos Larraín, entregaba a su sucesor, diputado Cristián Monckeberg, la posta de la presidencia del partido, pero con una advertencia que explicitó ante unos 400 consejeros presentes en la sede del Congreso en Santiago: “si hay personas que pretendan transformar RN en un partido de izquierda, se equivocarían rotundamente. (…) nosotros no pertenecemos a esa definición doctrinaria y práctica”. Palabras que dan debida cuenta de que el ex dirigente quiere prolongar, más allá de su mandato de ocho años, la influencia que ejerció con firmeza en los representantes de la colectividad y que estará atento a los pasos que se den.
Larraín deja la presidencia del partido en un momento crucial, marcado por definiciones con las que, en general, no comulga, como son las reformas tributaria, educacional y constitucional; pero también con algunas de corte valórico a las que se opone tenaz y rotundamente, como es el caso del aborto terapéutico. Su gran preocupación es que con el afán de sacarle ventaja a la UDI en la búsqueda del centro político, los nuevos dirigentes se vieran tentados a llevar a RN a aprobar medidas como esta última u otras que, a su juicio, desperfilarían a la colectividad a ojos de sus electores.
De ahí que en RN exista conciencia de que en el actual escenario, “don Carlos” –como le llaman adherentes y detractores- no quiere soltar el partido que moldeó por años y se jugó para tener presencia tanto en el Consejo General como en la Comisión Política, 15 de cuyos representantes se eligieron el fin de semana. Oportunidad en que reapareció en la vida política partidista el ex senador Sergio Romero, quien resultó electo junto con el ex vicepresidente Claudio Eguiluz, entre otros.
Junto con ellos, Larraín pretenderá seguir influyendo en las decisiones que se tomen en adelante a través tanto de la Comisión Política como del Consejo General, instancias por donde deben pasar las decisiones más relevantes de la colectividad. En el entorno del ex timonel, admiten que “claro que espera influir” y explican que lo hará desde la Comisión Política que integrará por derecho propio en calidad de ex presidente –organismo que, según sus cercanos, quedó conformado mayoritariamente con gente de la línea de Larraín- y desde el Consejo General en el que representa a su distrito, el 23 de Las Condes.
Quienes acompañaron al ex timonel durante su larga gestión, incluso, insisten en que de haber querido seguir a la cabeza del partido se habría impuesto con holgura; pero el diagnóstico de sus detractores es bastante diferente. Aseguran que su ámbito de influencia se estrechó y que no le queda mucho espacio para imponer posturas minoritarias. Tienen la convicción de que Larraín espera poder erigirse en una figura emblemática, pero no creen que eso ocurra.