Nuevos vientos en las Américas
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Obama se ha equivocado mucho en política exterior. Y no hay más que mirar a Oriente Próximo para ver las consecuencias de esos errores. Pero hay veces que acierta. Irán es un ejemplo, y mejor ejemplo aún es Cuba. Superemos el esquematismo que le niega a los presidentes liberals la posibilidad de acertar en algo.
El mejor Obama es el Obama pragmático. En la sesión plenaria con la que se concluyó la VII Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá, el presidente de los Estados Unidos invocó ese pragmatismo delante de un Raúl Castro que siguió reivindicando la revolución castrista. Obama aseguró que su país no se sentía amenazado por Cuba ni pretendía cambiar su régimen político.
Antes había buscado una reunión con miembros de la disidencia y delante del propio Castro habló de derechos humanos. No lleva razón Jeb Bush cuando asegura que su presidente ha legitimado a un dictador. Los republicanos van por mal camino si aceptan las tesis más duras del exilio de Miami. El exilio está en este momento dividido y muchos reconocen que la política "dura" de los últimos años ha sido inútil.
Lo de Obama es simplemente realpolitik, después de más de 50 años de un embargo y de un aislamiento que ha castigado al pueblo cubano y ha dado pretextos a los hermanos Castro para intentar justificarse. El último precedente de una reunión como la que han mantenido los presidentes de Estados Unidos y de Cuba en Panamá hay que buscarlo en 1956. Hemos sabido que en la conversación que Obama tuvo con el Papa, y que tan importante ha sido para cambiar la política de Estados Unidos, una de las cosas que más pidió Francisco fue acabar con el embargo.
El camino es largo. Levantar el embargo es competencia de la Casa de Representantes y del Senado, con lo que está todavía lejos. La reapertura de relaciones no significa ni mucho menos que la democracia vaya a llegar de forma automática a Cuba. Pero sin duda ayudará a los que desde hace décadas trabajan para que sea posible.
Por otra parte tampoco es cierto que el gesto suponga un cambio en la política de Estados Unidos hacia América Latina. En realidad la Casa Blanca no tiene una política para la parte del continente que habla español y portugués. Tiene una política para Centroamérica, para México y el Caribe. Algo de interés en el norte de América del Sur y muy poco interés en Brasil y el Cono Sur.
En cualquier caso el giro hacia Cuba, ratificado en Panamá, ya ha empezado a dar buenos resultados. Ha provocado un cierto aislamiento de Venezuela. Las sanciones aprobadas por Estados Unidos a altos cargos venezolanos hace un mes habían suscitado una cierta "solidaridad pasiva" de algunos países de Latinoamérica.
El silencio de las diferentes organizaciones transnacionales latinoamericanas ante los atropellos de Maduro ha sido hasta ahora clamoroso. Pero el acercamiento hacia Cuba ha provocado un descenso considerable del habitual tono antiamericano de algunos pronunciamientos. Hasta Maduro le ha estrechado la mano a Obama en Panamá y ha dicho que ahora está dispuesto a iniciar conversaciones con el demonio de las barras y las estrellas. Puede ser el final definitivo para el "eje bolivariano", la red de alianzas creada por Hugo Chávez y mantenida por Maduro.
De hecho Evo Morales, que en su momento parecía uno de los ejes fundamentales del indigenismo populista, ahora sigue haciendo políticas muy a la izquierda en lo social, pero mantiene en Bolivia una política económica absolutamente ortodoxa. Y Rafael Correa, aunque continúa con su discurso antiimperialista, explora nuevas vías. Dilma Rousself, que nunca quiso ser bolivariana pero sí mantener alta la bandera de una izquierda social en el gigante brasileño, ahora se las ve y se las desea para aplicar políticas de ajuste.
El realismo pragmático en política si realmente mira el bien del pueblo no es malo. Menos, cuando tiene como asesor a Francisco.