Gaudí: Belleza para la Gloria de Dios
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Por Javiera Corvalán Azpiazu
“Perdón por estas lágrimas, pero no puedo evitar emocionarme; ¿no ves que cada día que pasa me hago más viejo?”, sólo pueden ser palabras de un hombre que no termina de enterarse de que, en realidad, cada día que pasa se hace más niño.
Recién tras ofrecerme un vaso de jugo, preguntarme sobre mi vida y hacer un par de bromas, José Manuel Almuzara recuerda la razón por la que dos desconocidos nos encontramos conversando un lunes de octubre en la recepción de un edificio santiaguino también desconocido. Quizás olvidó por un momento que es el Presidente mundial de la Causa Gaudí ante el Vaticano y el enviado por el Papa Francisco para difundir por el mundo la vida y obra del siervo de Dios; y que yo tengo interés en entrevistarlo.
Don José Manuel lleva más de cuarenta años deslumbrado con la arquitectura gaudiniana. En 1977, tras terminar sus estudios de arquitectura en Barcelona y habiendo tenido la oportunidad de conocer en profundidad a Gaudí a través del contacto directo con varios de sus discípulos, se propuso junto con un pequeño grupo de cuatro laicos iniciar una asociación que promoviese la beatificación del arquitecto catalán.
Tuvieron que pasar quince años para que la Asociación Pro Beatificación de Antoni Gaudí fuese una realidad. Reconocida en 1992 por san Juan Pablo II, la agrupación presidida por Almuzara ha tenido durante las dos últimas décadas la importante misión de dar a conocer, tanto dentro como fuera del Vaticano, la fuente inagotable de belleza que hay en el alma y arte de Gaudí.
“Esa belleza es universal: a todos atrae la obra de Gaudí; no hay persona ni cultura que quede indiferente frente a su arquitectura”, afirma José Manuel Almuzara mientras se prepara un café.
- ¿Y qué es lo que hace universal esa belleza? ¿Qué es exactamente lo que tiene, que hace que tantos se sientan identificados con ella?
- Creo que la palabra clave es “naturaleza”. Gaudí se inspira en ella para hacer arte. Habla de “mi maestra, la Naturaleza”. Observa las formas y comportamientos de los árboles, de los insectos, de los animales en general; analiza las características de la luz y las leyes que rigen todo lo creado… y construye inspirándose en eso. Para él las leyes naturales -como la gravedad, por ejemplo- no son un obstáculo, sino un impulso, un aliado.
- Y al ser universal la naturaleza, es universal el arte de Gaudí…
- Precisamente. No hay nadie en el mundo que no haya experimentado la belleza de la naturaleza, de la Creación; el lenguaje estético que brota de ella es universal. Y como Gaudí aprendió y habló ese mismo lenguaje, logra comunicar algo a todo aquél que se enfrenta con su obra.
- Esa belleza exterior de sus creaciones artísticas, probablemente sea reflejo de la belleza interior del artista. ¿Cuáles son esas bellezas interiores de Gaudí que ameritan que se encuentre en proceso de beatificación? ¿Por qué su alma y su vida son ejemplo para los cristianos?
- Mira… ¡son muchas cosas! Gaudí fue un hombre lleno de virtudes, porque se dejó transformar por la gracia de Dios. Lo primero que se me viene a la mente es su humildad: No utilizó su talento para vanagloriarse; al hacer arte no buscó su propia gloria, sino la gloria de Dios.
- ¿En qué actitudes concretas se manifestó esa humildad?
- Por ejemplo, en que nunca le preocupó la posibilidad de no ver acabada su obra principal: el templo expiatorio de la Sagrada Familia. No le interesaba recibir los “créditos” por ella, justamente porque no la construía para sí mismo, sino para Dios. Tuvo una mentalidad, en ese sentido, muy medieval. Solía decir “mi Cliente no tiene prisa”.
- Esa actitud no es algo corriente en los grandes artistas de la modernidad.
- Nada corriente. Así como tampoco es corriente el amar lo pequeño. Eso a veces también es falta de humildad. Es fácil que los grandes artistas prefieran embarcarse sólo en proyectos muy deslumbrantes y desprecien proyectos más humildes. Pero ése no fue el espíritu de Gaudí. De hecho, su primera creación artística fue algo tan sencillo como un armario (cuya genialidad y prolijidad le ganaron la admiración de Eusebi Güell, quien fuera más tarde, y a raíz de esto, su mecenas); y su última creación fue una simple lámpara. A esta pequeña lámpara se refería cuando la noche antes de morir le dijo a su ayudante “No olvides llegar temprano mañana, porque construiremos cosas muy bonitas”. Fue capaz de descubrir la belleza y el valor de los detalles, y de poner su corazón en ellos.
- Como pasa con el corazón de los niños…
-¡Exacto! El de Gaudí fue un corazón de niño. Vivió el Evangelio y el llamado que éste nos hace a “ser como niños” para “entrar en el “Reino de Dios”. Imagínate que en las murallas de algunas de sus construcciones escribía con letra muy pequeña unas frases para la Virgen María. Pero las escribía de tal modo que cada letra quedara invertida, para que así María, “desde el cielo, pudiera leer más fácilmente”. Eso es hacerse niño, eso es hacerse pequeño…
- El que es pequeño se sabe necesitado y dependiente, por lo que no puede vivir sin oración: en ella ruega a Dios constantemente, le pide lo que necesita, le da gracias… porque sabe que la Salvación es don y no derecho. ¿Cómo fue la vida de oración en Gaudí?
La humildad de Gaudí le hizo ser un hombre de oración; y, al mismo tiempo, esa oración hizo de él un hombre humilde.
Su vida de oración fue muy intensa. Pese a que fue laico, nunca se casó, lo que le permitió disponer de mucho tiempo para la oración: rezaba largamente cada mañana, y sobre todo cada tarde; al punto de que por lo general no trabajaba más allá de las cinco: le gustaba dedicar el resto del día a la oración. Acudía con frecuencia al sacramento de la reconciliación, y diariamente a la Santa Misa.
Los vecinos le veían rezar todos los días el rosario mientras caminaba. Siempre llevaba en un bolsillo un puñado de avellanas y en el otro bolsillo un rosario.
- ¿La “mástica” y la mística?
(Se ríe.) Qué buena expresión. Podríamos decir que las avellanas simbolizan la “mástica” y el rosario simboliza la “mística”: Fue un hombre íntegro, que no descuidó ni lo divino ni lo humano. Tuvo siempre conciencia de que somos “espíritu encarnado”; de que no dejamos de ser carne por ser alma, ni dejamos de ser alma por ser carne.
Esa integridad la vemos también en que Gaudí nunca dejó de ser arquitecto por ser católico, ni dejó de ser católico por ser arquitecto. Amó a Dios justamente en la arquitectura (aunque no sólo ahí), y no pese a la arquitectura. Porque sabía que, así como no podemos separar alma y carne, tampoco podemos separar fe y vida.
- Si mal no recuerdo, es precisamente esto lo que más destaca Benedicto XVI cuando habla sobre Gaudí.
Benedicto XVI dijo sobre esto último unas palabras bellísimas en la ceremonia de consagración de la Sagrada Familia en 2010: “Antoni Gaudí, arquitecto genial y cristiano consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad absoluta (…), hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres. Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es reveladora de Dios”.
- Qué increíble que se sepa esta homilía prácticamente de memoria. Hay mucha verdad y belleza en las palabras del Papa…
¿Verdad que sí? (Se emociona.) Perdón por estas lágrimas, pero no puedo evitar emocionarme; ¿no ves que cada día que pasa me hago más viejo?
(Hace una pausa.) Y quiero contarte otra cosa que, según recuerdo, dice Benedicto XVI durante esa homilía: menciona los tres libros de los que se alimentaba Gaudí: el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la Liturgia. Esto es, de algún modo, una invitación que nos hace el Papa emérito a que los cristianos imitemos en este punto a Gaudí: una invitación a que bebamos de esas fuentes de vida de las que él bebió.
- Veo que Benedicto XVI admira mucho a Gaudí ¿Pasa lo mismo con el Papa Francisco?
Me consta que el Papa Francisco es un gran admirador suyo. De hecho, en este año de la Misericordia quiso bendecir solemnemente la iniciativa de nuestra Asociación.
Cuando me reuní con él hace algunos meses, me dijo que el dar a conocer la vida y obra de Gaudí es también una obra de misericordia, pues puede servir de aliciente a muchos cristianos, particularmente a los artistas católicos.
“Éste no es un año para andar distraídos” –me dijo- “sino un año para descubrir lo esencial; usted, entonces, no olvide transmitir lo esencial de Gaudí, que fue su alma contemplativa y misericordiosa, su amor a Dios y al prójimo”.
- Las almas contemplativas como las de Gaudí suelen ser misericordiosas. Contemplación y misericordia parecen ser vasos comunicantes…
- Claro, no puede ser de otro modo. A veces se piensa que el contemplativo es el distraído, pero es justamente lo contrario: el contemplativo es, como dice el Papa, el que “pone su vista en lo esencial”. Y si, como Gaudí, tenemos puesta la vista en lo esencial, que es Dios, por añadidura seremos misericordiosos como el Padre Dios.
Gaudí fue, desde muy temprana edad, un contemplador de la Creación. Solía decir “La Creación continúa incesantemente (…) Yo no soy un creador, sino un colaborador de la Creación; por lo que debo amar a cada uno de los seres de la creación, sobre todo a mi prójimo”.
Hablamos mucho sobre esto con el Papa Francisco.
- Qué alegría que el Papa lo haya recibido…
- ¡Imagínate! Fue una alegría inmensa. Me conmueve recordar con cuánto afecto nos acogió a mi señora y a mí. Ah que no adivinas lo que me dijo cuando nos despedimos: “vaya, pues, y… ¡diviértase!”.
- ¿Y? ¿Se ha divertido?
- Muchísimo. Soy un privilegiado, sin duda. La tarea que me ha encomendado el Papa durante este Año de la Misericordia me ha significado muy grandes alegrías y aprendizajes. Todo esto que me ha pasado en los últimos años, y particularmente este año, ha sido un don inefable de Dios.
De cada lugar en el que estoy me llevo en el alma algo nuevo e infinitamente valioso. Por eso agradezco tanto que la Fundación CEVIFAM (Centro para la Vida y la Familia) me haya invitado a Chile por una semana a dar este testimonio a diferentes personas e instituciones. Definitivamente, es mucho más lo que me llevo de Chile que lo que traigo a Chile. Sólo me queda decir “gracias”.
- ¿Qué piensa su familia de todo esto?
- Mi señora y mis hijos se alegran mucho de todo lo que me ha tocado vivir. Comparten mi alegría como propia, y eso es un regalo. Admiran profundamente a Antoni Gaudí, lo que hace que hablemos, por así decirlo, el mismo idioma. Obviamente cuando viajo muy seguido comienzan a extrañarme, y yo a ellos. Pero no te imagines que me paso todo el año viajando: ¡tenemos que vivir de algo! Así que sigo trabajando en el libre ejercicio de mi profesión, lo que implica pasar una parte importante del tiempo allá en España.
- Por último, además de darle las gracias por esta conversación, me gustaría saber cuál es la enseñanza más importante que, a su juicio, deja Antoni Gaudí a los artistas católicos.
- Me parece especialmente iluminadora la noción gaudiniana de “originalidad”: Para Gaudí el artista original no es el que pretende ser el origen, sino el que es capaz de volver al origen. Creo que ésa es una directriz muy valiosa: para hacer arte se requiere primeramente descubrir la belleza en lo que ya existe, en lo que nos es dado, donado… que es la Creación, la obra del Gran Artista. Esa Creación tiene un origen y una composición cuya armonía el artista no puede despreciar, ni de la cual puede prescindir; sino de la cual debe, con humildad y gratitud, aprender.