Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), hizo historia el 3 de abril cuando por primera vez habló de “unanimidad” para recurrir a medidas no convencionales o extraordinarias que hagan frente a los riesgos económicos de un período excesivamente prolongado de baja inflación en la zona euro.
Pero el banquero italiano fue más allá y puso nombre y apellidos a estas medidas y entró en detalles al hablar del alivio cuantitativo o QE (quantitative easing) a la europea. Draghi llegó a plantear la opción de que sería más efectivo enfocar estas compras al mercado de deuda privada, en concreto hacia titulizaciones o valores respaldados por activos.
Puntos
en contra
La implantación de un QE a la europea no sería sencillo legalmente, ni serviría para alejar al fantasma de la deflación, ni sería a muy corto plazo.
1 Los efectos son imponderables
“Básicamente lo que supone es dar una vuelta de rosca, casi diría que imposible, a la ya expansiva política monetaria del BCE”, sentencia Alberto Roldan, economista y analista financiero. “Los efectos son imponderables y todos se dirigen hacia un mismo punto de discusión: inflación a mediano plazo”.
El problema, reconoce este economista, es que “el balance del BCE ya se ha expandido lo suficiente y si buscara materializar un giro a su política comprando activos, lo que estaría haciendo es engordar aún más su tamaño sin que ello suponga una medida eficaz ni para la creación de empleo ni para el crecimiento económico”.
2 Complejidad
Francisco Vidal, economista para Europa de Intermoney, reconoce que “las expectativas a este respecto han crecido mucho en los mercados, pero estamos ante una cuestión compleja y difícil de implantar en la Unión Monetaria Europeo (UME), especialmente a corto plazo”, dice.
3 A largo plazo
Bajo el punto de vista de Vidal “el QE dista mucho de la inmediatez que algunos están perfilando”. Además, indica que si el QE finalmente se llevara a cabo, “las mejoras en la deuda soberana (incluida la vuelta a los mercados de Grecia) y las reticencias alemanas harán que no se justifique una actuación sobre la deuda pública, enfocándose a la privada. Un campo en el que el BCE se siente mucho más cómodo”, sentencia el economista de Intermoney.
De hecho, recientemente el rotativo alemán ‘Frankfurter Allgemeine Zeitung’ apuntó que el BCE ya habría hecho una simulación del impacto que tendría un QE de 1 billón (millón de millones) de euros, “un volumen relevante”, según Renta 4, pues equivale al 10% del PIB de la eurozona. Según este ‘experimento’ que consistiría en la compra de deuda privada a razón de 80.000 millones de euros mensuales, la inflación europea se catapultaría entre un 0,2% en el peor de los escenarios y un 0,8% en el mejor.
En cualquier caso, el objetivo sería “liberar recursos de la banca, al tiempo que se dinamiza un mercado clave para la financiación de la economía, permitiendo que mejore el flujo del crédito y sin olvidar que arrastraría a la baja la rentabilidad demandada a las titulizaciones, pero este hecho se filtraría hacia la economía real y también hacia otros activos. Ello jugaría a favor de su revalorización pero también permitiría tener financiación más barata”, indica el experto de Intermoney.
Argumentos
a favor
1 Beneficiaría a la deuda periférica
Para valorar el impacto en los mercados de una medida de este calado, primero habría que definir exactamente qué tipo de activos podría comprar el BCE, de qué países o en qué cantidad.
Si se aplicara a activos de deuda pública, “en promedio distribuida según el capital de los bancos centrales nacionales en el BCE, su mayor impacto se sentirá en la deuda periférica que ya está más demandada (y con rentabilidades aún atractivas) frente a la deuda central”, explica José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi para España.
Pero si se aplicara a deuda privada (titulizaciones de préstamos a empresas) “sin duda el efecto será en caídas de las primas de riesgo empresarial a corto plazo y más tarde en el resto de las primas de riesgo europeas (de nuevo periférica)”, detalla Martínez Campuzano. De manera que “tanto en un caso como en otro, de forma directa o más desfasada en el tiempo, serán las primas de riesgo periféricas las que resulten más beneficiadas”, añade. El estratega de Citi considera, además, que debemos entender estas operaciones de tipo cuantitativo como mecanismo con tres objetivos: subir el precio de los activos, crear mercado para ellos y favorecer que los inversionistas compren riesgo.
2 Depreciaría
al euro
David Cano, socio y director general de Afi, Inversiones Financieras Globales EAFI, también considera que con un QE sobre la mesa el euro se debería depreciar frente al dólar, corrigiendo así parte de la sobrevaloración actual. “De esta forma, aliviaría el riesgo de deflación de la UME y serviría para impulsar -aunque fuera modestamente- el crecimiento”.
Gerardo Ortega también coincide con Cano en que un QE beneficiaría al euro, pues le haría depreciarse “al combinarse con los efectos del endurecimiento de la política monetaria en EEUU”.
3 Impulsaría la renta variable
“El efecto para la renta variable europea sería alcista. De hecho, ya lo está siendo por la simple determinación mostrada”, dice Ortega. “Esto sería especialmente cierto si fuera a través de la compra de titulizaciones ya que iría encaminado a reactivar el crédito bancario”.
Alberto Roldán también considera que “los mercados indudablemente reaccionarían al alza” con un QE. Y reconoce que hasta el momento lo que está claro es que “los únicos beneficiados con las políticas monetaristas de los principales bancos centrales, han sido los precios de los activos”. Porque “ni el PIB ni el empleo han mejorado en la cuantía que lo han hecho los balances de esos bancos centrales, y los únicos que sí lo han hecho son las bolsas”.
Pero volviendo a la cuestión principal. ¿Un QE serviría para luchar contra la deflación? Sería “loable, sin duda”, considera José Luis Martínez. “Pero lo cierto es que por el momento sólo en el caso del Banco de Japón, con un objetivo deliberado de crear inflación, hemos visto algún tipo de impacto positivo”. En el resto, “la mejora financiera y de los mercados ha impactado de forma positiva (pero en parte limitada) en la economía real”, reconoce.