Primero, protestas; después víctimas y recriminaciones inevitables. La vida se pone cada vez más difícil en las violentas calles de las ciudades venezolanas. Pero eso no significa que un cambio de régimen esté próximo.
De cualquier forma, fue el peor disturbio desde que el presidente Nicolás Maduro ganó la elección del año pasado por un pelo, después de que su mentor, Hugo Chávez, falleciera.
Dada la riqueza petrolera de Venezuela -posee las mayores reservas de energía a nivel mundial- es tentador hacer comparaciones con la “Primavera Árabe”.
Pero sólo hasta cierto punto. Sí, el gobierno socialista de Venezuela se encuentra a la defensiva: el diseño de políticas económicas
es incoherente; la inflación es superior a 50%; uno de cuatro productos de la canasta básica no se encuentra en los supermercados, mientras aumenta la escasez; y se merman las reservas de divisas. El gobierno también se encuentra plagado de facciones y está dividido en sí mismo. Sin embargo, controla la importantísima industria petrolera, el ejército y los principales medios
de prensa. Al mismo tiem-po, la oposición tiene sus propios retos y divisiones internas.
Aún así, la situación está cambiando rápidamente. Mientras continúa deteriorándose la situación económica, existe la posibilidad de que las protestas escalen. La clave es cómo responderá el gobierno. Si las reprime violentamente, corre el riesgo de crear peores disturbios en el futuro. Mientras tanto, la oposición principal debe balancear muy cuidadosamente el apoyo a los sentimientos que alimentan el descontento detrás de las protestas, mientras que, a la misma vez, esquiva acusaciones de que intenta desestabilizar el país.
Una muestra de lo que podría suceder se dio el martes, cuando Maduro dijo en televisión nacional que pretende renovar una leyque le permite inhabilitar a los candidatos políticos que amenacen la paz social. Stratfor, la consultoría de riesgo político, concluye: “Fue un disparo de advertencia a los líderes de oposición, y podría predecir una política gubernamental más agres va, diseñada para limitar la oposición política”.