El Convento de las Trinitarias Descalzas ocupa un edificio del siglo 17 en el corazón del animado Barrio de las Letras de Madrid. Es el hogar de alrededor de una docena de monjas y – muy posiblemente – de los huesos del más grande escritor de la historia de la lengua española: Miguel de Cervantes.
El lugar de descanso final del creador de Don Quijote ha sido durante mucho tiempo un misterio. Cervantes murió en 1616 y fue enterrado dentro de las paredes de ladrillo rojo del convento. Hasta hace unos meses, sin embargo, nadie se había molestado en buscar el paradero preciso de su ataúd, o verificar si sus restos de hecho siguen ahí. Cervantes, el hombre aclamado como el inventor de la novela moderna, no tiene ni siquiera una lápida.
Si todo va bien, eso pronto podría cambiar. A finales de enero, un equipo de investigadores rompió las paredes de la cripta del convento, donde encontraron varios ataúdes muy deteriorados. Sus pulsos se aceleraron cuando vieron que uno tenía clavos de hierro oxidados en el costado. Las iniciales que deletreaban eran exactamente las que el equipo había estado buscando: MC.
Tanto el ataúd como su contenido estaban en un estado lamentable. Cuatro siglos de indiferencia póstuma habían claramente cobrado su precio tanto al cadáver como al ataúd de Cervantes (si es que es el suyo). Fotos publicadas después de la excavación muestran una mesa blanca cubierta con trozos de madera, huesos y otros restos humanos – todos de color terracota marrón uniforme y entremezclados.
En teoría, Cervantes debe ser fácil de identificar. Al igual que el caballero iluso de La Mancha, su creador vivió una vida larga y aventurera. Su cuerpo lleva impresionantes heridas de guerra, algunas de las cuales obtuvo al guerrear por la Santa Liga Católica contra la flota otomana en la batalla de Lepanto (1571). Su mano izquierda fue destrozada por un disparo de un arcabuz. En el momento de su muerte, se dice que Cervantes tenía seis dientes y que su columna vertebral estaba doblada. Si los expertos forenses pueden encontrar por lo menos algunas de esas señas en los restos, seguramente tienen a su hombre.
Pero incluso si el gran misterio literario de España es resuelto, quedan preguntas cruciales por contestar. El más importante es qué hacer con los restos si son los de Cervantes. ¿Construir un imponente monumento? ¿Llevarlo a un cementerio de Madrid? ¿O enterrarlo nuevamente en el convento? La industria del turismo local seguramente querrá un voto en el asunto. La excavación fue financiada en gran parte por la ciudad de Madrid, la cual no ha callado su deseo de lanzar un atractivo turístico más.
No hay duda de que hoy en día hay muy poco para mantener a los fanáticos de Cervantes entretenidos. El ricamente dotado interior y el dorado altar del convento sólo pueden visitarse con cita previa. La fachada tiene una modesta placa de mármol que conmemora al escritor y explica que él eligió ser enterrado con las Trinitarias por gratitud: la orden ayudó a negociar su liberación después de cinco años de cautiverio por piratas argelinos. Pero eso es prácticamente todo.
A la vuelta de la esquina, en el lugar donde Cervantes pasó sus últimos años y murió, la planta baja está ocupada por una tienda de zapatos ortopédicos, que rinde homenaje al gran poeta con algunos bustos dispersos entre zapatillas desteñidas. El único otro negocio que trata de sacar partido de la conexión es la Pizzería Cervantes que queda enfrente.
La impresión es una de extraño abandono – el mismo abandono, tal vez, que permitió que cuatro siglos pasaran sin una búsqueda seria de los restos de Cervantes. Ese fracaso es desconcertante entre otras cosas porque Cervantes era, y todavía es, reverenciado por encima de todos los demás escritores españoles. No hay quizás una ciudad en España que no tenga una calle, plaza o monumento que lleva su nombre. El premio literario más importante del país es el Premio Cervantes. Los institutos culturales de España en el extranjero llevan su nombre.
Más importante aún, sus frases están todavía presentes en las conversaciones cotidianas y en los discursos políticos, mientras que su mayor invento – el caballero de porte triste – sigue siendo admirado y es objeto de compasión en todo el mundo. Siempre estamos luchando contra molinos de viento. Nuestras búsquedas quijotescas nunca terminan.
Cualesquiera que sean los restos que los expertos forenses puedan rescatar de ese ataúd podrido en el centro de Madrid, Don Quijote, por lo menos, sigue vivo.