Científicos que estudiaban a los tiburones de Groenlandia, una especia que se pensaba que vivía hasta 200 años, descubrieron que tienen una esperanza de vida mucho más larga. A uno de los especímenes se le calculó casi 400 años, es decir que había nacido más de un siglo antes de la fundación de EEUU.
El descubrimiento, reportado la semana pasada en la revista Science, es un récord para un vertebrado, y entrega potencialmente ayuda para quienes buscan los secretos de la longevidad. Los entusiastas del antienvejecimiento insisten en que la vida es sólo la ausencia del proceso que lleva a la muerte, y que la esperanza de vida humana podría extenderse dramáticamente. Su filosofía es tratar el envejecimiento como una enfermedad: se trata la enfermedad y la vida no se acabará.
Los tiburones y las mantarrayas suelen revelar su edad a través de los depósitos de calcio que se fijan cada año en estructuras sólidas como las aletas, pero los tiburones de Groenlandia, el pez más grande de las aguas del norte, no tienen esas estructuras. En cambio, los investigadores se fijaron en los cristalinos de sus ojos. Los tejidos formados en los cristalinos en el nacimiento se mantienen sin cambios; su contenido de radiocarbono puede ser comparado con los niveles conocidos de radiocarbono en el ambiente marino hasta hace 500 años atrás. Un equipo internacional, liderado por académicos de la Universidad de Copenhague, mostró que los tiburones más grandes eran generalmente los más antiguos, con uno que tenía cerca de 392 años. Se estima que las hembras alcanzan la madurez sexual a los 156 años. Sus ojos también entregan una vitrina sobre la historia de la humanidad: los cristalinos de los peces más jóvenes contenían un “pulso de bomba”, una firma de radiocarbono distintiva que resulta de las pruebas con bombas nucleares.
El estudio señala, correctamente, que deberíamos cuidar a estos centenarios de lo profundo; su lento ritmo de madurez y reproducción tiene consecuencias obvias para la conservación. Pero también muestra que hay potencialmente muchas especies con vidas más prolongadas que los humanos, lo que genera nuevas preguntas sobre si existe un impedimento natural para que los humanos vivan por siglos. Después de todo, la esperanza de vida ha estado subiendo por décadas a medida que conquistamos los desafíos -malnutrición, enfermedades, guerra, contratiempos- que aceleran nuestra muerte. Hace tres siglos, era difícil que una persona llegara a los 40 años; algunos científicos creen que quienes nacen hoy tienen una buena oportunidad de llegar a los 150.
Hoy son los japoneses los que llevan la batuta, con una esperanza de vida de 83 (la esperanza de vida es la edad promedio que alcanza la población; la duración de la vida es el número de años que vive un individuo en particular). La duración de vida más prolongada verificada es de 122 años. Los humanos no van a superar a los tiburones pronto, pero se están marcando nuevos récords en especies de mamíferos. Este año, científicos descubrieron que los ratones pueden ser manipulados para que vivir 35% más sólo removiendo células envejecidas de su cuerpo.
Estos avances han transformado la búsqueda de la inmortalidad desde un chiste a una promesa comercial. La misión declarada de Calico, una firma respaldada por Alphabet, la matriz de Google, es “curar la muerte”. Human Longevity, una compañía enfocada en investigación genómica del envejecimiento, tiene una lista estelar de patrocinadores. Mientras que el gestor de fondos de inversiones Joon Yun estableció el premio Palo Alto Longevity de US$ 1 millón para quien logre descifrar el código del envejecimiento.
Pero, en la ausencia de un elixir, hay evidencia, aunque mixta, de que reducir las calorías podría extender la vida en los ratones y monos. Miembros de la Sociedad para la Restricción Calórica abogan por una abstinencia parcial como la ruta de una vida duradera. Aunque privarse de papas fritas y chocolate sólo haría que la vida se sintiera más larga de lo que es, y sería en realidad el secreto del aburrimiento eterno.