Washington, EEUU
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, nominó ayer al juez Merrick Garland como titular de la Corte Suprema de Justicia y abrió, así, una feroz batalla política con el Senado, controlado por una oposición republicana, que se niega a ratificar a ese candidato en el marco de la agitada campaña electoral, con miras a los comicios presidenciales de noviembre, y del fin del período del actual jefe de gobierno.
El titular de la Casa Blanca advirtió a sus adversarios sobre sus intenciones de bloquear la elección Garland, de 63 años, seleccionando deliberadamente a un juez de apelaciones para reemplazar al fallecido Antonin Scala, y recordó que en el pasado ha sido elogiado por los republicanos.
La vacante dejada por Scalia ha empujado al Tribunal Supremo al centro de la batalla político electoral, poniendo en juego la inclinación ideológica de una institución con profunda influencia sobre el gobierno y la sociedad.
Los senadores republicanos reiteraron su determinación de bloquear cualquiera de los candidatos durante el último año de gobierno de Obama, insistiendo en que los votantes deberían tener participación al permitir que el próximo presidente sea quien llene la vacante.
Al anunciar su decisión en los jardines de la Casa Blanca, Obama instó a los republicanos a reconsiderar y a cumplir su deber constitucional, al estimar a Garland como un candidato en vez de tratarlo como una “piñata política”.
“Yo sé…que es tentador hacer que este proceso de confirmación sea simplemente una extensión de nuestra dividida política, de las discusiones que se están dando diariamente”, dijo Obama. “Pero continuar por ese camino sería un error. Sería una traición a nuestras mejores tradiciones”.
Garland, considerado también para el cargo de la Corte Suprema en 2010, es el juez principal de la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia, una piedra angular de la corte superior en la que Scalia también se desempeñó. En 1990, Garland supervisó como alto funcionario del departamento de justicia, la investigación del atentado de la ciudad de Oklahoma.
Un oficial de la Casa Blanca señaló que se ratificó como juez de la corte de apelaciones en 1997 con el apoyo de la mayoría de ambos partidos y que en 2010, Orrin Harch, un senador republicano de alto nivel, lo describió como un “candidato de consenso” para el Tribunal Supremo. Pero Hatch, el miembro de mayor antigüedad en el Comité Judicial del Senado, derribó cualquier esperanza de que los republicanos acordaran llevar a cabo audiencias, y mucho menos votar, a favor del nombramiento de Garland.
“Creo realmente en el juez Garland. Pero su nominación de ninguna manera cambia las circunstancias actuales”, dijo.
“Sigo convencido que la mejor manera para que el senado haga su trabajo, es esperar a que la tóxica elección presidencial finalice. Hacerlo así es la única manera de garantizar imparcialidad hacia un candidato y preservar la integridad de la Corte Suprema”.
La muerte de Scalia puso fin a la mayoría conservadora que dominó la corte por un cuarto de siglo, pasando a dividirse 4-4 entre conservadores y liberales.
Los republicanos no quieren que Obama incline la balanza a la izquierda pero están apostando que un miembro de su propio partido gane las elecciones presidenciales de noviembre y nombre a otro conservador.
Algunos críticos están prediciendo que los republicanos podrían perder el control del senado en un revolcón electoral si Donald Trump es su candidato.
Si la aspirante demócrata, Hillary Clinton, gana y el senado cae en manos de los demócratas, ella estaría facultada para nombrar a un juez más liberal que Garland si así lo desea.
Carl Tobias, profesor de leyes de la Universidad de Richmond, dijo que Garland “era el tipo de candidato que un presidente republicano incluso debería considerar”. Pero como juez en un tribunal de apelaciones no tuvo registro claro de decisiones sobre situaciones sociales álgidas.