Por John Paul Rathbone, Londres
20 años en el Nafta, México tiene muchos criminales y no suficientes policías; muchos trabajadores ganando bajos salarios y no suficientes empleos calificados: muchos amaneceres falsos y no suficiente crecimiento económico.
Tales preocupaciones serían una maniobra de conversación pobre cuando Enrique Peña Nieto, el presidente mexicano, acoja con orgullo a sus contrapartes de Estados Unidos y Canadá, Barack Obama y Stephen Harper, en México hoy para su revisión anual del Tratado Norteamericano de Libre Comercio (Nafta, su sigla en inglés).
En vez de eso, podría arrojarles otra manera para la llamada “Cumbre Tres Amigos”. Los principales problemas de México en el aniversario 20 del Nafta, él podría decir, surgen del hecho que el país tuvo muchos macroeconomistas y no suficientes microeconomistas.
Eso podría sonar raro. Sin embargo, si fuera al revés, el Nafta podría no ser visto de forma tan crítica como lo es para muchos ahora, y los sueldos mexicanos (y el nivel de aprobación doméstica de Peña Nieto, opuesto a su elevada postura internacional) también podrían estar mejor.
Desde que los tres países firmaron el Nafta en 1994, EEUU no ha sufrido una pérdida gigante de empleos hacia el sur. Canadá también ha mantenido su peculiaridad cultural. Pero México, si bien es una estrella en ascenso, no se ha convertido en el país desarrollado que creía.
En vez de un proceso de convergencia inexorable, el PIB per cápita mexicano se mantiene como un 20% del de EEUU, exactamente donde estaba en 1994. ¿Qué salió mal?
Primero, el mundo cambió dramáticamente alrededor de México. China subió como un poder manufacturero. Los ataques terroristas de 2001 causaron que EEUU elevara la seguridad, especialmente en su flanco sureño. México también hizo una transición desde un partido único, una bendición para la democracia, aunque no siempre para la gobernabilidad. En último lugar, las nuevas tecnologías como el fracking transformaron los mercados energéticos norteamericanos.
Un problema para México es que, a pesar de que el mundo cambió, el Nafta se mantuvo igual: una serie de a menudo relaciones bilaterales tibias en vez de trilaterales. En el frente político, Harper y Obama no tienen ninguna química particular, mientras que las relaciones bilaterales están perturbadas por el gaseoducto Kestone XL. Las relaciones México-Canadá se han tensado desde que Canadá decidió que los visitantes mexicanos necesitan visas. Las relaciones entre EEUU y México siempre tienen altos y bajos.
Los asuntos económicos también han experimentado oscilaciones. Las cadenas de suministro regionales se han profundizado, pero este proceso no se refleja en un mayor comercio intrarregional. Hoy 40% del comercio norteamericano se da dentro del Nafta, ligeramente menos que en 1993 (en la UE, el comercio intrarregional supera el 60%).
Ninguno de estos factores ha ayudado a la convergencia mexicana, pero también estaban ampliamente más allá del control del país. De mayor importancia para el bienestar de México era la larga lista de reformas microeconómicas que no hizo mientras adoptaba el cambio macroeconómico. Estas variaban desde liberalizar los mercados energéticos y romper oligopolios locales, hasta remover cuellos de botella estructurales, como un sistema educacional notoriamente pobre, y un alto grado de informalidad laboral.
Luego de evadir estas reformas por doce años, el oficialista Partido Revolucionario Institucional ahora está trabajando para concretar muchas de ellas. La política industrial también está disfrutando una nueva vida, con más conversaciones de “centros industriales” diseñados para alentar mayores vínculos hacia la economía doméstica.
Todas estas políticas microeconómicas tiene un punto de convergencia: alentar la productividad mexicana. Si Peña Nieto lo logra, los sueldos reales subirán, junto con su popularidad doméstica.
Temores en Ottawa y Washington sobre los inmigrantes mexicanos también disminuirían. Una mayor prosperidad podría incluso reducir el atractivo del crimen organizado. Y futuras cumbres del Nafta probablemente serían más una verdadera reunión de “Tres Amigos” en vez de una oportunidad de fotos a veces incómoda.