La zona euro está saliendo de su crisis de deuda soberana, pero la situación en Italia sigue siendo motivo de profunda preocupación.
Aunque la economía italiana volvió a crecer en los tres meses a diciembre, la producción nacional es aún más de un 8% menor que cuando se inició la recesión en 2008. Los sucesivos gobiernos dirigidos por los magnates, tecnócratas o políticos profesionales no han logrado aprobar las reformas necesarias en las escleróticas instituciones políticas y económicas. Mientras tanto, las apuestas ahora son más altas, con la deuda del gobierno alcanzando un extraordinario 133% del ingreso nacional y con los votantes más desilusionados con la clase política.
La semana pasada Roma se hundió de nuevo en la inestabilidad con Enrico Letta, el primer ministro, dimitiendo después de sólo diez meses en el cargo. Letta fue derrocado por su propio partido demócrata en una reunión de líderes el jueves, el vértice de una amarga lucha de poder con Matteo Renzi, secretario del partido. Renzi ahora se espera que reciba un mandato para formar un gobierno que podría estar listo esta semana.
El mayor problema que enfrenta Renzi es el hecho de que va a tener que depender de la misma coalición rebelde que obstaculizó a Letta. Un socio potencial, la Nueva Centro-Derecha de Angelino Alfano, ya ha exigido concesiones a cambio de un voto de confianza esta semana. Renzi también tendrá que mantener unido su propio partido, que ha demostrado una vez más la semana pasada una inclinación por divisiones.
Renzi tiene una forma sencilla de recuperar su credibilidad: demostrando que él es diferente a sus predecesores. Esto significa abordar la crisis de competitividad de Italia, la reforma del mercado laboral y el recorte del gasto público con el fin de reducir la nómina y los impuestos a los negocios.
Igual de importante, sin embargo, será darle a los italianos una nueva ley electoral que permita que sea más fácil formar gobiernos estables y viables. Esto no sólo hará frente a algunas de las disidencias comprensibles que están burbujeando en las calles de Roma. También se asegurará de que si Renzi se queda atascado en el pantano -como la mayoría de los gobiernos anteriores lo han hecho- a continuación, los italianos tienen el derecho de votar de nuevo sobre quién debería dirigirlos.