Son descorteses y estridentes, piensan que el dinero lo soluciona todo y no respetan la cultura de los países que visitan. Hace una o dos décadas estas características podrían haber descrito al típico turista estadounidense en Europa y Asia. Hoy en día, en cambio, un nuevo grupo está compitiendo por el título del “turista más mal educado”.
Más de 70 millones de viajeros de China continental salieron al extranjero el año pasado, realizando un promedio de 1,5 viajes, según estimaciones de la empresa de asesoría de gestión McKinsey. Muchos de ellos volvieron a casa sin ofender a nadie.
Sin embargo, numerosos informes periodísticos y videos en Internet muestran excepciones rudas y groseras, lo cual ha impulsado a las autoridades chinas a publicar guías de comportamiento y hasta una “lista negra” de los peores infractores. En esta lista se encuentra una pareja que atacó con agua hirviendo a un auxiliar de vuelo, un hombre que abrió la puerta de emergencia de un avión que estaba a punto de despegar para respirar “aire fresco” y otro que asaltó al dependiente de una tienda en Japón por pedirle a su esposa que dejara de comerse los productos en la tienda antes de pagarlos.
Los líderes comunistas de China se han quejado públicamente sobre cómo el mal comportamiento de los turistas está dañando los intentos de Beijing por impulsar su “poder blando” -un enfoque persuasivo, en lugar de coercitivo, a las relaciones internacionales- alrededor del mundo. Sus preocupaciones quedaron plasmadas en una de las guías oficiales de comportamiento para turistas.
La guía prohíbe escupir, fumar en espacios donde no está permitido, saltarse el lugar en una fila, hablar en voz alta, robar artículos de los hoteles, ensuciar baños públicos, “perseguir, golpear o darle de comer a animales” y “dejar residuos en los asientos de los inodoros”.
Muchas de estas recomendaciones se encuentran en una guía ilustrada con caricaturas publicada por la Hokkaido Tourism Organization dirigida a los 5 millones de turistas chinos que viajaron a Japón el año pasado. Además, la guía contiene consejos como no robarse los cubiertos de los restaurantes, no eructar en público o hacer esperar a su grupo mientras están de compras.
Este último consejo es el más relevante para los turistas chinos, ya que las compras son esenciales para los chinos que viajan al extranjero. Según McKinsey, a 80% de los turistas chinos les gusta salir de compras en sus vacaciones y cerca de 30% de los viajeros deciden su destino dependiendo de la disponibilidad de oportunidades de compra.
Esto se refleja en el hecho de que los chinos son, por mucho, los turistas que más gastan, tanto per cápita como en términos absolutos. En el Reino Unido, por ejemplo, el típico turista chino gasta más del doble que el típico turista estadounidense.
A pesar de la desaceleración económica en China, este maratón de compras no muestra señales de estar cediendo. El año pasado, los turistas chinos gastaron US$ 215 mil millones en sus viajes en el extranjero, un incremento de 53% comparado con 2014, según el Consejo Mundial de Viajes y Turismo. Se espera un incremento a más de US$ 420 mil millones en 2020.
Este poder adquisitivo ya ha cambiado la experiencia de viaje en todo el mundo, con la introducción de anuncios y letreros dirigidos a turistas chinos en los aeropuertos.
En algunos destinos, los cambios son más profundos. En la isla de Bali -de mayoría hindú- en Indonesia, el turismo chino ha cambiado la faz de la divinidad. Ahora, en lugar de encontrar deidades como Ganesha, el dios con cabeza de elefante, en los talleres de escultura de madera y piedra, cada vez hay más figuras de Budas gordos y sonrientes.
A pesar de las preocupaciones del gobierno chino y los informes de la prensa que destacan el mal comportamiento de los turistas chinos, sus encuentros negativos con otros viajeros no son comunes, especialmente considerando el número creciente de viajeros chinos.
Esto se debe en parte a que los turistas chinos generalmente evitan los pasatiempos occidentales tradicionales como tomar el sol y nadar en el mar o tomar alcohol y emborracharse en público. Ellos prefieren comer en restaurantes chinos que sólo sirven platillos chinos sin importar donde se encuentren.
Los lugares más comunes donde los turistas occidentales suelen encontrarse con turistas chinos son los sitios de importancia cultural o histórica como el museo del Louvre o el Coliseo, y en esas ocasiones pueden presenciar algunos de los comportamientos prohibidos mencionados en las guías para turistas de Beijing.
Sin embargo, los turistas de Occidente también tendrán la oportunidad de ver cómo los viajeros chinos más cultos y con mayor experiencia en el extranjero se dedican a guiar a sus compatriotas con menos experiencia a comportarse como “buenos turistas”.