Bogotá
El presidente colombiano, Iván Duque, describe francamente a su atroz vecino, Nicolás Maduro, cuyo desgobierno ha forzado a más de 1 millón de venezolanos a huir a través de la frontera.
“Si estás viviendo en un condominio y cada noche tu vecino golpea a su esposa y a sus hijos, y escuchas los gritos a través de las paredes, ¿cuál es tu deber moral?”, pregunta.
“Nuestro deber moral tiene que ser expulsar a Maduro del poder”, apuntó.
El colapso económico de Venezuela tiene implicancias prácticas y morales para Duque. De 4 millones de personas que han huido del régimen en los últimos cuatro años (el mayor éxodo del mundo durante este período), cerca de 1,2 millones han llegado a Colombia, muchos de los cuales necesitan alimentos, medicinas y trabajo. Esto plantea un serio desafío para los servicios públicos, la vivienda y el presupuesto del gobierno.
El Banco Mundial dice que la afluencia está reduciendo cerca de 0,5% del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) colombiano, una cifra que podría aumentar si incrementa el número de migrantes. El año pasado, los hospitales colombianos trataron a 132 mil venezolanos por emergencias médicas. En 2015, esa cifra fue inferior a 1.500.
Duque dice que tiene la intención de mantener la presión sobre Maduro. “Las dictaduras no terminan de un día para otro”, dijo. “Nunca hemos estado tan cerca de ver el final de esta dictadura”.
Duque, de 42 años, ganó la presidencia el año pasado a pesar de su limitada experiencia política (pasó años en Washington en el Banco Interamericano de Desarrollo) y las acusaciones (que él niega) de que está fuertemente influenciado por su mentor Álvaro Uribe, un expresidente y abanderado de la derecha colombiana.
Su récord en los primeros diez meses ha sido mixto. Sus planes de reforma tributaria, que incluían la extensión del impuesto al valor agregado a alimentos básicos, fueron destrozados por el Congreso. Esperaba aumentar los ingresos equivalentes a 1,4% del PIB, pero tuvo que conformarse con la mitad de esa cifra.
Un intento de modificar un tribunal especial creado para escuchar los casos que surgen del largo conflicto civil de Colombia fue igualmente derrotado. En un momento dado, su índice de aprobación cayó 20 puntos porcentuales en sólo dos meses.
Apoyo a Guaidó
Su postura firme sobre Venezuela ha ayudado a que los índices de aprobación de Duque se recuperen ligeramente. “Maduro es un dictador”, dice, reiterando su apoyo a Juan Guaidó, el líder de la oposición venezolana cuyo audaz intento de expulsar a Maduro a través de un levantamiento popular hasta el momento ha fracasado.
Un católico practicante del partido de la mayoría de la derecha de Colombia, Duque a menudo se refiere a la moralidad para justificar sus posiciones. Él dice que su país tiene el deber moral de defender a las víctimas de su conflicto civil. Afirma que aquellos que cometieron atrocidades durante la brutal guerra de medio siglo entre el Estado, las guerrillas marxistas y los paramilitares de derecha deben enfrentar “justicia genuina”.
Cuando Duque se refiere a otra guerra de larga duración en Colombia -la lucha contra el narcotráfico- dice que su país está persiguiendo a los traficantes de cocaína, no sólo para complacer al gobierno de Estados Unidos, sino “porque es nuestro deber moral”. Afirma que ha desmantelado más de 4 mil laboratorios de cocaína y ha erradicado a la coca de un área del tamaño de 100 mil campos de fútbol.
Eso puede no ser suficiente para impresionar a Donald Trump. En abril, el presidente de EEUU describió a su homólogo colombiano como “un buen tipo”, pero se quejó de que “no ha hecho nada por nosotros” cuando se trata de detener el flujo de cocaína a EEUU, lo que sugiere que Washington podría descertificar a Colombia como un socio confiable en la guerra contra las drogas.
“Sería muy injusto si Colombia fuera descertificada”, sostiene Duque. “Ningún país en el mundo hace lo que hacemos contra el narcotráfico”.