La mención del escándalo de la mansión de lujo que ha avivado cinco meses de descontento público es el único momento en una hora de entrevista en que el presidente mexicano Enrique Peña Nieto mostró un destello de ira.
Flanqueado por cuatro ayudantes, y exudando la autoridad ceremonial engendrada por los elaborados protocolos del palacio presidencial de Los Pinos, la actuación de Peña Nieto era tan acartonada (y los críticos dirán que con guión) como se esperaba del telegénico presidente de 48 años que peinado hacia atrás se ve como un ídolo público y está casado con una estrella de telenovelas.
Peña Nieto se apresura a recuperar su aplomo habitual, aunque el estrés de ser el presidente menos querido de México en 20 años ha pasado factura y sus ayudantes admiten que trabaja hasta altas horas y quema los nervios trotando. El temor de que la corrupción sigue siendo habitual se ha avivado por el escándalo sobre casas de lujo que implica a la familia de Peña Nieto, al ministro de Finanzas Luis Videgaray, y a un contratista del gobierno favorecido.
"Soy el más interesado en que haya una clarificación oportuna más allá de la defensa que mi ministro de Finanzas y yo hemos hecho", dijo Peña Nieto con la mano sobre su corazón y declarando su fe en el sistema de lucha contra la corrupción, que aumentará las competencias de control del Estado y creará una fiscalía anticorrupción.
La iniciativa, que parece una idea tardía, es en realidad la primera medida que presentó en la elaboración de sus planes como presidente electo.
Desconfianza y corrupción
Cerca de 100 mil personas han muerto desde que México inició la guerra contra el crimen organizado hace ocho años, mientras que más del 95% de los delitos no se denuncian a la policía porque pocos confían. Muchos permanecen escépticos con la lucha contra la corrupción del gobierno y contra la impunidad.
Cuando se le preguntó si los funcionarios públicos deben ser obligados a realizar una declaración pública de impuestos, como él hizo a raíz del escándalo sobre su casa de campo, Peña Nieto puso reparos. "Es una decisión que cada funcionario tendrá que tomar de acuerdo con la ley", dice.
El presidente también tuvo una momentánea pérdida de palabras cuando se le preguntó por qué no visitó la ciudad de Iguala, para mostrar su solidaridad con los 43 estudiantes presuntamente asesinados por bandas de narcotraficantes que supuestamente trabajan en contubernio con el alcalde y la policía.
Aunque se reunió con familiares de las víctimas en su palacio, no fue a la ciudad, ya que eso podría haber aumentado las tensiones o provocado enfrentamientos, explicó.
"Pero eso no quiere decir que no hayamos estado haciendo lo que se tiene que hacer", afirmó, y añadió: "el presidente no tiene que ir en persona, tenemos gente del gobierno allí". Es poco probable que estas respuestas convenzan a los críticos, algunos de los cuales han pedido su renuncia, que lo acusan de estar fuera de contacto con el ánimo del público. Peña Nieto disfrutaba antes de un habilidoso toque como ilustraba la aprobación de las reformas económicas que manifestaba su talento en la trastienda.
Detalló sus nuevas prioridades de gobierno: un plan de cinco puntos. Los primeros tres objetivos son para "fortalecer la ley... mantener la estabilidad macroeconómica ... implementar reformas que beneficien a los ciudadanos". Los dos últimos implican ajuste del gasto y mayor inversión. Pero ya ha anunciado estas medidas antes y no ha mencionado si las cumplirá.
Prometió, sin embargo, cambios definitivos en el gabinete. Al día siguiente de la entrevista, el fiscal general mexicano en el foco por la investigación de Iguala, dimitió. El presidente insiste en que México está cambiando, como el mundo, con un incremento de los movimientos y demandas sociales. También sabe que las elecciones de mitad de período de junio son un test de la confianza pública en él. La crisis de confianza es "una oportunidad", insistió.