Por Jude Webber
, México
Cuando el millonario de las telecomunicaciones Carlos Slim fracasó al comprar parte de Telecom Italia en 2007, dijo en una entrevista con FT que la expansión internacional era “una cuestión de circunstancias. No se pueden planear esas cosas”.
De hecho no. Hace menos de un mes, programó tentativamente el lanzamiento de su planeada oferta de compra de KPN de Holanda. Esta semana, la descartó.
Fue un extraño retroceso del multimillonario cuya reputación de rara vez cometer errores le ha otorgado un aura de un Midas mexicano.
Carlos Slim, hijo de inmigrantes libaneses, ya mantenía sus cuentas personales desde los 12 años, y las inversiones en acciones bancarias le ayudaron a amasar una fortuna de 5 millones de pesos mexicanos (US$ 391.000) a los 26; esto sin contar su herencia. Su fortuna hoy es de US$ 73.000 millones, según Forbes.
Slim y Bill Gates compiten por el primer puesto como el hombre más rico del mundo, sin embargo, Slim es un magnate de los modestos, incapaz de cambiar la casa donde crió a sus seis hijos por una mansión cara, y, según el biógrafo José Martínez, usa trajes comprados en Sears; él es dueño de la división mexicana de la cadena de tiendas por departamento de EEUU.
Slim aprendió sus habilidades en los negocios de su padre, que se dedicó al retail y murió cuando él tenía 13 años. La meticulosidad del padre de Slim lo llevó a desafiar los precios que su proveedor le estaba cobrando por alfileres de gancho, basándose en que le había dado un mejor descuento el año anterior.
Un hombre con convicciones
Ese tipo de terquedad fue evidente en la decisión de Slim de alejarse de lo que se había convertido en una aventura de montaña rusa, después de que la fundación independiente que controla KPN esperaba un precio más alto de lo que estaba dispuesto a pagar.
El revés, que aún podría ser temporal si decide volver a negociar más adelante, refuerza su reputación como un hombre que se aferra a sus convicciones y se enorgullece de no haber elevado los términos de una oferta que ha hecho.
Arturo Elías Ayub, su yerno, describe a Slim como un hombre que “siempre ve el lado positivo de las cosas”. Pero incluso así debe haber sido difícil para él ver el beneficio en el colapso de los precios de las acciones de KPN desde 8 euros, precio al que compró un 30% de las acciones, a poco más de 2 euros actualmente.
Slim es conocido como un inversionista a largo plazo, por lo que en el mercado se espera que no haga nada sobre su inversión en KPN por ahora.
Mientras tanto, él es libre de enfocar su atención en otras de sus ambiciones, su interés en la unidad móvil brasileña de Telecom Italia, la cual pronto podría ser puesta a la venta.
El gran imperio de Slim se extiende mucho más allá de las telecomunicaciones, hacia la banca, el tabaco y otros negocios, pero la administración diaria de sus operaciones está en manos de su familia unida, liberándolo para concentrarse en una estrategia más amplia. Lo de Slim con KPN puede no haber resultado, pero muchos de los que han tratado con él pueden atestiguar que nunca se puede subestimar a Carlos Slim.