Sólo en mayo, se abrieron en China más de 12 millones de cuentas de operación de acciones. No es sorpresa: un año de ganancias ha ayudado al mercado accionario chino a llegar a un valor de
US$ 6,5 billones (millones de millones). Desde mediados de junio US$ 2 billones han desaparecido. China podría estar experimentando una burbuja accionaria sólo vista antes en el boom de las punto.com a fines de los ‘90.
El viernes los índices de Shenzhen y Shangai cayeron más de 7%, un descenso que empeoró el lunes, antes de rebotar al día siguiente. En medio de esto, el Banco Popular de China recortó la tasas de interés el sábado y redujo los requerimientos de reserva, una acción que se interpretó como una respuesta a la agitación de las bolsas.
Es difícil decir si esa intervención funcionó. Una pregunta mejor es qué debe temer la mayoría no especuladora del giro en las bolsas chinas. El país enfrenta una difícil transición económica, desde la dependencia en la inversión en el mercado inmobiliario e infraestructura impulsada por el crédito, hacia el gasto de los servicios y hogares.
Pero calmar a un mercado frenético no es parte de este proyecto. Algunos incluso dijeron que la racha alcista era parte de una estrategia más amplia para girar a la economía hacia un uso mayor de las acciones y mover recursos hacia nuevas industrias.
Si esa no es la causa, otros podría preguntarse si el desvanecimiento de la bolsa es presagio de problemas económicos. Pero esto también es difícil de argumentar. La llegada de millones de apostadores comunes, a menudo para invertir con margen, es un síntoma clásico de una burbuja. Donde las burbujas de precios de las acciones parecen causar daño, la causa real a menudo es que las autoridades sobrerreaccionaron y desplegaron la artillería pesada de un ajuste monetario para disminuir la “especulación” dañina.
El sábado los especuladores tuvieron la suerte de que sus intereses y los del banco central coincidieron. Pero éste no será siempre el caso.