Los fondos de pensiones ya estaban bajo presión debido al aumento en las expectativas de vida, pero la dramática caída en los rendimientos de los bonos han empeorado el problema mucho más, oscureciendo el panorama para millones de jubilados. En la primera de una serie, John Authers y Robin Wigglesworth examinan la crisis política y social.
Los 400 mil ahorristas y miembros de Central States Pension Fund, establecido en 1955 para cuidar de los camioneros en su vejez, recibieron una carta en mayo del directorio con una poco común solicitud de disculpas. Lamentaba informarles que, después de todo, el fondo no recortaría sus beneficios porque el Departamento del Tesoro de EEUU lo había impedido.
Central States quería recortar sus beneficios porque temía que colapsaría, ya que sus activos por cerca de US$ 18 mil millones ya no eran suficientes para cubrir beneficios por un valor de más de US$ 32 mil millones que había prometido repartirles. El plan de reducir las pensiones era parte de un plan de rescate que buscaba evitar el desastre total. Pero la idea fue criticada por el Congreso y los sindicatos.
“Central States Pension Fund sigue en estado grave y declinando, y se proyecta que se quede sin dinero en menos de diez años”, advertía la carta.
Muchos más jubilados y ahorristas en todo el mundo están en peligro de recibir cartas como esa, y muchos políticos van a afrontar los mismos dilemas. Una crisis demográfica de pensiones, impulsada por las mayores expectativas de vida y la caída en la tasa de nacimientos, se ha vuelto ahora crítica, debido a las tasas históricamente bajas de los rendimientos de los bonos en todo el mundo.
Los ingresos de los bonos son la base de las inversiones de los fondos de pensiones. Años de declive en los retornos han hecho más difícil encontrar ingresos para sus miembros, llevando a tácticas desesperadas, como la de Central States.
A medida que aumenta la ansiedad, algunos políticos están asignando las culpas a los bancos centrales. La baronesa Altmann, la ex ministra de pensiones de Reino Unido, dijo el mes pasado que los fondos de pensiones habían alcanzado un punto crítico y culpó al Banco de Inglaterra por su política de masivas compras de bonos.
Funcionarios del banco central reconocieron el problema pero no admitieron culpas. Andrew Haldane, su economista jefe, dijo que su principal prioridad debe ser estimular la economía. “Simpatizo con los ahorristas, pero los empleos vienen primero”, dijo.
El problema es evidente en Reino Unido. Pero en EEUU, los fondos de pensiones de empresas del S&P 500 tienen un déficit de financiamiento de US$ 562 mil millones, según Mercer, US$ 160 mil millones más que hace siete meses.
Ya que la legislación permite que los planes públicos estimen tasas de interés mayores que subestiman sus pasivos, el problema es mucho peor. Joshua Rauh, de la Universidad de Stanford estima la brecha en US$ 3,4 billones (millones de millones).
Cualquier solución requiere que los trabajadores aumenten su ahorro y las compañías inviertan menos, lo contrario de una política monetaria expansiva.
Y el problema es peor para los planes de beneficios definidos, que sólo pueden escapar de sus pagos garantizados declarando la quiebra, como ocurrió en Detroit en 2014.