“Un país lejano del que sabemos poco”, fue el argumento de Neville Chamberlain por no hacer nada después de que Hitler anexara Checoslovaquia en 1938. Esa anexión –realizada por un régimen nazi revanchista, supuestamente en defensa de los alemanes étnicos– es un inquietante paralelo a la anexión de Crimea por parte de Vladimir Putin. El presidente de Rusia está utilizando el pretexto de los rusos étnicos como excusa para restaurar el antiguo imperio de Moscú. Viktor Yanukovich, el derrocado presidente de Ucrania, incluso dijo: “Me gustaría preguntar a los que defienden estas oscuras fuerzas en Occidente: ¿Están ciegos? ¿Ya olvidaron lo que es el fascismo?” Realmente espero que no.
Occidente no va a la guerra con una Rusia nuclear. Pero la anexión pura y simple de una parte de un país más pequeño atenta contra el balance europeo posterior a la segunda guerra mundial. Angela Merkel, la canciller de Alemania, tenía razón al decir que Rusia recurrió a la “ley de la selva”. Esta anexión no puede quedar sin respuesta. Es un precedente demasiado peligroso.
Algunos argumentan que Occidente ya creó un precedente al separar Kosovo de Serbia. Pero eso fue una reacción a la brutalidad serbia. Nada parecido sucedió en Crimea. Tampoco ninguna potencia occidental se anexó Kosovo. Un mejor paralelo de las acciones de Serbia en Kosovo es la brutalidad olvidada de Rusia en Chechenia.
Rusia se queja de que la ampliación de la OTAN junto a sus fronteras es un ultraje. Pero la OTAN no anexa países. El comportamiento de Rusia avivó el deseo de sus posesiones de antaño a unirse a la OTAN. ¿Por qué, podrían preguntarse los rusos, los pueblos que otrora disfrutaron los frutos de su gobierno quieren ahora que se les defienda contra ellos?
La revivida autocracia rusa de Putin es un poder revanchista. Es deprimente, pero es la realidad. Occidente debe unir fuerzas en respuesta.
Los puntos esenciales sobre las relaciones actuales de Occidente con Rusia son que esta última es relativamente menos poderosa y relativamente más económicamente dependiente de Occidente que la antigua Unión Soviética. Eso le da a Rusia armas contra nosotros, pero también crea vulnerabilidades.
Entonces, ¿cómo deberían manejarse las relaciones? Con premios y castigos.
Comencemos por Ucrania. El país se libró de un gángster depredador. Occidente no debería aceptar la mentira de que los “fascistas” impulsaron esto. Pero Occidente debería declarar que si Rusia no amenaza la integridad del país, no ofrecerá a Ucrania una alianza defensiva. La prioridad debe ser la estabilización económica de Ucrania. Lo que piense Rusia de esto dependerá de si considera que una Ucrania estable, próspera y democrática es algo deseable... o una amenaza.
Oleksandr Turchynov, el presidente interino de Ucrania, ha dicho: “Lo que más teme el Kremlin es la Ucrania democrática, europea, exitosa y próspera que estamos construyendo hoy . . . éste es el verdadero motivo de su agresión”.
Me temo que Turchynov está en lo correcto. Sin embargo, sería mucho más fácil estabilizar económicamente a Ucrania con la cooperación de Rusia que sin ella: en los 12 meses previos octubre de 2013, el 24% de las exportaciones ucranianas fueron a Rusia y el 30% de sus importaciones provinieron de ese país. Rusia es también el mayor proveedor de energía del país.
El Fondo Monetario Internacional se muestra optimista sobre las posibilidades de acordar exitosamente un programa para Ucrania en abril. Cualquiera que sea la significación política de Crimea, es sólo el 4% de su economía. El FMI se ha preocupado, justificadamente, acerca de la sobrevaloración de la grivna ucraniana, siendo ésta un mecanismo por el cual los ricos y los poderosos pueden obtener activos en el extranjero a un precio subsidiado. Pero eso ahora está en corrección, como era lógico, dado un déficit el año pasado del 9% en su cuenta corriente por concepto del producto interno bruto y el colapso de las reservas en moneda extranjera. Probablemente, el mayor problema es que cualquier programa tiene que comprometer al próximo gobierno. Uno con claras condiciones con respecto a desembolsos en etapas sería la mejor manera de realizarlo.
Es esencial distinguir lo urgente de lo vital. Estabilizar la economía y corregir las enormes distorsiones en los precios – incluyendo los bajísimos e insostenibles precios del gas, de los cuales los corruptos se benefician muchísimo más que los pobres – es urgente. Una reforma institucional profunda es vital. Ucrania tiene una tercera y posiblemente última oportunidad (las anteriores fueron la independencia en 1991 y la Revolución Naranja en 1995) para alcanzar lo que Polonia logró. Debe avanzar rápidamente hacia una economía más abierta y competitiva y un gobierno más transparente y responsable, como argumenta Anders Aslund del Instituto Peterson de Economía Internacional. La firma del acuerdo de asociación con la UE ayudaría. La limpieza de sus asquerosos establos de corrupción debe ser la condición para recibir la asistencia necesaria.
Una Ucrania exitosa sería la mejor réplica al revanchismo ruso. No veo ninguna razón lógica por la que no debería ser posible. Pero sí veo dos contingencias. La primera es que Rusia se dedique a destruir esa oportunidad ya sea despedazando a Ucrania o intentando conquistarla. La respuesta a eso debería ser que Rusia se convirtiera en un paria y no sólo en Occidente. Pocos son en realidad los países dispuestos a contemplar este tipo de acciones con los brazos cruzados. El deseo de evitar un retorno a un mundo de conquistas militares es muy poderoso.
La segunda es que Occidente y, sobre todo, Europa no quieren poner en peligro sus relaciones con Moscú. La principal – aunque no la única – razón es que Rusia es un proveedor tan importante de energía. El gas es una materia prima crucial, ya que es mucho menos fácilmente negociable que el petróleo y el carbón. En 2011 Rusia suministró el 30% de las importaciones de gas natural de la UE. Pero si se calcula la producción de gas a nivel nacional, y la participación del gas en el mix energético, entonces Rusia probablemente suministra poco más de una vigésima parte de la energía de la UE. ¿Podría la UE prescindir de ese monto si tuviera que hacerlo? La respuesta tiene que ser sí, a pesar de tener que reconsiderar políticas populares, como el cierre de las centrales nucleares, mientras que EEUU también tendría que considerar exportar gas a la UE.
Occidente no debe pretender que Ucrania es un país lejano del que se sabe poco. Podría ser Ucrania hoy y la misma UE mañana. El revanchismo de Rusia tiene que detenerse, incluso por el propio bien de Rusia. Una Ucrania estable y democrática no es hostil a los verdaderos intereses a largo plazo de Rusia. El punto de partida tiene que ser ayudar a Ucrania, a ser posible con la cooperación de Rusia, pero sin ella si es necesario. No será fácil. Pero valdrá la pena.