A pocos días de la elección más importante en una década en Turquía, lo que acapara la atención de la prensa es una pregunta que no tiene nada que ver con la agenda política: ¿tiene el presidente Recep Tayyip Erdogan un inodoro de oro en su palacio de 1.150 habitaciones?
Lo que se juega en la elección del domingo -la más reñida desde que el partido islámico AK llegó al poder en 2002- son los planes de Erdogan de impulsar sus poderes como presidente. Pero sus adversarios se han dedicado a ridiculizar el palacio que inauguró el año pasado, que posee cuatro veces la superficie de Versailles, para retratarlo como una persona autoritaria a la que le gustan los excesos.
Su principal oponente aseguró que dentro del complejo de US$ 600 millones hay un inodoro de oro, pero la respuesta del presidente no se hizo esperar: dijo que renunciará si se encuentra ese artefacto, según reprodujo Financial Times.
Ayer la oficina de Erdogan invitó al principal partido de la oposición, el Partido Republicano del Pueblo, a inspeccionar el palacio, luego de que su líder, Kemal Kilicdaroglu, le dijera a los votantes que los líderes del país, "que se sientan en inodoros de oro", se habían olvidado de los problemas de la gente.
Erdogan también desafió a Kilicdaroglu a renunciar al liderazgo de su partido si no es capaz de encontrar el WC dorado en el palacio.
El partido de Kilicdaroglu respondió que no tenía intenciones de poner un pie en un palacio construido ilegalmente, mientras la disputa irrumpía en redes sociales y los usuarios de Twitter subían fotos de inodoros y lavamanos de lujo.
Hasta ahora, al menos, no hay evidencia de la existencia de ese inodoro dorado. Sin embargo, la cámara de arquitectos de Ankara -críticos del palacio por haber sido construido desafiando una orden judicial sobre terrenos protegidos, ha afirmado que algunos inodoros del complejo cuestan entre 5 mil y 10 mil liras turcas (US$ 1.800 a US$ 3.700) cada uno.
En tanto, el espejo con montura de oro con el cual se fotografió recientemente a la esposa de Erdogan, Emine, cuesta cerca de 1.000 liras.
Esos excesos han generado ruido en la campaña ya que la economía, que era la principal responsable del éxito de AK, está flaqueando.
El crecimiento, que se mantenía en cerca de 9% durante la elección general previa en 2011, se desaceleró a 3%, mientras que el desempleo está en máximos en cerca de seis años. Eso ha repercutido en la popularidad de AK. La colectividad obtuvo 49,8% de apoyo en 2011, pero las encuestas apuntan ahora a sólo 45% o menos.