El Eurogrupo ha alcanzado un acuerdo político para prorrogar cuatro meses el programa de rescate actual de Grecia, que expira el 28 de febrero. Sin embargo, el Gobierno griego deberá presentar antes del lunes un listado de reformas que deberán ser validadas por la troika (Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo), ahora conocida como "Las Instituciones". Además, el acuerdo abre la puerta a un "nuevo acuerdo" con Atenas, que podría adoptar la forma de un tercer rescate.
El acuerdo es principalmente político y deja fuera algunas cuestiones técnicas, como el listado de reformas que deberá presentar Grecia y que deberán estar "basadas en el actual acuerdo", según el comunicado publicado ayer por el Eurogrupo.
Además, Grecia se compromete a no adoptar "ninguna medida ni cambio unilateral" que pueda "afectar negativamente a los objetivos fiscales, la recuperación económica o la estabilidad financiera, según el análisis de las instituciones". Esto impide, sobre el papel, que el Gobierno de Syriza aprueba la legislación para revertir la reforma del mercado laboral y su paquete de medidas sociales, previsto para esta semana.
Atenas también "reitera su compromiso inequívoco de honrar sus obligaciones financieras con todos sus acreedores de forma completa y puntual". De nuevo, esto aleja al Gobierno griego de sus compromisos de campaña electoral de aplicar una quita o, incluso, de canjear la deuda antigua por bonos ligados al PIB.
En cuanto a los objetivos fiscales, las autoridades griegas "garantizan superávits fiscales primarios apropiados o las ganancias financieras necesarias para garantizar la sostenibilidad de la deuda en línea con el comunicado del Eurogrupo de noviembre de 2012". En ese comunicado, los socios del euro se comprometieron a aliviar la carga de la deuda griega siempre y cuando se cumplieran varias condiciones: se completara el programa actual, Grecia tuviera superávit fiscal primario y se considerara necesario.
El acuerdo se logró tras una reunión bilateral entre Yanis Varufakis, ministro de Finanzas griego, y Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo; otra con el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici; y otra Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). A ella la siguió otra reunión conjunta entre todos los anteriores, a la que se sumó Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas alemán, y Mario Draghi, presidente del BCE.
Una prórroga del rescate evita que Grecia pierda la posibilidad de acceder a los siguientes desembolsos (préstamo de 1.800 millones de euros, pago de 1.800 millones de euros a cuenta del beneficio del BCE con la compra de bonos griegos y 10.900 millones en bonos del primer fondo de rescate europeo para recapitalizar la banca griega). En cualquier caso, esos pagos no serían automáticos, sino previa autorización ad hoc del Eurogrupo.
Varufakis llegó a la reunión en una situación muy difícil. Sus bancos sufrieron una fuga de depósitos de 1.000 millones de euros en apenas dos días, y el BCE apenas subió en 3.300 millones de euros las líneas de liquidez de emergencia de la banca griega. Además, el ministro de Finanzas de Malta aseguró ayer en una entrevista que los grandes países del euro estarían dispuestos a dejar marchar a Grecia del euro. Por si fuera poco, cuatro de los cinco miembros del Consejo de Asesores del Gobierno alemán en asuntos económicos aseguraba ayer que la zona euro se vería reforzada si Grecia acababa saliendo de ella.
De hecho, las cosas no apuntaban a un acuerdo hasta bien entrada la tarde. Hasta entonces, los mensajes de la gran mayoría de Gobiernos confluían en uno: Grecia está más cerca del acuerdo, pero no es suficiente, y que iba a ser difícil, aunque no imposible, lograr uno ayer por la noche noche. El propio Dijsselbloem afirmó que había "motivos para algo de optimismo", pero reconoció que la tarea es "muy difícil". Algo más optimista fue Moscovici al mostrarse "convencido de que un acuerdo es posible".