“Para emprender no hay que dejarse vencer por la burocracia”
José Marín, ingeniero eléctrico de profesión y experto ovino por opción, cuenta entre sus conquistas comerciales buena parte del mercado europeo.
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Isidora Jaén salgado
Quería conquistar el mundo con sus ovejas. Así fue como José Marín se propuso entrar en las grandes ligas de este mercado. Pero el camino no fue fácil. Al contrario asegura que fue toda una hazaña: tuvo que luchar contra un rubro concentrado y trabas administrativas. De ahí su convencimiento de que para emprender “no hay que dejarse vencer por la burocracia”.
Contra viento y marea logró su objetivo: extraer lana de la mejor calidad y carne de primer nivel. Así partió –hace ya más de 30 años- con un predio que compró en US$ 1 millón. Fueron 5 mil 400 hectáreas y 4 mil 200 ovejas su puntapié inicial. Con toda esta preparación no le costó nada dejar de lado su anterior negocio: las máquinas de limpieza de metales y soldaduras.
Sus primeros pasos
Para este emprendedor magallánico, hijo y nieto de trabajadores de campo, fue toda una apuesta. “Este arriesgado cambio se realizó gracias al conocimiento e investigación previa que realizamos de este rubro. Nos dimos cuenta que en la actividad ganadera había un gran problema: su comercialización. Así, mientras un cordero de primera producción tenía un precio de $250, un pollo costaba $300, o sea, había una brecha enorme”.
De ahí partió el desafío de transparentar el mercado y poder comercializar mejor el producto. ¿Cómo lo lograron? Primero, dejando de lado la especulación. Marín quiso aprender de los expertos y en 1982 viajó a Uruguay para conocer cómo se tranzaba en ese mercado.“Así descubrimos las grandes diferencias entre los precios internacionales y los locales”.
Para enfrentar esta problemática hubo que aplicar -entre otras cosas- más tecnología y entregarle mayor valor a los productos. La primera acción fue instalar una pequeña planta faenadora y luego, diversificar las fuentes de ingresos. Pronto se dio cuenta que no sólo con la carne de las ovejas podía conseguir jugosos dividendos, sino que supo reconocer el potencial de la lana. “Nos fijamos que el mercado internacional de la lana era interesante, pero tenía ciertos requerimientos que antes debíamos resolver”.
Así, en su afán por estar siempre en la “cresta de la ola” viajó a Nueva Zelanda y Australia donde contrató a consultores especializados, quienes elaboraron un plan de mejoramiento de la producción de carne y calidad de la lana. Para ello, introdujeron las razas tipo merino australiana, corriedale y meat merino.
Hoy asegura que sus acciones “marcaron un antes y un después en la ganadería en Magallanes ya que ahora los precios en que se tranzan estos productos son valores que se pagan en el mercado internacional”.
De hecho, en Australia logró aterrizar en el mercado lanero de remates, alcanzando precios de hasta US$ 3,80 por kilo.
Diversificación
Tras incorporar nueva genética y más tecnología, el siguiente paso fue la expansión. Así, en un plazo de doce años llegaron a adquirir uno o dos predios por temporada. Hoy cuentan con más de 160 mil hectáreas, 130 mil ejemplares, un frigorífico de exportación de última generación y una planta nueva que implicó una inversión de US$ 16 millones. La mayor parte de su producción, de 400 toneladas anuales, es destinada al mercado europeo, principalmente a España, Portugal, Inglaterra y Alemania. Está convencido de que nuestro país tiene condiciones únicas para ser una potencia mundial en el rubro, y apuesta a que su experiencia en el desarrollo de razas específicas, integración de procesos productivos –que van desde los animales en los predios hasta la instalación de una de las más modernas plantas faenadoras - servirá para seguir cada año superando las ganancias de US$ 14 millones que obtuvieron en 2010. “Otra meta es que -como país- nos acercaremos cada vez más a los 30 millones de ovinos que posee Nueva Zelanda o Australia, aún cuando en estos momentos tenemos cerca de la décima parte”, concluyó.