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Los riesgos de la apuesta de Bachelet de seguir negando lo que parece innegable

El tema preocupa al gobierno y a la Nueva Mayoría, donde admiten que la mejor estrategia es sincerar lo ocurrido, por la creciente pérdida de credibilidad.

Por: Blanca Arthur | Publicado: Sábado 6 de junio de 2015 a las 04:00 hrs.
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Con un ánimo más relajado se mostró la presidenta Michelle Bachelet al momento de emprender su gira por Europa, donde estará durante una semana alejada de los ruidos que ha generado su postura -que ella misma confirmó pocas horas antes de partir- de negar lo que, de acuerdo a los antecedentes, aparece al menos como un atentado contra el sentido común.

Es que no son pocos a quienes les resulta inexplicable su decisión de insistir en que ella no supo nada de lo que ocurrió antes de que asumiera la candidatura presidencial, sobre todo cuando coincide con la caída en su aprobación en las encuestas, las que indican una creciente pérdida de credibilidad.

La percepción instalada en todos los sectores es que la peor estrategia es seguir negando aquello que para la ciudadanía parece innegable, lo que se expresa con la demanda general de sincerar lo sucedido durante la llamada precampaña, como única forma para tratar de superar el lío que se ha armado con este polémico tema.

Con ese planteamiento llegaron al comité político del lunes los presidentes de los partidos de la Nueva Mayoría, decididos a presionar a las autoridades para que cambiaran el discurso centrado en que la campaña sólo se inició en marzo de 2013, por la sencilla razón de que la realidad lo desmentía.

Pero luego de una tensa reunión no hubo acuerdo para conciliar una postura, lo que obligó a realizar otro encuentro extraordinario el martes, tras lo cual se acordó que se reconociera que hubo una precampaña, en que todos participaron, como una manera de deslindar cualquier responsabilidad de la Presidenta.

La postura pública que adoptó el comité político, no significa sin embargo, que desapareciera la inquietud, porque tanto los ministros como los dirigentes partidarios saben que con ese reconocimiento no están aclarando el problema de fondo, que es la forma en que se articuló la candidatura de Bachelet, para la cual se recaudaron fondos de manera irregular, de lo cual se sabe que los partidos fueron marginados.

Por eso, tanto en La Moneda como en el oficialismo asumen que en ningún caso el conflicto se puede dar por superado mientras no se aclare el trabajo que realizó el equipo liderado por Rodrigo Peñailillo, en asociación principalmente con la empresa de Giorgio Martelli.

Una preocupación que da cuenta de que el problema continúa pendiente, pero ante el cual admiten que es poco lo que se puede hacer sin salirse del libreto establecido la propia Presidenta, aun con los riesgos que esto implica.

La dudosa decisión presidencial
Fue apenas estalló el episodio de la precampaña al conocerse los aportes de la sociedad de Martelli no sólo a Peñailillo, sino al equipo que él lideraba, cuando Bachelet tomó la decisión de negar que ella pudiera haber estado detrás de lo que hacía ese grupo. Tanto es así que de manera inusual, porque acostumbra a mantenerse en silencio, su jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte –que es actualmente su asesora más cercana- puntualizó en el primer comité político en que se trató el tema, que la Presidenta no había autorizado ni estaba en conocimiento de las acciones realizadas antes de que aceptara su candidatura.

Con eso estableció la línea que también se había transmitido a los ministros, quienes reiteraron insistentemente dicho planteamiento, el que sin embargo comenzó a ser cuestionado porque no parecía creíble que la actual mandataria hubiera permanecido completamente al margen de lo que hacía su principal hombre de confianza.

Es cierto que, como plantean en el mundo político, era difícil para Bachelet asumir una tesis contraria, sobre todo cuando había sido categórica para negar que hubiera habido una precampaña, lo que incluso calificó como "falacia".

Tampoco se estima que fuera fácil que se hiciera responsable de una situación en que hubo recaudación de dineros de manera irregular, menos si efectivamente de acuerdo a lo que plantea, no lo ordenó ni autorizó, como se encargó de precisar ella misma el martes en entrevista en Cooperativa.

No obstante, tal como indican algunos personeros preocupados de este tema, bien pudo haber planteado lo mismo, en cuanto a que no estaba en conocimiento de la forma en que operaba ni cómo se financiaba el equipo de Peñailillo, pero reconociendo que fue un trabajo que se hizo para lograr que ella fuera candidata, el que era apreciable, sin perjuicio de que debían aclararse los hechos irregulares en las instancias que corresponden.

Pese a que con ello podría haber zanjado al menos en parte el debate, no fue su opción. Por el contrario, en la entrevista en que buscó tratar de aclarar las cosas, no puso ningún matiz al insistir exactamente en la línea ordenada a sus ministros, asumiendo de esa forma el riesgo de que siga cuestionada su credibilidad, sobre todo si es que surgen más antecedentes de los que no pueda desmarcarse.

La explicación que se da para su actitud, es que la Presidenta se molestó cuando comenzó a enterarse de datos que ignoraba, como la recaudación de dineros en su nombre a empresas como SQM –lo que ella misma reconoció que era doloroso- o incluso que no todos esos dineros se habrían usado para la campaña. Por eso su decisión inclaudicable fue que quedara claramente establecido no sólo que ella no lo ordenó, sino que tampoco fue informada adecuadamente de lo que sucedió.

El error de aislar a Peñailillo
En ese escenario, la primera decisión fue tomar distancia de Peñailillo, apuntando a que sólo él era el responsable de aclarar el tema. Una tesis que asumió inicialmente La Moneda, la que además encontró eco en los partidos de la Nueva Mayoría, a la que incluso en un momento se sumó el presidente del PPD, Jaime Quintana, con el argumento de que ellos no tenían por qué hacerse responsables de una situación en la que no fueron considerados.

Pero la decisión de focalizar todo el problema en Peñailillo no parece haber sido un camino acertado. En primer lugar porque aparecía como una actitud poco leal con quien sí trabajó lealmente por la candidatura bacheletista, al punto que el abandono a quien fuera el hombre de confianza, no encontró buena acogida. Por el contrario, fue una actitud que comenzó a generar fuertes críticas desde todos los sectores, incluso entre aquellos que cuestionan los errores que pudo haber cometido, como no informar de lo que estaba haciendo, especialmente con el tema de las recaudaciones de recursos.

Pero además del error por un tema de principios que significó distanciarse de él, algunos apuntan a que tampoco fue un acierto desde una mirada más pragmática, porque si se lo acorralaba, podría adoptar la posición de tratar de protegerse él, con el riesgo de que ello pudiera complicar a Bachelet.

Paralelamente, el aislamiento a Peñailillo, que se expresó en la línea inicial del gobierno, cuando se apuntó a que lo ocurrido en la precampaña fue la acción de un grupo que habría corrido con colores propios, terminó también por ser un factor de tensión en el oficialismo, luego de que Quintana optara por retomar su defensa. Una tensión que se manifestó en el comité político el lunes, cuanto el presidente del PPD cuestionó al ministro Jorge Burgos por sus declaraciones en esa dirección, lo que culminó en una suerte del altercado, cuando el titular de Interior, le respondió que él respondía a los lineamientos de la Presidenta.

Independiente de este episodio, que se tradujo en que Quintana se restó de asistir al comité político del martes -lo que asoma como el germen de problemas con sectores de la coalición- en La Moneda asumieron que el distanciamiento con Peñailillo era una estrategia arriesgada. Por eso, aparte de tratar de tender algunos puentes con su entorno, la propia mandataria se encargó de hacerle un gesto en su mentada entrevista, porque aun cuando en ella reafirmó su postura de que no sabía ni permitió nada, destacó que era un gran político, que tenía futuro, además de reconocer su labor en el gobierno.

Es que a esas alturas, en el gobierno se había comenzado a instalar la inquietud de que si el ex titular de Interior había decidido buscar asesoría tanto comunicacional como legal, era porque se estaba preparando para hablar públicamente o bien declarar en la Fiscalía, frente a lo cual era preferible cambiar de actitud.
Eso lo percibió el propio Peñailillo, quien recibió bien los elogios de Bachelet, lo que podría traducirse en que al momento de hablar, encuentre la ecuación adecuada para no comprometerla, pero protegiéndose a él.

Eso lo que se aguarda con expectación, tanto en el gobierno como en el mundo político, donde parten de la base que su aclaración es lo único que podría poner fin a este conflicto.

Pero de acuerdo a lo que les ha confidenciado a sus cercanos, a quienes les reconoce que está dolido, por ahora mantendrá su silencio, lo que signfica que el tema de la precampaña continuará latente, sobre todo cuando la estrategia de la negación aumenta la presión por conocer la verdad.

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