Presupuesto
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Es el cálculo previo de lo que costará una obra, o el cómputo anticipado de los gastos y rentas de una persona o corporación. Tiene algo de pronóstico, en cuanto adelanta un juicio sobre lo que ocurrirá en el futuro, basado en señales presentes y en la confianza de que las cosas operarán como suelen. Exige un ejercicio de pre-visión, que es el otro nombre de la prudencia. Hace buenos presupuestos quien procede con la cautela del realismo y una fundada fe en la normalidad de leyes e instituciones.
Consignar los presupuestos por escrito ayuda a precisar el pensamiento y transparentar las cifras. Lo escrito se comprende y evalúa mejor, hace más fácil la prueba, favorece la rendición de cuentas y contribuye a la certeza jurídica. También y por definición, un buen presupuesto ha de ser fruto de un debate y obtener la mayoritaria aprobación de quienes serán afectados por su cumplimiento. Siendo previsión o pronóstico de futuro, obliga a tomar medidas de resguardo: un pronóstico de lluvia puede ser desmentido por un sol radiante y quemante. Para bien presupuestar hay que conjuntar: los pies en la tierra y la cabeza mirando al cielo.
Las normas constitucionales sobre Ley de presupuestos se ajustan a esta triple exigencia. El proyecto debe ser presentado por el Presidente de la República al Congreso Nacional con al menos tres meses de anterioridad a su entrada en vigor. El Congreso no puede aumentar ni disminuir la estimación de ingresos, sólo reducir los gastos. Tampoco puede aprobar gastos nuevos con cargo a los fondos de la Nación sin indicar las fuentes que proveerán los recursos. Y en previsión de necesidades impostergables, como calamidades públicas o paralización de servicios, un 2 % de los gastos autorizados por la Ley de presupuestos estará disponible, bajo responsabilidad solidaria de los Ministros de Estado.
En una cultura marcada por el endeudamiento irresponsable, cabe preguntar si los hogares y las personas conocen y practican estas normas del debido presupuesto. La publicidad omnipresente, liderada por el ícono de la serpiente, tienta a comprar y disfrutar sin límites. Quienes lucran otorgando crédito facilitan caer en la tentación. El paradigma del buen presupuesto se disloca: la cabeza mira al cielo, pero los pies se despegan de la tierra. Pronto acechará, y abrumará, la resaca. Familias y personas han de confeccionar presupuestos: escritos, debatidos, consensuados, fundamentados. Quien frecuenta una multitienda hará bien en ir acompañado por alguien de cabeza fría, su Pepe Grillo que le obligará a probar que esa compra es necesaria y urgente, y que esa oferta no es pan para hoy y ruina para mañana. Y en todo presupuesto estará el ítem de la caridad: el 2 % para el que sufre necesidad impostergable.
¿Tarjeta de crédito? "El Señor es mi Pastor, nada me habrá de faltar".