Dindim
Por Padre Raúl Hasbún
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La Biblia condena la zoolatría pero alaba la zoofilia. Los animales son creaturas de Dios y Dios se ocupa de su alimentación. Habrá lugar para ellos en el Arca de Noé y, terminado el diluvio, una solemne promesa divina: nunca volverá a decretarse el exterminio de hombres y animales. Es precepto bíblico prestar ayuda al pobre burro agobiado por su carga, aunque pertenezca al peor enemigo. Está severamente prohibido cocer el cabrito en la leche de su madre.
Jesús nace en un pesebre. Su retiro de preparación al ministerio apostólico transcurre en el desierto, sin más compañía que víboras, cabras salvajes, zorros, lobos, tal vez osos y leones. Ingresa triunfalmente a Jerusalén a lomo de un burrito. Gran parte de su lenguaje catequético se inspira en el mundo animal, la cándida sencillez y cercanía de la paloma, la prudencia y sangre fría de la serpiente, el jubiloso himno de fe de los gorriones que se despreocupan porque saben que Dios se ocupa de su alimento, la tierna docilidad de la oveja. Jesús mismo se compara con una gallina que bajo sus alas cobija a sus polluelos, se hace llamar Cordero de Dios y León de Judá, y promete dar su vida con tal de rescatar a una sola, entre 100, de sus ovejas en riesgo.
Es que los animales se hacen querer, entre otras razones, por su fidelidad a quienes les muestran efectivo cariño. El Daily Mail acaba de publicar la historia de Dindim, un pingüino de Magallanes que cada año recorre a nado 8 mil kilómetros para reunirse con Joao Pereira, un albañil y pescador jubilado, que en 2011 lo salvó de morir en una playa de Rio de Janeiro, desnutrido y cubierto de petróleo. Joao cuidó a Dindim durante una semana, y en cuanto sanó lo devolvió al mar. Pero no contaba con su …fidelidad: a los pocos meses Dindim regresó a esa playa y se reencontró con su buen samaritano, a quien reconoció de inmediato. Y lleva cinco años haciendo el mismo periplo: nada los 8 mil kilómetros y se queda ocho meses con su amado Joao. Luego retorna a las costas de Argentina y Chile, en busca del otro alimento.
Sí, no sólo de pan vive el hombre ni sólo de peces vive un pingüino. Amor y fidelidad son nutrientes vitalmente necesarios. Dindim alimenta, con su gratitud, a quien lo salvó de morir. Y alimenta nuestra fe, proponiéndonos el epílogo nunca escrito de la parábola del buen samaritano. Nada quiso decir, Jesús, de cómo respondió el apaleado y semimuerto oriundo de Jericó a la ilimitada generosidad de quien, perteneciendo a un pueblo tradicionalmente hostil al suyo, se detuvo a recogerlo, sanarlo, cuidarlo y pagar su alojamiento. Un pingüino redactó la catequesis final: amor con amor se paga.