Por Joe Leahy
Hay pocas plantas que lucen más feas que la palmera murumuru. Antiguamente los campesinos del estado brasileño de Pará la consideraban una molestia y la erradicaban a favor de su rival más popular, la palmera de açaí, cuyo fruto se vende como suplemento de salud en el mundo. Fue así hasta que Natura Cosméticos, la mayor empresa cosmética de Brasil, comenzó a usar el aceite de la semilla de murumuru en sus productos, en particular para el cabello.
“Aquí considerábamos esta palmera como una peste”, cuenta Candido Pereira de la Asociación Jauari, una cooperativa cuyas pequeñas plantaciones familiares se encuentran a orillas del río Moju de Pará. “Ahora todos están sembrando murumuru”.
El aceite de murumuru es una historia de éxito en el creciente ímpetu de Brasil por obtener más productos del Amazonas. Desde ingredientes para cosméticos y hasta madera sustentable para viviendas, el Amazonas ofrece a las empresas una posibilidad para diferenciarse de competidores y les da a las comunidades pobres una oportunidad de ingreso extra.
Sin embargo, obtener los productos en una región sin enojar a los movimientos medioambientales o sociales del lugar es un proceso delicado y requiere un grado inusual de paciencia de las empresas interesadas.
También exige un cambio de mentalidad. El concepto del Amazonas como fuente de productos innovadores es relativamente nuevo en Brasil, más acostumbrado a valorar bienes y marcas importadas por sobre los locales.
“Muchas veces los extranjeros valoran más el Amazonas que muchos brasileños, que lo valoran pero no hacen nada al respecto”, dice Ulisses Sabará, presidente de Beraca, que suministra ingredientes del Amazonas y trabaja con Natura y las francesas L’Oréal y L’Occitane.
El “Amazonas legal” de Brasil es el hogar de 25 millones de personas. Ocupa un 60% del país, pero en promedio sólo posee la mitad el ingreso per cápita nacional.
La cuestión de cómo explotar el Amazonas para mejorar la vida de sus habitantes y respetar los bosques es una de las grandes preguntas que enfrenta el Brasil moderno. Hasta ahora, aparte del açaí, las comercializaciones más exitosas han sido la guaraná -usada para un estimulante de sabor frutal por su alta concentración de cafeína- y las nueces brasileñas.
Guilherme Peirão Leal, copresidente de Natura, con ventas anuales de 6.350 millones de reales (US$ 3.200 millones), dice que la firma quiere aumentar la cantidad de ingredientes que obtiene del Amazonas del actual 10% a 30% del total hasta 2020. Tiene acuerdos con 36 comunidades en la región, como la de Pereira. Los contratos cubren 3.571 familias y generan un total de 12 millones de reales en ingresos y otros beneficios para las comunidades.
“Brasil tiene uno de los mayores patrimonios naturales en términos de biodiversidad”, explica Leal en la inauguración de un nuevo “centro de innovación” en Manaos, que Natura espera que sirva como una incubadora para la investigación comercial en la región. “¿Cómo podemos convertir este patrimonio en riqueza que pueda ser compartida por todos?”.
Añade que triplicar el porcentaje de productos con origen amazónico es más difícil de lo que parece. Del 10% de los ingredientes que Natura obtiene actualmente del Amazonas, unos ocho puntos porcentuales corresponden al aceite de palmera, la base de muchos jabones y otros productos de la compañía. Sólo dos puntos porcentuales de la materia prima de Natura incluyen productos más exóticos de pequeñas asociaciones comunitarias, como la murumuru. “Por eso es enorme cuando decimos crecer del 10% al 30%”, dice.
El Amazonas provee un amplio rango de nueces cuyo aceite puede extraerse para productos de belleza, pero Natura necesita hallar comunidades dispuestas a formar asociaciones para crear las economías a escala necesarias para hacer rentable la plantación y recolección de una fruta. El margen de ganancias de Natura de cerca de 24% en 2012 en ingresos consolidados antes de Ebitda depende de “commoditizar“ sus ingredientes.
Sabará dice que Beraca vende un 20% de su producción a Natura y exporta un 45%. L’Oréal usa mantequilla de murumuru en sus productos para el cabello.
Beraca, que ha operado en el Amazonas por trece años, ha hallado formas novedosas para comercializar las maravillas naturales de la región. En un caso, descubrió que durante la temporada de lluvias en la isla de Marajó, también en el estado de Pará, las mujeres recogían las semillas de andiroba -una fuente de aceites esenciales para productos de belleza- en las playas y bancos de río. Beraca les ayudó a comercializar su cosecha, obtuvo su certificación orgánica, los contactó con L’Occitane, que donó 40.000 euros (US$ 52.000) para una sede y construyó una fábrica para convertir las semillas en aceite. Un kilo de semillas cuesta entre 0,6 y 1 real, mientras un kilo de aceite vale 15 reales. “No es fácil trabajar con pequeñas comunidades pero todos ganan”, dice Sabará.