A lo largo de las primarias presidenciales de Estados Unidos, muchos en los medios han estado tentados de tratar la implacable escalada de Donald Trump como una forma de entretenimiento, una tendencia que el candidato ha alimentado, con un flujo sólido de comentarios y propuestas escandalosas. Pero el hecho de que Trump haya ahora asegurado su nominación en el Partido Republicano para la presidencia debería poner fin a cualquier tendencia a tratar su candidatura como un chiste.
Por el contrario, este es un momento profundamente serio para el Partido Republicano, EEUU y el mundo. La personalidad, intelecto y experiencia de Trump lo hacen radicalmente incompetente para la presidencia de EEUU.
A lo largo de su campaña, ha demostrado una voluntad de difundir xenofobia, misoginia y fantasía paranoica. Lo estaba haciendo incluso en la víspera de la primaria de Indiana: proponía la idea insólita de que el padre del senador Ted Cruz, su oponente principal, estaba vinculado de alguna manera con la muerte de John F. Kennedy.
Mitt Romney y John McCain, los últimos dos candidatos republicanos a la presidencia del país, han hecho público su disgusto con Trump, pero sin efectos. Es chocante que el partido de Abraham Lincoln y Dwight Eisenhower esté a punto de nominar a un demagogo vacío y narcisista como Donald Trump, pero, en algunos aspectos, los republicanos han cosechado las semillas de su propia caída, tras un coqueteo de décadas con temáticas nativistas y una retórica anti-gobierno radical que con demasiada frecuencia ha entrado en teorías conspirativas sobre cualquier cosa desde control de armas hasta los “medios liberales”.
El éxito de la campaña de Donald Trump hasta ahora dice algo perturbador sobre el ánimo actual del electorado estadounidense. Usando tácticas crudas y matonescas, Trump ha hecho una serie de propuestas políticas extravagantes, entre las cuales destaca la idea de forzar al gobierno mexicano a pagar por una muralla en la frontera sur de EEUU y cerrar temporalmente la entrada a musulmanes al país.
El eslogan de Trump es que hará a “Estados Unidos grande de nuevo”. En realidad, una presidencia de Trump dañaría gravemente el liderazgo global estadounidense y el orden liberal internacional que depende de un EEUU fuerte.
Trump ha mostrado consistentemente un desprecio por los aliados más cercanos de EEUU, entre ellos Japón, Corea del Sur y la Unión Europea. Muestra poco interés en alimentar la red de alianzas globales que es la base del poder estadounidense y parece ver los compromisos de seguridad de EEUU como poco más que contratos de negocios.
Trump es un proteccionista reconocido, cuyas políticas de aranceles prometerían la destrucción de un sistema de comercio internacional. Su postura anti mercado y aislacionismo tienen ecos perturbadores de la década de los ‘30.
Pese a todo esto, muchos, si no la mayoría, de los republicanos probablemente alentarán a Trump ahora que es el nominado. Sus defensores en el sistema estadounidense ya están proponiendo la idea de que mucha de su retórica es un teatro.
Argumentan que el Donald Trump “de verdad” es un hábil hombre de negocios que gobernaría pragmáticamente una vez que llegue a la Oficina Oval. También sugieren que Trump se moverá hacia el centro y mostrará una cara más moderada al mundo una vez que haya asegurado la nominación del Partido Republicano.
Sin embargo, Trump no puede simplemente borrar la memoria de la campaña hasta ahora. Los últimos meses han demostrado que él sería una elección desastrosa para la oficina política más poderosa del mundo.