Por John Gapper
Es fácil olvidarse. Nosotros por lo general trabajamos en edificios en que damos por sentada la seguridad, y donde los simulacros de incendio son un fastidio en el que un oficial de seguridad interrumpe y no nos deja trabajar.
En el pasado, eso no era cierto en las fábricas de textiles de Estados Unidos y Europa. El colapso de los telares Pemberton en Massachusetts en 1860, y el incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist en Manhattan en 1911, causaron la muerte de cerca de 145 personas en cada caso, en su mayoría mujeres. Eso ayudó a establecer el sindicato de mujeres trabajadoras textiles, “International Ladies’ Garment Workers’ Union”, y resultó en legislación de salud y seguridad laboral.
El colapso de la fábrica de textiles Rana Plaza debería ser un momento decisivo para Bangladesh. Pero la muerte de más de 400 mujeres, costureras que producían ropa para minoristas como Primark y Mango, no va a ser suficiente. Desastres previos, como el incendio de Tazreen Fashions en noviembre, en que murieron por lo menos 110 trabajadoras, no cambiaron las actitudes.
Lo único que lo podrá lograr es la acción coordinada por parte de los minoristas y marcas occidentales para imponer las condiciones para establecer normas más rigurosas en las 5.000 fábricas de prendas de Bangladesh. Sin eso, no se logrará superar la falta de voluntad, el mal gobierno y la corrupción, y se desperdiciará una de las mejores oportunidades de crecimiento fuerte.
Lo primero que tienen que hacer las compañías occidentales es lo más simple: quedarse en el país y seguir ofreciendo trabajo a las mujeres, y no retirarse porque piensan que su reputación va a mancharse por asociación. A pesar de todo, la industria ofrece trabajos mejor pagados que la alternativa –trabajar en granjas rurales– y ha ayudado a emancipar a las mujeres.
“En principio, la oportunidad para las mujeres de salir de su casa y ganar dinero, estatus e independencia, lo que no solía suceder, es bienvenida. Lo que menos queremos es que un boicot termine con eso”, dijo Rachel Wilshaw, la directora de comercio ético de Oxfam.
Reducción de la pobreza
También ha ayudado a todo Bangladesh. Como en China, los trabajos en fábricas han sido cruciales para subir el estándar de vida. Aunque todavía es pobre comparado a otras economías del sur de Asia, su índice de pobreza ha bajado de 60% de la población en 1992 a cerca de 30%, según el Banco Mundial.
La pobreza se redujo rápidamente durante la primera década de este siglo a medida que las compañías occidentales mudaron su producción de una China sobrecalentada, a los países del sur de Asia, incluyendo Bangladesh, Vietnam y Camboya. Con los sueldos en aumento en China, los trabajadores de Bangladesh, cuyo sueldo mínimo es de
US$ 37 al mes, son una ganga. El Banco Mundial calcula que la productividad de las fábricas bien manejadas en Bangladesh está a la par con China, mientras que los sueldos son un 20% del promedio chino. Bangladesh también tiene capacidad; tiene 5.000 fábricas textiles comparadas con 2.000 en Vietnam y 250 en Camboya.
Muchas fábricas, sin embargo, no están ni cerca de ser bien manejadas. Bangladesh calcula que tiene 7 millones de niños trabajadores; los colapsos e incendios son comunes; las condiciones de trabajo son malas; los dirigentes sindicales son victimizados. Las empresas y proveedores de confecciones le dijeron a la consultora McKinsey que tan sólo entre 50 y 100 de las 5.000 fábricas tenían “muy altos” niveles de cumplimiento con los reglamentos.
Eso crea oportunidad. La brecha que existe entre Bangladesh y sus rivales en cuanto a sueldos y capacidad significa que puede subir sus estándares y mejorar las condiciones laborales sin arriesgar su ventaja competitiva. “Bangladesh puede seguir siendo un país de bajo costo sin tener que explotar o poner a la gente en peligro”, dice Peter McAllister, director ejecutivo de la Iniciativa de Comercio Ético.
En segundo lugar, las marcas y compañías deben unirse. Las fábricas que están bajo su control en zonas de exportación, tienden a estar mejor manejadas. Sin embargo, tienen poca influencia sobre los contratistas y subcontratistas que forman la mayor parte de la industria. Los minoristas usan auditores para inspeccionar a sus proveedores, pero no tienen ni la información ni el poder para parar los abusos.
Rana Plaza ha mostrado las dificultades. En Bangladesh, los controles sobre la planificación y la construcción son laxos, y no hay ninguna manera simple de verificar si una fábrica ha sido construida correctamente. Ninguna compañía actuando sola podrá mejorar las normas de construcción; se necesita acción concertada.
Colectivamente, las firmas pueden forzar al gobierno a superar los obstáculos de la corrupción, la influencia invisible del Ejército y dueños de fábricas que a la vez ocupan cargos políticos. Tienen el poder adquisitivo en un sector que comprende un 13% del PIB.
La tercera imperativa, que es la menos fácil, es la de abrirles las puertas a los sindicatos. Bangladesh tiene un historial de derechos humanos pavoroso en relación a los sindicatos. Aminul Islam, un activista importante, fue secuestrado y asesinado en abril, habiendo sido hostigado y golpeado previamente.
El hecho de que los administradores de Rana Plaza se rehusaran a escuchar a los trabajadores fue una de las causas del desastre. Se habían detectado rajaduras en el edificio de ocho pisos, y algunos de los otros negocios habían cerrado, pero los administradores de la fábrica textil les ordenaron volver a entrar.
John Sifton, director de abogacía de Human Rights Watch de Asia, resalta que los minoristas como Walmart tienden a “ver a los sindicatos laborales como una gran molestia”. En Bangladesh, sin embargo, los activistas sindicales y los trabajadores mismos, pueden proveer mejor información acerca de problemas potenciales que los administradores.
La industria puede jugar un papel importante en lograr que Bangladesh se convierta en un país con ingresos medios. También es una fuerza pro igualdad en un país musulmán en el que la emancipación de la mujer está bajo ataque. Pero es inaceptable que cientos de trabajadores mueran en tragedias industriales evitables. Esto tiene que detenerse.